lunes, 17 de abril de 2017

BREVE HISTORIA DE "LA CABAÑA"

 El Diario de un Mártir.

Por René León

  Llamado el Castillo de San Carlos, y también “La Cabaña”, por estar situado en la loma que tenía ese nombre. Hoy es una de las reliquias que han quedado de la colonia. Lugar donde  fueron fusilados cubanos por el solo deseo de ser libres del yugo español. Muchos años después una de las dictaduras más sangrienta de América ha fusilados a cientos de cubanos por él sólo derecho de ser libres del comunismo. Por lo tanto es bien negra su historia.
  En ella se encuentran profundos fosos abiertos en la peña viva; murallas; puentes levadizos, subterráneos, aljibes y caminos lóbregos y misteriosos con historias que se remontan a un pasado bien lejano; rampas que lo conducen a uno a las almenas; árboles milenarios que se mantienen erguidos, sin temor a los huracanes. Un poco más alejada una vetusta iglesia, que ha sido testigo de la historia de este lugar.
  Empezó a construirse en el año de 1763 según aparece en los documentos que se encuentran en el archivo, viejo y deteriorado que hay en una oficina, llena de polvo, cucarachas se ven en las ventanas y telarañas.  Durante el reinado de Carlos III, y Gobernador de Cuba el Conde de Ricla. Las obras duraron diez años, siendo terminadas en 1774, durante el Gobierno del Marqués de la Torre. Pero hay una lápida conmemorativa, en la entrada de “La Cabaña”, donde se mención el nombre  del Mariscal Abarca.

  El costo de la obra fue de unos trece millones de pesos, empleándose en el trabajo de los mismos presidiarios de Cuba, México, Puerto Rico, Santo Domingo y algunos cargamentos de esclavos, apresados a barcos traficantes. Hay una anécdota ocurrida durante la construcción de la misma: Un día, Carlos III, estando en la terraza de su Palacio, miró hacia lo lejos: el Ministro que le acompañaba le preguntó solícito -¿Qué mira vuestra Majestad? Estoy viendo, le dijo el Rey- si desde aquí se percibe “La Cabaña”, pues a juzgar por el dinero empleado, era para verla todos los días”. Ya pueden imaginarse al Rey lo impresionado que estaba con su costo.
  En los años de la intervención americana, el Coronel americano que estaba a cargo de “La Cabaña”, se llevó para California la campana de la vetusta iglesia. Por gestiones de las autoridades cubanas y americanas, se  pudo retornar la famosa campana. Que aquellos que pasamos como presos políticos, pudimos oír su repiquetear.
  Se podía ver una escalera alta cercana a las murallas que lo llevaban al aljibe, que permitía abastecer de agua a la fortaleza. Pero la mayoría de las veces, el agua faltaba. Se pueden ver unos cañones viejos, creo son veintiuno. Se ha seguido manteniendo del “cañonazo de las nueve”.
  Recuerdo de una calle de edificios bajos dentro de la fortaleza, empotrada en la pared, junto a una reja que, abierta se adentra uno a una pequeña habitación estrecha se ve una pequeña “lápida” que indicaba el calabozo donde fue encerrado el gran poeta cubano Juan Clemente Zenea Fornaris, durante nueve meses, y escribió  El Diario de un Mártir. Más allá, al fondo de la calle, se conserva la capilla para aquellos hombres que fueron   condenados a la pena de muerte.  Más adelante una rampa que conduce al Foso de los Laureles.
  Un poco más allá donde se fusilaba a los compatriotas cubanos por el régimen comunista que luchaban por una Cuba libre e independiente. En ese mismo lugar había una tarja del pueblo cubano recordando a los que cayeron en tiempo de la colonia.
  En la pared donde recibiera la descarga de fusilería el gran maestro de la poesía lírica cubana, un poco más alejado en un foso se ve la tumba de Zenea que fue donde lo fusilaron. Hay una lápida de su hija Piedad.    
  Zenea, el poeta sentimental, que el 25 de agosto de 1871, dio su vida en aras de la libertad y de la independencia, no será nunca olvidado. Ni los cubanos que lucharon contra el comunismo en nuestra patria.
  Al comienzo del Paseo del Prado de La Habana en la década de los años 1920 por gestiones de la hija del poeta, Piedad Zenea de Bobadilla, fue erigido el Monumento a Juan Clemente Zenea.

  Desde lo alto de la loma de La Cabaña, se oye el trinar de un pájaro. Todo está en calma. Una paloma de plumaje todo blanco, mensajera de paz y creímos que sólo siguiendo el vuelo de nuestros pensamientos que se remontan, altos, muy altos, ungidos de amor y de paz. Cuando Cuba será Feliz y Libre del comunismo.

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