martes, 24 de octubre de 2017

LA DESCUBANIZACION DE LA IGLESIA EN MIAMI

"Pero esto, aun cierto, pudiera haberse solucionado de forma expedita..."

Por Santiago Cárdenas M.D.


El nombramiento de un sacerdote peruano como el segundo obispo auxiliar de su Eminencia Thomas Wensky (el otro auxiliar es un maltés) pone en evidencia de manera secuencial que el punto de inflexión en el largo proceso de descubanizar la diócesis de Miami ha llegado a su acmé. Como ovejita obediente, "curero y papista", no estoy haciendo, no voy a hacer, una crítica destructiva a la institución; más bien un análisis de varios hechos coincidentes que tendrán un impacto decisivo en años porvenir, porque presuponen la marginación, a la chita callando, de la primera "minoría mayor" de católicos que arriban masivamente a los EE.UU., perseguidos y carentes de libertad por una dictadura del proletariado de corte marxista en nuestro hemisferio. La enfermedad de Alzheimer's  galopante que llevó a una muerte prematura a Monseñor Gilberto Fernández mi párroco en Cerro-Habana, que fuera obispo auxiliar de Miami, lo cambió todo, o casi. Era, por su relativa juventud y su personalidad intelectual blindada, la figura episcopal que hubiera apacentado a los cubanos exiliados por largos años después de la desaparición de Monseñor Agustín Román. 

Si bien Gilberto había tomado algunos sorbos de la Coca Cola del olvido, era un híbrido, el puente de unión perfecto para las nuevas oleadas de cristianos que continuaban arribando. Un crossover entre la cubanía y la elegancia de Mons. Muller a quien sucedió en la Habana y el establishment  irlandés, tan influyente, que tanto disfrutaba en su parroquia de Saint Kevin. La muerte inevitble de Román y Boza, dada su senilidad, aceleró la descubanización en los trópicos. Más al norte, el golpe final, el mortal, lo produjo el cigarrillo en los alveolos de "nuestro" nuncio en Washington, el del cafecito criollo: Monseñor Pietro Sambi, el más cubano de los nuncios que en la historia eclesial han habido, que secretario en la nunciatura de La Habana, fue. Que no tengamos en el siglo XXI un obispo auxiliar cubano puede deberse a la ausencia de figuras obispables dentro del clero de Miami. Lo dudo. Pero esto, aún cierto, pudiera haberse solucionado de forma expedita con la asignación a nuestra archidiócesis de alguno de los prelados cuban-americans  (hay varios) que ministran en otros estados. La traspolación es un hecho frecuente en la iglesia y "sale" fácil. Esta vez no se utilizó. Las estrellas se alinearon para que la comunidad cubana - la primera minoría en la archidiócesis, viniera a menos. Despacito. Poquito a poquito. Se comenta que donamos poco dinero; se recuerda el episodio traumático del tránsfuga Alberto Cutié, con sus secuelas; de la despolitización en la Ermita; del día de la Caridad venido a menos; del multiculturalismo en Radio Paz o de alguna conjunción de los mismos. Pero esto, claro está, son runrunes de sacristías, infundios, especulaciones malignas a las que los católicos de estirpe no podemos prestar atención, aún estando Perú tan distante de nuestra geografía y santa Rosa de Lima y san Martín de Porres muy lejos de nuestra cultura devocional. Por último, vivimos en un exilio católico que no tocó campanas a rebato como en la Habana cuando el deshielo Jaime-obámico y que se ha mantenido firme en la lucha anticomunista. Esto, sigue siendo actual y vigente, en la memoria de Payá o en la prédica patriótica de los Monseñores Maurice, Román o Boza expurgados ahora del léxico eclesial de Miami. Tal vez este exilio mambí no merecía, no merece, para algunos, el "regalo" de un nuevo obispo auxiliar. Las ovejitas cubanas, balando de dolor e impotencia, continuarán por ahora al cuidado de pastores un tanto distantes.

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