Por, Luis Marín
Los politólogos solían dividirse entre cínicos
y poetas. Los unos pretenden ver el mundo crudamente, atrapar la realidad tal
cual es, sin adornos, por eso también les gusta llamarse “realistas”; los otros
quieren soñar un mundo mejor, son cultores de la buena fe y lo que más detestan
es que se les tome por ingenuos.
Los cínicos aparentan tener un mejor
dominio del arte, en particular, de la política y la guerra, que para ellos
resumen el compendio de los asuntos humanos; mientras el mundo, la calle, se
encarga de defraudar a los poetas, de desbaratar sus vanas ilusiones.
Antes de que se despeje el humo de los
fuegos artificiales, los cantos y celebraciones, no más se sacan los numeritos
ya se ve quienes acapararon las fichas y quienes se quedaron con los bolsillos
vueltos de revés, quienes sacrificaron todo por nada y quienes no arriesgaron
nada pero se quedaron con todo.
Por ejemplo, los partidos políticos:
Primero Justicia, el relevo socialcristiano de COPEI y AD, abanderado de la
socialdemocracia con otros socialdemócratas detrás, sin duda ganaron.
Casualmente, los mismos que asistieron a Miraflores para apaciguar al país
luego del 12F de 2014. Esto ya prefigura un pacto no confesado pero funcional.
La MUD pasó su aplanadora, como en los
viejos tiempos, piloteada casi por los mismos de siempre; mientras otros que
les empujaron el carro con gran esfuerzo y sacrificio no tienen partido, ni
cargos y sus aspiraciones serán echadas al desván rápidamente.
Por no hablar de quienes perdieron sus
vidas, bienes, empleos, los aventados al exilio o se pudren en las mazmorras de
la dictadura; éstos tienen menos que celebrar y antes que los anteriores serán
olvidados, que hasta tiene algo de embarazoso estar hablando de muertos, presos
y exiliados en una cena de Navidad.
El hecho crudo y duro es que unos seguirán
comiendo langostas con champaña mientras otros son sumergidos en la ignominia e
incertidumbre; pero esto es lo que nos lleva al meollo de la cuestión
humana que encierra la disparidad esencial entre cínicos y poetas.
Los cínicos pueden ganar, pero hay algo
en ellos que molesta, por eso no pueden exhibirse como lo que son sino que más
bien suelen encubrir sus éxitos personales como si fueran “de todos”, victorias
del pueblo, es decir, de los sempiternos perdedores.
Si uno de estos días nos invaden los
chinos para cobrarse tanta deuda acumulada, gente como Julio Borges, Ramos
Allup, Timoteo Zambrano, emergerán formando parte del nuevo gobierno pro-chino.
Podrá preguntarse: carajo, ¿cómo hicieron? Y la única respuesta plausible
sería, sin que esto implique ninguna acusación: “Es parte de su naturaleza,
como del corcho es flotar”. No pueden evitarlo. Ellos son así. Otros, que no
sería largo pero sí lastimoso enumerar, serán torturados con torturas chinas,
aislados y silenciados, asesinados en la resistencia si es que no logran huir
al exilio.
Quizás en todo el mundo es así y siempre
haya sido así en la historia, tal vez no exista ninguna razón para pensar que
alguna sociedad humana esté o haya estado libre de esa suerte de aristocracia
británica, siempre ilustre, alerta, anticipada a la vanguardia, dueña y
merecedora de todo, mientras que los demás muerden el fango.
Esto ha dado pie a todas las revoluciones
que nunca han terminado en nada que no sea peor injusticia e iniquidad, no
exentas de mayor violencia y despotismo.
Si no se encuentra cura para este mal, la
próxima revolución que nos sorprenda (quien sabe si sea islámica) no dejará
cabezas para ninguna otra.
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