domingo, 23 de octubre de 2016

FANTAVIVENCIA DE MI VALLE

DE LEONORA ACUÑA DE MARMOLEJO


Por, Lola Benítez Molina
He gozado ampliamente con la lectura de “Fantavivencias de mi valle”. Son veintiún cuentos que encierran grandes enseñanzas sobre la vida, si bien aquí refleja la vida del Valle del Cauca, la cual no dista mucho de la realidad de las gentes de otros pueblos del orbe.
Leonora Acuña de Marmolejo mezcla fantasía y realidad con soltura, con perfecto conocimiento de su tierra natal, adentrándose en la psicología humana.
En el manejo del lenguaje, el vocabulario, la descripción de dichos pueblos me trae a la memoria el lenguaje fluido y culto de uno de los más reconocidos escritores como el premio Nobel Gabriel García Márquez, quien manifestó: “Cada cosa con solo mirarla me suscitaba una ansiedad irresistible de escribir para no morir”.
          A Leonora Acuña de Marmolejo el amor a su tierra la engrandece, y si a eso se le añade su amplio bagaje cultural, que maneja exquisitamente en sus excelsas descripciones, es digna de ensalzar.
           El amor en todas sus vertientes, presente en sus cuentos, va unido al dolor y al gozo como la vida misma. El amor a la familia, perfectamente expresado en “El castillo de oro de la abuela”, o en “Papá Santiago”, con gran alarde de sensibilidad, galardonado este último por el Club Cultural de Miami “Atenea”, en el Concurso Internacional de Cuento,2003. El amor entre hombre y mujer.
               Decía el filósofo Ortega y Gasset que “el deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. El amor en cambio, es un eterno insatisfecho”. Esta frase viene a colación con algunos de los cuentos como el de “La carta de renuncia”. Rolando Molina Moncada no llegó a satisfacer su deseo, lo convirtió en una obsesión, que lo llevó a un final trágico. “La venganza sagrada” es otro ejemplo de hasta dónde puede llegar un hombre por la obsesión de una mujer.
            Me viene a la memoria otra frase de Friedrich Nietzsche: “El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro”. Léase: “Allí los dejó entre los muertos”.
            Todos los cuentos perfectamente estructurados encierran una sutil enseñanza que despierta un ávido interés por conocer el desenlace.
          Con estas palabras quiero expresar mi más profunda admiración por la polifacética y reconocida Leonora Acuña de Marmolejo. Tanto sus poemas, que tengo el gusto de haber leído, como sus cuentos, son verdadero sustento para el alma del lector.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario