"La estrategia de Raúl Castro, resumida en el mantra “sin prisa pero sin pausa”, ha contribuido a los pobres resultados de las reformas emprendidas en 2017..."
LATINEWS/M3.
La única
disyuntiva realista que tiene Cuba ante el grave deterioro económico son las
reformas estructurales que Raúl Castro inició en 2007. Estas reformas han
conseguido avances notables, como la extensión del sector no estatal
(especialmente del trabajo por cuenta propia), el aumento del usufructo de
tierras, la creación de las cooperativas de producción no agrícola y de
servicios, y la liberación de la compraventa de viviendas. Otras se quedan
cortas: como la zona de desarrollo del Mariel, de 400 propuestas de inversión,
el economista Jorge Pérez-López confirma que solo se han aprobado 25 en tres
años; la inversión extranjera promedió los 673 millones de dólares anuales en
2015-16, una cuarta parte de los 2.500 millones que se necesitan al año. No se
han aprobado medidas clave como la unificación de las dos monedas en
circulación, la reforma global de precios, el aumento de los salarios reales,
etcétera. Por otra parte, sigue prevaleciendo el plan central sobre el mercado
y la propiedad estatal sobre la privada, así como la oposición a la
concentración de la riqueza y la propiedad. El muy discutido Plan 2016-2030 no
tuvo en consideración la crisis venezolana y es en realidad un listado de metas
sin especificar las vías para lograrlas; no hay una estrategia coherente y
efectiva para paliar la crisis. A final de 2017, la reforma no habrá producido
efectos económicos tangibles.
La estrategia de
Castro, “sin prisa, pero sin pausa”, ha contribuido a los pobres resultados.
Desde 2015, además, se han registrado una larga pausa y algunos retrocesos,
como la suspensión indefinida del otorgamiento de licencias a algunas
ocupaciones cuentapropistas esenciales, el paro en la creación de cooperativas,
la reintroducción del acopio, etcétera. Todo parece haberse pospuesto para
febrero de 2018, cuando Castro se retirará de la presidencia. En este contexto,
las sanciones de Trump pueden beneficiar a los duros que se oponen a las
reformas, perjudicar a la población y al sector privado.
Posibles
alternativas
La retirada de
EEUU de varias áreas de importancia mundial abre una brecha que está siendo
ocupada por otras potencias, como China y Rusia. ¿Pueden estos países
reemplazar a Venezuela como socio económico de Cuba?
China es la
segunda economía mundial, el segundo socio comercial de América Latina y uno de
sus principales inversores. En 2011, el gigante asiático se convirtió en el
segundo socio comercial de Cuba, con un 10% del intercambio total, y en 2016
subió al primer lugar (debido a la caída de Venezuela), con un 20% de dicho
intercambio. Sin embargo, el volumen de comercio en 2016 fue solo un 25% mayor
que en 2011 y se estancó respecto a 2015. La principal exportación cubana a
China son 400.000 toneladas de azúcar a partir de un viejo acuerdo, pero el
total exportado se contrajo un 67% entre 2011 y 2016. Por el contrario, las importaciones
chinas por parte de Cuba casi se duplicaron. Por ello, el déficit comercial
cubano con China ascendió a 2.070 millones de dólares en 2016, casi cinco veces
superior al de 2011, el mayor entre todos los socios comerciales y el doble que
el déficit con Venezuela. El déficit se financia con créditos blandos y la
deuda se reestructura periódicamente. Después de las condonaciones, China es el
principal acreedor de La Habana, y desde 2015 ha invertido sustancialmente en
Cuba, en sectores como infraestructura, turismo, energía renovable, plantas
eléctricas y ensamblaje de ordenadores, telecomunicaciones, automóviles,
autobuses, camiones, tractores, utensilios domésticos, etcétera.
