lunes, 17 de septiembre de 2018

LA CULTURA DEL DIALOGO


"Unido intimamente a lo expresado, cultivamos otra negatividad para el hombre: el no saber o no querer escuchar..."

Carlos Benítez Villodres Málaga (España)
La falta de comunicación es una enfermedad pandémica, difícil de tratar, que afecta a un sinnúmero de países en especial a los más desarrollados. El hombre está continuamente desprestigiando la cultura del diálogo con su voluntario alejamiento de sus coetáneos. Cada día hablamos menos. Cada día nos encerramos más y más dentro de un caparazón creado por nosotros mismos. Una cubierta que nos aísla de los demás caminantes, del entorno nuestro, del mundo cercano y lejano, al fin y al cabo, en donde vivimos. “La práctica del diálogo, refiere Víctor M. Fernández, es un hermoso ejercicio de amor y de apertura. Si nos atrevemos a dialogar, aunque a veces nos cueste, terminaremos contagiando a otros con este estilo de convivencia y ayudaremos a crear una sociedad mejor”.
Nuestras ideas y pensamientos, nuestros sentimientos y deseos... nacen en el nido de nuestro yo y en él mueren porque los forjamos sin piernas y sin alas y, sobre todo, sin ese afán de apertura y entrega para beneficio nuestro y de la comunidad (familia, vecindad, localidad, etc.), en donde nos hallamos inmersos.
Hacemos de nuestra vida una isla en medio de un vasto océano. Nuestra palabra, la que sirve, está siempre en su madriguera. Nuestra voz, lentamente, se oxida, se bloquea por esa carencia de comunicación.
Unido íntimamente a lo expresado, cultivamos otra negatividad para el hombre: el no saber o no querer escuchar. En definitiva, no nos conocemos ni conocemos a aquellos que nos rodean porque nos falta de raíz la conversación que profundiza, la interlocución que nos da vida de pulpa sustanciosa.
Los seres humanos sobrevivimos sobre un mundo donde el materialismo, como producto de la globalización deshumanizada, reina por doquier, convirtiéndolo en un tempestuoso mar de hombres que van perdiendo paulatinamente el arte de hablar y, por lo tanto, también el de escuchar. Ante la decadencia de estas dos facultades humanas tan necesarias como respirar y alimentarse, van creciendo vertiginosamente en la psique del ser humano las malas hierbas de la incomprensión y de la irrespetuosidad, de la insolidaridad y de la indiferencia... ¿Encontrará el hombre el valor, el coraje, la entereza que le falta para erradicar el mal de la incomunicación?




1 comentario:

  1. En el ejercicio de su profesión, el arte de escuchar es la regla de oro del psicoanalista. Ese arte es también es el que debería regir las relaciones interpersonales. De lo contrario, ¿cómo va a servir el lenguaje como medio de comunicación?
    Es incontrovertible,como señala el escritor, conferenciante, poeta y periodista D. Carlos Benítez Villodres, que la incomunicación se enseñorea de las interrelaciones humanas actuales, con la reducción de las conversaciones a las mantenidas a través de los medios digitales en detrimento del trato presencial entre interlocutores -con la pérdida consiguiente de la percepción de los gestos, tonos y modulaciones en la expresión facial y corporal de los intervinientes, lo que ya ha llevado incluso al fingimiento de las identidades, personalidades, edades y hasta los sexos de los participantes en una conversación a distancia-.
    En los EE.UU. de América se ha creado una nueva modalidad delictiva, la del fraude por medios digitales, que se tipifica como una de las formas del fraude postal.
    A fin de sancionarlos con la misma escala graduada de penas, el Código Penal español -en su Artículo 248- subsume los delitos informáticos en el delito genérico tradicional de estafa.
    Como ha dicho Don Enrique Santín en el DIARIO DE FERROL de 7 de mayo de 2014, "El diálogo y el consenso son dos firmes pilares sobre los que se levanta y sostiene el edificio de la democracia...pero que el diálogo conduzca, necesariamente, al consenso es puro voluntarismo. El diálogo, en democracia, es su seña de identidad. Cuando las partes no están dispuestas o predispuestas a dialogar, mediante el intercambio de sus opiniones y argumentos, se produce lo que gráficamente se conoce como “diálogo de sordos”...Para que el diálogo se produzca, tienen que cumplirse determinados requisitos. No hay diálogo en la exposición paralela y yuxtapuesta de las ideas o lo que es lo mismo, cuando cada uno “va por su lado” sin encuentro posible. Hablan, pero no se escuchan. Son “monólogos” sucesivos y concurrentes pero no convergentes ni contrapuestos...Tampoco hay diálogo propiamente dicho en los casos de “maniqueísmo”; argucia argumental que consiste en atribuir, falsamente, al oponente, afirmaciones sin base, o que no ha hecho para poder rebatirlas más fácilmente. Este método de “poner en boca de otro lo que no ha dicho” equivale a un diálogo consigo mismo o soliloquio. Esto nos demuestra que el diálogo debe acercarse más a la “disputa”, que confronta y contrasta los argumentos y razones de una y otra parte, para de esa discusión sacar las conclusiones más razonables y acertadas...De las acepciones que la palabra diálogo tiene en el diccionario de la Real Academia de la Lengua la que mejor se ajusta a ese espíritu, es la que lo define como discusión “en busca de avenencia”...En democracia, no caben ni son deseables las unanimidades ni las adhesiones incondicionales tan propicias al monismo ideológico y al pensamiento único, esencialmente antidemocráticos...En consecuencia, el diálogo debe procurarse siempre.."
    Quizás el tropo más inspirado e impactante aportado por Benítez Villodres a este paradigma de la comunicación humana sea el de que "Hacemos de nuestra vida una isla en medio de un vasto océano. Nuestra palabra, la que sirve, está siempre en su madriguera. Nuestra voz, lentamente, se oxida, se bloquea por esa carencia de comunicación."

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