domingo, 9 de octubre de 2016

COLOMBIA. NO A LA IMPUNIDAD

Por Pedro Corzo.
Son muchos los que consideran que los compromisos ciudadanos están en quiebra, que en las nuevas generaciones la tendencia es la frivolidad y  la evasión  de los problemas sociales y hasta personales, pero hay atisbos  de una reserva invalorable de  civismo en el rescate que el  "Chavo" Samuel, un joven de Medellín, hizo de esta frase de Mahatma Gandhi  "Un NO pronunciado desde la más profunda convicción es mejor que un “sí” pronunciado meramente para complacer, o peor, para evitar problemas".
Samuel, a quien es de suponer por su comentario es partidario de la Paz pero basada en la justicia, obliga a pensar que muchos de los que votaron por el Sí lo hicieron porque llegaron a la conclusión que un mal acuerdo es mejor que una buena pelea, un craso error,  porque los problemas sociales son como los volcanes, acumulan energía hasta que un día eructan toda su furia.

          Cierto que hubo una gran abstención y se puede especular ampliamente sobre las consecuencias de una mayor participación popular, sin embargo, el resultado del plebiscito deja espacios para pensar que una participación mayor habría posibilitado un NO más rotundo, porque el resultado del conteo confirma que la mayoría ciudadana comparte la visión de Gandhi. Considera que hay que actuar por convicción por encima de las formalidades, incluidas las corrientes de opinión por poderosas que estas sean.
               El presidente Juan Manuel Santos, la gran prensa nacional, y la mayoría de los que tenían la posibilidad de hacer públicas sus opiniones criticaron con extrema severidad a los partidarios del NO que prácticamente contaron solo con las redes sociales para promover su posición.
             Por su parte Santo amenazó con el recrudecimiento de la guerra y un país sumido en la violencia urbana extrema. Advirtió que no habría una segunda oportunidad. La paz a su manera, o la guerra total.
             La prepotencia de Santos le condujo a convocar el encuentro de Cartagena. Dio por sentado que su voluntad sería acatada. Suscribió los acuerdos con las FARC sin conocer la opinión ciudadana, enredando en su aquelarre a  numerosos líderes internacionales  que participaron en el conclave sin preguntarse cuál era la opinión del electorado colombiano, una práctica  común de muchas de las familias presidenciales que esconden bajo la alfombra suciedades propias y ajenas, porque prefieren ignorar lo que padecen la gente de cada país, como consecuencia de los excesos de sus respectivos gobiernos.
             Después del fracaso plebiscitario la soberbia presidencial se esfumó. Santo quien afirmó que no había otra alternativa que los acuerdos que había suscrito con las FARC, que hizo campaña advirtiendo  de una guerra más cruenta que la padecida, ha dispuesto que sus negociadores viajen a La Habana - incompresible sede de los diálogos de Paz porque fueron los Castro los que nutrieron por décadas la guerra fratricida colombiana- para discutir con los jerarcas de la narcoguerrilla el resultado del plebiscito.
             Como va a reaccionar la FARC a largo plazo es una gran interrogante. Fueron vencidos en la guerra y estuvieron a punto de tener todos los laureles de la paz. Las condiciones de los convenios le otorgaban la victoria que no habían conquistado.
               Con independencia a la impunidad por sus crímenes, incluido el narcotráfico,  se le concedieron posiciones congresionales por decreto, una condición contraria a la democracia.
               Durante décadas las FARC han pretendido representar la voluntad popular, pero la decisión del electorado lo ha desmentido rotundamente. Este plebiscito no solo refleja la derrota de los acuerdos, también el repudio de la población a la narco guerrillas y a que se le concedan privilegios.
              Si realmente las FARC están a favor del fin del conflicto como afirma Rodrigo Londoño, es de suponer que aceptaran renegociar. Cierto que los beneficios serán menores, pero podrán reincorporarse a la vida civil aunque quizás tengan que pagar algunos de sus crímenes.
             Los partidarios del No también tendrán que ceder terreno. El blanco y negro de los acuerdos tendrá que ser menos rutilante. Todos tendrán que hacer concesiones, no hay alternativas,  la paz no va a transitar por la impunidad de Santos, pero tampoco por una justicia absolutamente ciega capaz de decidir en base a los actos y no a la conveniencia.
             Los colombianos nos han dado un buen ejemplo. Contrario a lo que ocurre la mayoría de las veces, la derrota de lo políticamente correcto no fue para favorecer una corriente política excluyente, voluntarista y depredadora de derechos, sino para procurar un nuevo acuerdo en el que los verdugos no sean tratados como héroes.
 
 
 

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