"Como premio por no seguir asesinando fuera del territorio cubano Barack Obama abrio una embajada en La Habana..."
Por Héctor
Carbonell Arena.
Los militantes
del partido demócrata han desatado un ataque hiperbólico contra el presidente
Donald Trump, por su interpretación y decisión en el caso de la ejecución del
periodista Jamal Khashoggi, ocurrido recientemente en el consulado saudita en
Turquía. Los reclamos van desde enviar a prisión al príncipe heredero hasta el
rompimiento de relaciones diplomáticas, reclamos que solo podría hacer con
derecho Turquía. El señor Khashoggi no fue asesinado en territorio
estadounidense, ni era ciudadano estadounidense, tampoco, como erróneamente sea
dicho, era residente permanente en el país. Todo esto en pro de la
universalidad de los derechos humanos, que para ellos, ahora debe estar por
encima de cualquier otra consideración.
Veamos ahora como se han comportado nuestros humanistas demócratas
cuando han detentado el poder. Franklin Delano Roosevelt se abrazaba con José
Stalin, le llamaba tio Joe y le reía sus chistes, después que este había
masacrado 30 millones de campesinos rusos en la famosa Colectivización. Henry
Truman ordenó la segunda bomba atómica sobre Nagasaki. John Kennedy dejó morir
a los patriotas cubanos en Playa Girón, después de haber aprobado y ordenado el
desembarco. Jimmy Carter no tuvo el coraje de exigir la liberación de nuestros
diplomáticos secuestrados por los iraníes y cuyos derechos humanos nunca fueron
respetados.
Algunos dirán como excusa, que eso es parte de la historia, pero no,
sigue sucediendo una y otra vez cuando tienen el poder. Bill Clinton no tuvo el
valor de responder a un acto de guerra contra ciudadanos estadounidense, dos
misiles cubanos los pulverizaron junto con sus avionetas en aguas
internacionales, sus derechos no alcanzaron el nivel de los de Khashoggi. Como
premio por no seguir asesinando fuera del territorio cubano Barack Hussein
Obama abrió una embajada en la Habana y se fundió en un histórico abrazo con
Raúl Castro, quien dio la orden de derribar las avionetas y ha sido
corresponsable de la muerte de más de 100,000cubanos.
Obama y Hillary Clinton tampoco pudieron defender los derechos humanos
de nuestros diplomáticos en Benghazi, Libia por hordas yihadistas, trataron de
justificar estúpidamente el ataque a la embajada y le negaron los refuerzos que
reclamaban. Los restos del embajador y sus derechos fueron arrastrados por las
calles después de haber sido violados con sevicia.
Esa es la forma en que estos señores han defendido nuestros derechos
humanos, y ahora en un arranque de hipocresía descomunal pretenden que Estados
Unidos rompan relaciones con un país indispensable para nuestra política en el
Medio Oriente y con el que mantenemos relaciones comerciales muy beneficiosas.
Todo esto porque un extranjero, que no era nuestro amigo, como no lo son los
Hermanos Musulmanes, fue muerto en otro país y cuyos ejecutores han sido
detenidos.
Estados Unidos no puede ni debe tratar de imponer nuestra norma de
conducta a los demás países del mundo. Si tratara de hacerlo realmente tendría
que empezar por romper relaciones con 150 países donde no se respetan los
derechos humanos como los concebimos nosotros. Empezando por una islita que
está a solo 90 millas de nuestras costas, llevan 60 años vulnerando la dignidad
humana y hasta han logrado legalizar internacionalmente un nuevo sistema de
esclavitud contemporánea.
El Presidente tiene el derecho, y para eso lo elegimos, de dirigir la
política exterior de la manera más beneficiosa para sus ciudadanos. No podemos
sacrificar ni la seguridad ni el bienestar económico del pueblo americano en
aras de derechos de personas de otros países que ni creen ni respetan estos
derechos.
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