Por
Pedro Corzo.
Los
autócratas no son capaces de respetar las normas democráticas aunque estén a su
favor. Tampoco están preparados para respetar los derechos de las minorías,
incurriendo frecuentemente en abusos de poder.
Gusta
controlar la prensa. Ser obedecidos sin reparos. Gobernar el país como si fuera
un cuartel y manejar a los ciudadanos como siervos.
Estos
individuos reclaman una ciega obediencia y aplastan el menor disentimiento.
Rechazan tajantemente a quienes pongan en tela de juicio sus decisiones y solo
están satisfechos cuando sus dictados son acatados sin protestas.
Esta
situación se aprecia muy bien en Nicaragua, donde aunque las encuesta reflejen
que Daniel Ortega cuenta con un respaldo popular que supera el de sus rivales
por un alto porcentaje, no ceja en su empeño de afianzar el control que ejerce
sobre los poderes del estado y en eliminar legalmente a sus adversarios.
Ortega
aspira a un tercer mandato consecutivo. Su compañera de fórmula, Rosario
Murillo, salió del closet y dejó de ser el poder tras el trono como lo ha sido
en todos sus gobiernos anteriores.
La
decisión de la Sala Constitucional de la Corte, controlada por
sandinistas, le quitó a Montealegre la representación jurídica de
la agrupación partidaria seis años después de radicarse el caso ante el
tribunal y a pocos meses de los comicios, desestabilizando por completo a esa
fuerza política y dejando prácticamente fuera del juego electoral a movimientos
y partidos de la oposición.
Algunos
comparan a la compañera de Ortega con Imelda Marco, viuda del dictador filipino
Ferdinand de Marcos y otros con Elena, la cómplice
más próxima del tirano rumano Nicolás Ceacescu, pero con independencia a las
comparaciones, no cabe duda que es una mujer poderosa e incondicional a
su marido, como lo ha demostrado a través de los años, en particular cuando su
hija Zoilamerica acuso al mandatario de haberla violado.
El nepotismo en el régimen sandinista no se limita al matrimonio. Un
hijo, Laureano Ortega es asesor presidencial en inversiones y principal
promotor de la construcción del debatido canal con capital chino, otro vástago,
Rafael Ortega administra la distribución de petróleo, su esposa controla una
distribuidora que maneja numerosas estaciones de gasolina en el país, otro
hijo, Juan Carlos y su hermana Camila controlan varios medios de comunicación.
Por supuesto que al margen de la realeza orteguista se ha desarrollado
una sandinocracia que también se ha enriquecido. Algunos de los líderes de la
revolución contra Anastasio Somoza son en la actualidad individuos de fortuna,
como es el caso del general Humberto, hermano de Daniel, que de jefe del
ejército de un estado socialista mutó a empresario.
El
Consejo Supremo Electoral en una decisión que favoreció a Ortega despojó de su
escaño a 28 diputados de la oposición, según el cuerpo comicial,
por incurrir en desacato a su agrupación, Partido Liberal Independientes,
a pesar de que los legisladores se habían declarado sin filiación política.
Entre
los legisladores más afectados por esta medida está Eduardo Montealegre que
como candidato presidencial del PLI logró el 28 por ciento del voto popular en
los comicios del 2011.
Daniel
y Rosario no se limitan a usar los recursos del estado para intentar controlar
y someter a sus antagonistas. Recurren a sicarios para atacar a la oposición y
también a los periodistas que no cumplen las disposiciones del gobierno y
critican sus actuaciones. La pareja presidencial organiza con los recursos que
le confiere el poder cuadrillas que atacan violentamente a las manifestaciones
de la oposición, acciones que no son reprimidas por la policía.
Sembrar
primero la incertidumbre y el miedo después, es un método que rinde grandes
dividendos a quienes gobiernan con el único objetivo de satisfacer sus
intereses.
El
deterioro de la democracia nicaragüense es profundo. La transparencia en la
práctica de gobierno no existe y la corrupción está presente en toda la
estructura del poder. El pluralismo político está seriamente amenazado porque
el gobierno se esfuerza por restarle legitimidad y representatividad a los
factores que le adversan, porque el sueño dorado del clan Ortega es un
régimen unipartidista.
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