La Soledad del
Cuerdo es el interesante e inquietante título (que invita a su lectura
inmediata) de la maravillosa primera novela de la autoría de la talentosa joven
Lola Benítez Molina, nacida en Málaga (España) e hija del famoso y prolífico
escritor y poeta Carlos Benítez Villodres.
El meollo de esta
obra vertebrada por 13 capítulos, se basa en el interesante programa encauzado
hacia la interesante y transcendental investigación de las células madre, el
cual tiene lugar en New York, uno de los puntos focales en donde se desarrollan
los estudios. El otro es Granada, la ciudad de la protagonista Cris, y adonde
ella regresó tras de un año en el que trabajó como enfermera en el hospital
Mount Sinaí, lugar que había sido asignado a su marido mediante una beca para
la investigación de las susodichas células madre
En el hospital trabajó bajo las órdenes del prestigioso escritor y psiquiatra, doctor Richard Stanton (el principal protagonista) de quien quedó prendada desde el momento en que lo conoció. Le impresionaron de él muchas cualidades: Su personalidad carismática; su don de gentes; su varonil y gallarda apostura; su inteligencia; y su gran sentido del humor.
En el hospital trabajó bajo las órdenes del prestigioso escritor y psiquiatra, doctor Richard Stanton (el principal protagonista) de quien quedó prendada desde el momento en que lo conoció. Le impresionaron de él muchas cualidades: Su personalidad carismática; su don de gentes; su varonil y gallarda apostura; su inteligencia; y su gran sentido del humor.
A la larga, esa
admiración que ella sentía por él, se convirtió en un amor platónico pues
aunque Richard alguna vez llegó a decirle que le gustaría envejecer a su lado,
no pasó de allí, porque él respetaba su condición de mujer casada como aún lo
era.
Al llegar aquí a
la Gran Manzana, Cris puso a sus hijos al colegio, y con su esposo comenzó su
vida normal como pareja laboral que frecuentemente llega a la rutina de:
Trabajo-casa, casa-trabajo. Para romper esa monotonía, ella frecuentemente
tenía reuniones y pequeñas fiestas con sus más allegados amigos y en las cuales
-por supuesto- no podían faltar Richard y Gustav (con Dana, su esposa), el
amigo de él desde la infancia y con quien continuaba sosteniendo una bella,
leal e inquebrantable amistad.
El año de
residencia en New York fue un tiempo de inolvidables y enriquecedoras
experiencias, y encuentros; mas también lo fue de dolorosas pérdidas, y de
ausencias irreparables, como la muerte de la esposa de Richard, quien murió de
Alzheimer, y el deceso a temprana edad, de la hermana de Gustav.
Refiriéndose a
este exitoso amigo, habla de sus avances y sus descubrimientos sobre cómo los
órganos vitales del pez cebra se pueden regenerar por completo; y muy
satisfecha, a su debido tiempo comenta que su marido y sus compañeros continúan
progresando en el hospital Mount Sinaí con las innovaciones de las células
madre, llegando a descubrir la célula resistente a la quimioterapia, y el
bloqueo que debe hacerse de la célula mutada responsable de que el tumor
avance, para frenarla a fin de detener su crecimiento y expansión. Además
-según dice-, llegan a producir órganos en perfectas condiciones, capaces de
sostener nuestra subsistencia. También en lugar de emplear embriones congelados
para la fecundación “in vitro” como solía hacerse, “descubren un nuevo
procedimiento de obtención. Aprovechan cuando fallece un donante de órganos y,
antes de implantarlo, obtienen parte de la célula madre de ese órgano, para
luego en el laboratorio poder obtener uno nuevo a partir de ahí. Es así como
comienzan a curar la diabetes a partir del trasplante de páncreas. De esa
forma, muchas de las enfermedades crónicas podrían dejar de serlo”.
Volviendo atrás y
como se mencionó antes, el amor de Cris por Richard continuó entronizado en su
corazón hasta el final, mas quien le ganó la partida fue su amiga Graciela, por
ser una mujer determinada y audaz que siempre conseguía sus propósitos (tesón
que a ella le faltaba), y quien se valió de diferentes subterfugios para
conquistarlo, tales como por ejemplo el de hacerse enviar flores ella misma a
fin de despertar interés y celos en él. Esto lo supo Cris, mas siendo mujer de
gran probidad e integridad, muy noblemente le guardó el secreto. Más tarde ella
deploraba no haber terminado a tiempo la relación con su marido (quien
finalmente terminó dejándola), ya que la unión familiar que tanto había
anhelado no se había dado aunque para entonces, ella continuara obstinadamente
pensando lo contrario.
