domingo, 4 de septiembre de 2016

DON SINDULFO Y NUESTRO SORPRENDENTE ALCALDE GIMENEZ



– ¿Qué le ha ocurrido don Sindulfo?
             Don Sindulfo había entrado a la oficina del director, portando una extraña expresión de alelamiento en el rostro.
              –Trae usted un semblante de marcada sorpresa. ¿Qué ha descubierto que le produce semejante expresión?
               –Perdone señor director….
              El director se encontraba trabajando junto al redactor en jefe, el señor Adam Dehoy, en la próxima edición del periódico, cuando; sorpresivamente había ingresado a la oficina don Sindulfo, con aquella desacostumbrada expresión en el rostro. Don Sindulfo no era persona que mostrara con facilidad estados de ánimo de ninguna clase; ya fuera esta de aprobación o rechazo.
              – ¡No!… si le perdono. Solo que me inquieta, pues usted no es de los que descubren su estado de ánimo con tanta facilidad. Dígame, ¿que ha visto usted que le ha producido semejante sorpresa?
             –Tal vez usted no lo crea, pero he visto al alcalde Carlos Giménez junto a la policía, durante la investigación de un crimen, donde una niña afroamericana había resultado herida de gravedad, en lo que muestra ser un atentado, contra el padre de la niña.
              – ¡¿Y eso le sorprende tanto?!

             – Pero claro… si es la primera vez que veo al alcalde Giménez interesado en algo semejante. No olvide usted, que casi a diario ocurren cosas idénticas en el Condado y ¡NUNCA! Yo había visto al ahora alcalde presente en una investigación de esta índole. Y no solo ahora que es alcalde, tampoco lo vi durante sus años de comisionado. Yo a Carlos Giménez solo lo he visto presente en actividades económicas… Claro que ahora está en campaña política para su intento de reelección, y esta puede ser parte de la estrategia para dejarse ver preocupado en asuntos de índole ciudadana, además que es muy conveniente en un barrio mayoritariamente afroamericano, que no están en nada satisfecho con él.
              –Insinúa usted que ha sido una acción, con interés politiquero.
              –No es que yo lo insinúe, es que no parece otra cosa. ¿Lo ha visto usted alguna otra vez en una escena semejante? Yo no…
              –Bueno don Sindulfo, recuerde que es el alcalde, y seguramente estará muy ocupado en administrar los 6,000 millones de dólares del presupuesto del Condado…
              –Ciertamente es mucho dinero, señor director y tener el control de esta cantidad de dólares, produce mucho poder, pero no creo que sea más importante que la vida de los ciudadanos, que están muriendo casi a diario en actos criminales, mientras el alcalde reduce el número de policías y no muestra interés en dar señales de compasión alguna en estas situaciones…. Debo decir, hasta ahora, que por primera vez, se le ve interesado.
              –Bueno, pero usted mismo me ha dicho que lo había visto haciendo ese acto de presencia que ahora me refiere, junto a la policía.
             –Sí, pero también le dije que era la primera vez, en mas de los alrededor de diez años que ha sido parte del gobierno condal, primero como comisionado y ahora como alcalde.
             –Bueno sería interesante preguntarle a él, seguramente tendrá la explicación adecuada del porque…
             – ¿Del por qué? Creo que puedo presumir la respuesta a esa pregunta… “volteara la cabeza hacia el lado opuesto donde usted está, entornara los ojos, pestañeara un par de veces, hará un mohín con la boca, y recitara la repetida explicación de que él es el único capaz de administrar el Condado… que no existe nadie más, –aunque el que venga, detrás de él, tal vez no necesite lo diez vice administradores que él creó para que los ayudaran a administrar el Condado.–”  
             –Don Sindulfo… creo que no le conviene a usted descubrir sus opiniones… Eso a menudo resulta costoso, ya sea económica o políticamente…
             Don Sindulfo se acomodó la bufanda y el sombrero, miró al director, hizo un gesto de resignación, mientras volteaba la mirada al señor Adam, que como de costumbre permanecía en silencio, tragó en seco e hizo un gesto de aprobación
             – Lo sé. De hecho ya me ha costado. Recuerdo que en tiempo de Alex Penela, el administrador de entonces el señor Merrett R. Stierheim, me sacó de un programa que el Condado había creado para los periódicos comunitarios, porque; –disfrazado de taza de café, ingrese al piso 25–, descubrí y publiqué, la dependencia del administrador Stierheim con David Lawrence editor del The Miami Herald de entonces. Hizo de todo para sacarme del programa y tuve que recurrir a la Comisión de Ética la que finalmente determinó que la acción del administrador era discriminatoria e ilegal. De cualquier forma perdí un año de publicidad. Y todo por un artículo que preguntaba a quien el administrador respondía… ¿al Condado o al The Miami Herald? 
              –Entonces... ¿Usted ya sabe lo que puede ocurrirle?
              –En todo caso a usted, que es el dueño del periódico. Yo solamente soy un empleado, que aun no ha firmado el contrato. No olvido que aun estamos negociando el salario…
              –No sea usted tan materialista, don Sindulfo. No tema usted, le aseguro que será muy beneficioso para usted… y nosotros.
             – Si, pero mientras tanto sigo con la bicicleta rota y no he podido repararla.
              – ¡Oh! Es cierto, olvidaba que usted se desplaza en bicicleta.
              –Me desplazaba, le repito que la bicicleta está rota, por ese motivo, no he podido conseguir toda la información sobre la crisis de los periodistas…
             –Se refiere usted a la controversia entre Romani y Almesto, en la que ambos aseguran estar en la asociación de periodistas cubanos legítima…
                –Exacto. Pero esto se ha ido complicando tanto, que no sería nada extraño que los castristas les hayan tendido una trampa alimentando la crisis para acabar de hecho con la asociación.
                –Si eso es algo a lo que tendríamos que dar importancia. Me parece don Sindulfo que sería una muy buena asignación para usted….
                – Si. Creo que sí. El tema tiene enjundia…
                –Y merece ser atendido.
                – ¡¿…!?

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