miércoles, 11 de octubre de 2017

EL SUEÑO DE UNA SOLA MONEDA

"Sin un crecimiento real es dificil eliminar o devaluar el CUC..."

Por P. Danny Roque, SJ 

Desde 1994, en Cuba padecemos la existencia de dos monedas de cuño nacional: el histórico peso cubano y el llamado peso convertible o CUC. En 2013 se anunció la reunificación monetaria; cuatro años después permanece la incertidumbre al respecto. 
 También padecemos la multiplicidad cambiaria. Para una empresa estatal, 1.00 CUC puede equivaler a 1.00 peso; para una granja estatal, 7.00, o, para quien trabaja en el Puerto del Mariel, 10.00.  Si usted es un cubano “normal”, como la mayor parte de la población, 1.00 CUC puede valer 23.00 pesos si paga en un establecimiento que únicamente debería operar en “moneda nacional”, 24.00 si va a la CADECA y 25.00 si compra en la chopin. Para complicarnos más, 1.00 CUC fraccionado equivale a 20.00 pesos; así, una moneda de 0.25ctvs. tiene un valor nominal de 5.00 pesos. 

 Es cierto que desde el 2014 podemos comprar un litro de aceite con 2.10 CUC o con 52.50 pesos, pero existen otros inconvenientes. Además del 240% de impuesto sobre algunos productos, cuando los precios se convierten en pesos, sale a relucir que lo que realmente afecta no es el tipo de moneda, sino la cantidad que nos pagan. 

 La dualidad monetaria y la multiplicidad cambiaria, junto a un sobrevaluado peso cubano con respecto al CUC en el sector empresarial, crean distorsiones en la contabilidad del país. Empresas que producen ganancias aparecen como deficitarias. Así se obstaculiza la creación de un mercado financiero. Se distorsiona, además, los costos de producción y se impide que las empresas estatales puedan conocer con certeza su verdadera productividad. Esto también lleva a pensar que el mercado interno, en el que participamos la mayoría de los cubanos, se considere más reducido de lo que realmente puede que sea. Entre otras cosas porque los salarios del sector estatal tienen poco impacto en la fase de comercialización del proceso económico y la mayoría de las familias cubanas tienen que seguir dependiendo de ingresos alternativos como remesas, autoempleo, misiones o negocios ilegales. Existen mecanismos burocráticos que procuran que los salarios y las pensiones no crezcan más que la productividad. 
 Sin un crecimiento real, es difícil eliminar o devaluar el CUC. Por ejemplo, si mañana amanecemos con un decreto que reduce la tasa de cambio a 10.00 pesos por CUC, sin un aumento real de la producción, todos aumentaremos nuestra capacidad de compra; pero los bienes se agotarán de tal manera que el Estado tendría que realizar importaciones, para las cuales parece no tener suficiente liquidez. 
 La reunificación monetaria por sí sola no resuelve los actuales problemas económicos. Su implementación continúa subordinada a un aumento de la productividad, pero para conseguir lo anterior el voluntarismo idealista resulta insuficiente. El problema de la doble moneda se inserta en la lógica de transformaciones urgentes y más estructurales que permitan que los trabajadores cubanos participen del valor agregado que genera su trabajo y así, mediante el salario, obtener lo necesario para satisfacer las necesidades básicas y, por qué no, algún que otro “antojito suntuoso”.

Publicación católica dominical (La Habana, Cuba


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