En cuanto a Rusia,
en 2016 el intercambio comercial representó el 1,8% del total del comercio de
Cuba (menor que en 2011-12), situándose en decimoquinto lugar. Esta relación
comercial supone un déficit de 158 millones de dólares. Rusia se comprometió en
2016 a enviar a Cuba 250.000 toneladas de petróleo (1,8 millones de barriles),
un suministro para 17 meses (basándose en los 105.000 barriles que Venezuela
enviaba en 2012). En 2017, el gigante petrolífero Rosneft, en su mayoría
controlado por el Estado, anunció que aumentaría el suministro petrolero a
Cuba, sin embargo, el ministro de Energía, Alexander Novak, advirtió que dichos
envíos debían tener una financiación segura, algo muy difícil debido a la
crisis cubana. El profesor de la Universidad de Tejas en Austin Jorge Piñón
sostiene que parte de dicho cargamento fue financiado por la petrolera estatal
venezolana, PDVSA, a la cual Rosneft ha prestado entre 4.000 y 5.000 millones
de dólares. Si a finales de año Venezuela no paga lo que debe, Rosneft podría
tomar el control de la compañía Citgo venezolana que opera en EEUU, lo cual ha
creado preocupación en Washington.
Por otra parte,
Rusia ha firmado varios acuerdos con Cuba para modernizar el armamento, las
turbinas de los molinos azucareros y las locomotoras. También se ha estudiado
la modernización de la refinería de petróleo en Cienfuegos, pero Piñón estima
que requerirá entre 3.000 y 5.000 millones de dólares. En parte debido a las
sanciones y a la caída en el precio del petróleo, la economía rusa sufrió una
fuerte recesión en 2013-16, pero en 2017 comenzó una recuperación, y el Banco
Mundial predice una tasa de crecimiento del PIB ruso del 1,3%-1,4% entre 2017 y
2019. No obstante, Rusia tiene que hacer frente a graves problemas
presupuestarios, y este año vendió por 10.000 millones de dólares el 20% de las
acciones de Rosneft a Qatar y Glencore, operación que fracasó posteriormente.
El presidente ruso, Vladimir Putin, muestra una osadía política que no se
corresponde con la situación económica de su país, y desearía restablecer una
punta de lanza a 90 millas de EEUU. No obstante, parece dudoso que Putin se
cuelgue al cuello la piedra de molino cubana, cuyo coste entre 1960 y 1990 fue
de 65.000 millones de dólares.
Para que China
sustituya a Venezuela como socio económico de Cuba, la ayuda actual tendría que
multiplicarse por tres, y el intercambio comercial por cuatro partiendo de los
niveles más altos. En el caso de Rusia, el intercambio comercial tendría que
multiplicarse por 28. Ambos países no podrían comprar servicios profesionales
cubanos, tanto por su altísimo coste (9.500 millones anuales) como por el
impedimento que supone el idioma. Puede concluirse, por ello, que China y Rusia
ayudarán, pero no reemplazarán a Venezuela, ni retornarán a la época dorada de
la relación cubano-soviética.
Es imposible que
otros países puedan rescatar a Cuba. Se especula que si Andrés Manuel López
Obrador es elegido presidente de México en las elecciones de 2018, con su
plataforma populista de izquierda, podría suministrar petróleo y ayuda a La
Habana. Pero el Congreso mexicano estaría controlado por el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de Acción Nacional (PAN), que
supondrían un potente obstáculo.
Durante casi medio
siglo, Cuba ha dependido de la ayuda generosa y el comercio beneficioso con la
URSS y, posteriormente, con Venezuela. Aunque la isla ha recibido de ambos más
de 100.000 millones de dólares en ayuda (unos 2.000 millones anuales), ha sido
incapaz de transformar su estructura económica, a fin de generar suficientes
exportaciones para financiar sus importaciones y producir un crecimiento
económico sostenido así como servicios sociales adecuados. Es difícil que otra
potencia se haga cargo de la economía cubana. El camino que le queda a Cuba es
profundizar y acelerar las reformas estructurales. ●
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