Tras de su regreso
definitivo a Granada, y en un congreso al cual asistió Richard (de quien ella
no pudo ni siquiera despedirse en New York) como ponente del Congreso
Internacional de Salud Mental, ella volvió a verlo y con inmenso dolor y
desencanto, supo que lo acompañaba Graciela, con quien se había casado. Aquel
día él estaba tan inmerso en su tesis que no se percató rápido de su presencia.
Luego conversaron brevemente, aunque paradójicamente hubiera mucho y a la vez
muy poco para compartir. Reconocía que Richard nunca fue realmente suyo, y en
ese encuentro, amargamente comprobó que lo había perdido para siempre. Aceptó
con tristeza su realidad, mas con gran fortaleza espiritual, se prometió a sí
misma, no buscarlo nunca más.
Para abrillantar
aún más esta novela, no falta la transcripción de dos bellísimos sonetos de la
autoría de su padre, Carlos Benitez Villodres, y otro de su madre Loli Molina
Díaz, titulada “Mi Silencio”.
Como es de
suponer, en este maravilloso libro no pueden faltar los relatos sobre la
cotidianidad de la vida familiar, cultural y social de la Babel de Hierro, ni
la cita de sus lugares típicos como el Central Park, Rockefeller Center y los
sitios más turísticos de la 5a. Avenida, en donde precisamente tenía su
residencia su amigo Gustav, como también connotados artistas y escritores,
algunos de los cuales en ciertas ocasiones se hacían presentes en sus reuniones
sociales.
He de poner de
relieve, que esta novela está también enriquecida por muchas anécdotas basadas
en las experiencias psiquiátricas de los protagonistas, con conclusiones por
demás interesantes por sus pragmáticos análisis como el de la transformación
sufrida por nuestra sociedad actual, y por consiguiente la necesidad de
inculcar en ella nuevos valores. Asimismo se encuentran reflexiones cual
epílogos o epigramas como por ejemplo: “No hay peor batalla que la que se
entabla consigo mismo” –Churchill. O: “Las pérdidas y los encuentros son los
que marcan nuestras vidas”; o citas de frases de famosos intelectuales como la
de Walt Whitman: “No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en silencio
espantoso. No te resignes”; o la de Flaubert: “Cuidado con la tristeza, que
ésta puede convertirse en vicio”; o en su propio concepto: “Uno puede elegir
entre dos caminos: el de las lamentaciones o el de la superación”. Por la
esencia de la obra, frecuentemente se mencionan enfermedades de carácter mental
como por ejemplo: “Trastorno bipolar”; y otros diagnósticos como “traumatismo
craneoencefálico”, o “fractura de meseta trivial” o “cifosis dorsal”, amén de
otras anomalías de esta índole.
Describiendo a
Gustav, uno de los más destacados protagonistas, y de su afición por leer a los
grandes filósofos y eruditos de la época, se refiere al difícil y aparentemente
contradictorio y especial carácter (con cambios extremos en su comportamiento)
de algunos de estos destacados personajes y genios de la historia, de quienes
se ha llegado a considerar (quizás incomprensivamente), que arribaron casi al
borde de la locura, como Picasso, Van Gogh, Beethoven, y muchos otros que nos
han dejado un legado de incalculable valor, a pesar de que el ente humano
dentro de ellos, estuviese lleno de conflictos internos que se reflejan en su
obra. Así, ella dice: “Algunos de ellos llegarán a rozar la locura, pero no
será sino su extrema cordura la que les llevará por unos derroteros de angustia
infinita. La soledad del cuerdo es como yo lo llamo, y aquí expongo… ”. De esta
cláusula se origina el título de su originalísima novela que refleja su gran
talento e inquieta intelectualidad investigativa.
Es de anotar que
destacados escritores e intelectuales han abordado el tema de esa inquietante,
aparente locura de algunos de los grandes genios, como por ejemplo el humanista
holandés Erasmo (Desiderio) n. en Rotterdam con su admirable libro “Elogio de
la locura”. Y viene al caso también (y para orgullo de nuestra Lengua
Cervantina), mencionar que recientemente la talentosa poeta y escritora
hispalense Isabel Diez Serrano, publicó el maravilloso poemario titulado “La
llamaban loca”, sobre el cual -dicho sea de paso-, esta servidora se permitió
escribir una reseña.
