1936-2018
HÉROE DE GUERRA DE
EE. UU.
Senador
republicano y candidato presidencial
en
las elecciones de 2008
«Then I’d
like to go back to our valley
and see the creek run after the rain
and hear the cottonwoods whisper in the wind»
John McCain, in his book Restless
Wave.
Por
Juan Cueto Roig.
No
recuerdo haber escrito nunca sobre la muerte de un político. Hoy lo hago a raíz
del fallecimiento del héroe de guerra John McCain, por quien voté en las
elecciones presidenciales de 2008, cuando fue derrotado por Barack Obama.
Lo
preferí entonces no sólo por estar yo afiliado al partido republicano, sino por
mi desconocimiento de su oponente. Y aunque le di mi voto, estaba seguro de que
perdería, por haber escogido como vicepresidenta a la inepta e inculta Sarah
Palin. Si McCain tenía el apoyo absoluto y garantizado de los republicanos y de
la derecha, desde el ala moderada hasta la extrema: los racistas, los
ridículos birthers, los supremacistas blancos, los xenófobos,
los homófobos, etc., que de ninguna manera iban a votar por Obama, qué
necesidad tenía de ahuyentar los votos demócratas y los moderados de ambos
partidos, aliándose con una mujer mediocre, famosa por sus declaraciones
absurdas y que no representaba los tradicionales valores inherentes al
republicanismo. El mismo error cometería Mitt Romney (por quien también voté)
en 2012, cuando a última hora se puso a coquetear con los extremistas del Tea
Party. Ambos candidatos reconocieron luego lo que aquí menciono como la
principal causa de sus derrotas.
Pero
lo que me decidió a dedicarle estos párrafos al fallecimiento de John McCain
fue la vil y mezquina crítica de que fue objeto durante sus últimos meses de
vida por Donald Trump poniendo en tela de juicio su heroísmo; aunque la ofensa,
por venir de quien es famoso por las infames campañas de descrédito contra sus
rivales, y su imperdonable burla imitando los gestos de un discapacitado no
tiene el menor valor, ya que se trata del usual vómito de odio de un ser
indigno. Además, quién es él (ni ninguno de nosotros) para adjudicar grados de
heroísmo a nadie, sobre todo si provienen de quien se valió de espurias razones
para no servir en la guerra.
Y
qué bien hizo John McCain en prohibir la presencia de Trump en sus exequias
para que no mancillara con su vulgaridad, su indecencia y su desfachatez, la tristeza
de una familia honorable.
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