miércoles, 20 de enero de 2016

LA TACTICA DEL LOCO ES UNO DE...


 
Por Luis Marin Politólogo y abogado

La táctica del loco es uno de los modelos clásicos de la teoría de juegos, derivación del conocido “juego del gallina” que habría sido popular a mediados de los años cincuenta entre los adolescentes norteamericanos.

 En una de sus variantes el juego consiste en que dos carros se lanzan a toda velocidad, uno contra el otro, sobre la línea blanca de una carretera y el primero que se desvíe de la línea, pierde. Los chicos le pueden gritar triunfalmente: ¡Gallina!


 Una táctica para ganar el juego consiste en hacerse el loco y si un jugador resulta lo suficientemente convincente como para hacer creer a los demás que nada le importa, obliga al otro a volverse sensato con lo que su posibilidad de ganar aumenta. La paradoja es que mientras más insensato, más probabilidades tiene de salirse con la suya; pero si  el otro hace lo mismo, ambos estarán en grave peligro.

Aunque pueda parecer algo frívolo, este modelo es utilizado por respetables politólogos para analizar determinados conflictos internacionales, por ejemplo, el caso de Corea del Norte, el programa nuclear iraní o el extremismo árabe contra Israel.

El modelo clásico fue desarrollado en la crisis de los cohetes de Cuba o crisis de octubre de 1962, que enfrentó a John F Kennedy con Nikita Kruschev. Los famosos think tank norteamericanos estaban convencidos de que las actitudes teatrales de Kruschev (como cuando golpeó con el zapato su podio en la ONU) eran para impresionar, aparentar que estaba lo suficientemente chiflado como para no importarle llegar hasta una guerra nuclear; pero tras esa fachada se encontraría a un líder responsable.

Afortunadamente tuvieron razón, Kennedy mantuvo firme el bloqueo naval de Cuba y Kruschev ordenó desmantelar las bases de lanzamiento y retiró los misiles nucleares, en  medio de una tremenda pataleta de Fidel Castro que convocó manifestaciones en La Habana con consignas como: “Kruschev, mariquita, lo que se da, no se quita”.

No en balde Castro es conocido desde su juventud como “el loco Fidel” y cuando le conviene adopta poses atrabiliarias. Se ve como pasó del slogan “qué importa la vida de un hombre cuando está en juego la vida de un pueblo”; al “qué importa la vida de un pueblo cuando está en juego el destino de la humanidad”.

Sin embargo, luego de la rabieta toma una actitud circunspecta y acepta los hechos: no rompió relaciones con la URSS y se conformó con que EEUU suspendiera el bloqueo. Un hecho curioso es que más de medio siglo después de retirados los buques norteamericanos, Castro todavía  sigue aprovechando la propaganda del “bloqueo” para mantener el estado de sitio en la isla y justificar su bancarrota.

 En Venezuela nos están acostumbrando a estas puestas en escena, a estos arranques melodramáticos de amargas rupturas con reconciliaciones subsiguientes que son tan propias del teatro, haciendo la salvedad de que éstas son inofensivas; pero cuando se llevan a la política pueden tener trágicas consecuencias, que ninguno de los actores pretende ni está en condiciones de predecir.

Los actores del régimen no tienen que hacer el menor esfuerzo por parecer locos desenfrenados. Todo el mundo recuerda el sonsonete “Chávez los tiene locos” o bien la confesión de que Chávez era quien controlaba al loco que todos ellos llevan dentro.

También al morir Juan Vicente Gómez el comentario fue: “Murió el gran loquero”.

 

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