Volviendo atrás:
Cuando Cris regresó definitivamente a Granada, llena de nostálgicos recuerdos y
pesares, más sobreponiéndose fuertemente a sus sentimientos amorosos y
desencantos, continuó trabajando en el área de psiquiatría. Mas he aquí el final
e inquietante desenlace: Un día ya a las puertas de la tan ansiada primavera
(su estación preferida), sorpresivamente recibió un paquete certificado y sin
remitente, que ella abrió con gran curiosidad. Era el tan significativo libro
de lomos gastados que había tenido entre sus manos un par de veces cuando
residía en New York. Adentro a guisa de marca páginas sobresalía la foto de su
amor inalcanzado: Richard. Era la misma foto que su mujer le había mostrado el
día en que había ido a visitarla a su casa: “Cuando esta foto hable, dejaré de
quererte”. Una luz de esperanza que la envolvió en un halo de embriagadora
sensación, volvió a brillar en su vida… Quizás algún día fuera suyo este hombre
que había cautivado sus sentimientos de mujer…
Resumiendo: Es digna
de ser leída esta admirable novela cuyo tema principal que es la transcendental
investigación con células madre, está bellamente entretejido entre la traba y
la urdimbre de una bellísima historia de amor. ¡Albricias para Lola Benítez
Molina, la inteligentísima autora de mentalidad muy avanzada y futurista, quien
visualiza avances y cambios estructurales en nuestra sociedad, y quien con su
admirable obra nos enorgullece poniendo una estrella más de triunfo en el
firmamento de nuestras letras!
Lola Benítez
Molina nace en Málaga donde reside habitualmente. Ha participado en distintos
medios de comunicación. Tiene escritos varios relatos en diversas antologías,
entre ellas: “La verdad muda”. Esta es su primera novela.
Leonora Acuña de
Marmolejo, Colombo Americana. Escritora, poeta, periodista, crítica literaria,
y pintora. Autora de varios poemarios, libros de cuentos, y una novela. Reside
en Levittown, New York desde 1966.
La primera novela de la escritora malagueña Lola Benítez Molina desarrolla un argumento intimista en torno a las vivencias de su protagonista, una española que junto con su marido emigra a Nueva York a fin de trabajar -ella, como enfermera; él, como investigador científico- en un prestigioso hospital de dicha urbe.
ResponderEliminarEncuadrado de lleno en el género narrativo de la novela psicológica, formalmente se ajusta de pleno a la sucinta definición formulada en 1988 por "El pequeño Espasa" -publicado por la Editorial Espasa Calpe-, ya que su argumento "pospone la narración a la descripción de los estados de ánimo, pasiones y conflictos psicológicos" de los personajes.
Y lo hace con un vocabulario fluido, carente de solecismos, horro de toda ampulosidad , estructuralmente con ausencia total de signos como los guiones y los paréntesis, recursos que utilizan otros autores para insertar aclaraciones a veces farragosas o redundantes en la narración o en el discurso de los personajes: en definitiva, haciendo gala de una gran economía de puntuación supernumeraria en aras de otorgarle prominencia al sentir, pensar y discurrir de los intérpretes a quienes la autora hace desfilar por las páginas del relato.
La arquitectura de la obra responde a la estética realista mas en la factura caracterológica de sus personajes y de sus expresiones verbales y pensamientos reverbera el subjetivismo típico del romanticismo. Dificil maridaje del que no obstante emerge victoriosa la autora, haciendo abrigar en los lectores animosas expectativas respecto del reiterado acierto de sus futuras obras.
Llaman gratamente la atención, por su añadidura de espontaneidad denudada de todo fingimiento- las frecuentes referencias de la autora a aspectos incontrovertibles de la realidad coetánea -tanto científica, sociológica como cultural-, valiendo por todas esta reflexión que pone en boca de uno de sus agonistas: "El estrés y el afán de ser superior al otro, de querer acaparar riquezas por el camino más corto, de avasallar sin medida, no lleva más que al deterioro de nuestras plenas facultades...Hay que poner freno. Hay que volver a inculcar valores. Hay que poner castigos acordes con el daño causado. No se puede premiar a los opresores y machacar a los oprimidos...el porcentaje de desquilibrios mentales va en asombroso aumento, y no cabe otra explicación de que es a consecuencia de la vida que llevamos...Nuestra mente no está preparada para asimilar todo tipo de iniquidades, y, una vez que uno se sale del camino correcto, volver al mismo es bastante inverosímil...La insatifacción se ha apoderado de todo. Hemos llegado a un punto que, por cualquier nimiedad, se pierden los estribos. Nuestra misión es buscar soluciones para paliar los efectos adversos, recuperar la ansiada paz interior".
En muchos momentos, "La Soledad del Cuerdo" mueve a evocar, como motor de la conducta de sus personajes, el contenido de estos pensamientos de Erich Fromm expresados en "El arte de amar" (1956): "El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque lo necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo."