"La primera vez ocurrió cuando Marti tenia 21 años, junto a su amigo, "roommate" y conteporaneo..."
José
Martí, –deportado en dos oportunidades
desde Cuba con sentencias pendientes de cumplir en España, – entró en Francia
dos veces, cruzando Los Pirineos de forma irregular. El objetivo era llegar al
gran puerto de Le Havre para regresar a América.
La
primera vez ocurrió cuando Martí tenía 21 años, junto a su íntimo amigo,
roommate y contemporáneo: Fermín Valdés Domínguez recién graduado de médico en
Zaragoza; como lo fue Martí en Leyes y Filosofía. Era diciembre en la Navidad
de 1874. Fermín alquiló un “mansard” en la Rue de Rivoli #28. Allí pasaron unas
tres semanas recorriendo el París de la misa de 12m., en la iglesia de San
Eustaquio donde tocaba el órgano Franz Listz; las ruinas de la Bastilla y las
márgenes del Sena, el Teatro L’Odeon
y el de la Comedia Francesa donde asistió a la inauguración de un busto de
Alejandro Dumas, hijo. Era la “Ile de
France” en todo su esplendor, recuperándose de la Guerra Franco-Prusiana y
de los estragos de la Comuna tres años antes.
Pepe,
como buen “flaneur” no perdía ocasión
para participar con su francés cubanizado en las tertulias literarias y
políticas que se multiplicaban en los cafés parisinos. Tanta era su elocuencia
y genialidad que en muy pocos días se puso de moda la frase: “C”est gars-la est un Martí”, para
referirse a un orador culto y exitoso.
Fermín
–que era el hijo adoptivo de la hermana de don José Mariano Domínguez, un
clérigo guatemalteco muy rico, asentado en la Habana, – conocía al poeta August
Vacquerie cuyo hermano era casado con Leopoldina, la hija de Víctor Hugo.
La
entrevista, en idioma francés, no se hizo esperar y la empatía y la admiración
mutua surgieron desde el primer momento, tanto que Hugo de 72 años, que le
llevaba a Martí cincuenta y uno, le dio su obra Mes Fils, a un joven cubano
casi desconocido para que la tradujera al castellano. Ese trabajo, tenía un
valor sentimental muy grande para Hugo, puesto que se refería en tercera
persona a la muerte de sus dos hijos: Charles y Francois Víctor.
Víctor
Hugo era en aquellos días la personalidad más importante, influyente y querida
de Francia. Estaba en la cúspide de su vida a sólo doce años de haber escrito
Los Miserables. Compartía con Martí su pasión por la libertad; su poesía
romántica; su literatura novedosa y un curioso “catolicismo agnóstico”. Ambos
habían sufrido persecución política y doloroso destierro.
Cuando
el Celtic, de la línea White Star, estaba en alta mar rumbo a New York, –
escala para ir a México donde lo esperaba su familia, – lo llamó el capitán:
Monsieur / Mr.Martí :” Would you mind coming with me to your first class
stateroom”?
Era
un regalo-sorpresa de Fermín que le permitió, con las comodidades de la primera
clase, comenzar y terminar la traducción encomendada en los doce días (de los
diecisiete programados) que duró ese viaje que fue extraordinariamente tormentoso:
“perseguido por una tormenta de lluvia, granizo y borrascas de nieve” como lo
relató el New York Times a principios de enero de 1875. Martí no salió de su
camarote.
A
su arribo a México, “Mis Hijos” de Víctor Hugo fue publicado en 1875 por el
Editorial El Federalista de la capital mexicana. Fue un éxito de venta inmediato.
Aunque
Martí continuó escribiendo periódicamente acerca del Patricio francés, que
murió en 1885. Ellos no volvieron a encontrarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario