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Tres noticias económicas
recientes ejemplifican la nefasta relación causa-efecto
que se ensaña con los cubanos debido al carácter
obsoleto del régimen de gobernanza que impera en Cuba y la
naturaleza reaccionaria de Raúl Castro y su entorno.
Las causas, en
este caso, son dos: el frenazo que ha dado la propia
dictadura a lo que algunos insisten en llamar “reformas” raulistas,
y la revelación hecha por la agencia Reuters de un documento
oficial al que tuvo acceso en el que se anuncia que el
régimen aumentará el control del Estado sobre el sector
privado y limitará el emprendimiento por parte de los cuentapropistas. Al
parecer la Junta Militar está preocupada porque ya el 12%
de la fuerza de trabajo del país labora en el sector privado y la
creciente prosperidad que un segmento del mismo viene
alcanzando.
En
tanto, el efecto es la sangría de divisas que
se deriva de ese frenazo. Según un estudio de la firma
consultora The Havana Consulting Group (THCG), entre 280
y 350 millones de dólares anuales se van del país debido a las
trabas impuestas por la dictadura a los cuentapropistas, a
quienes prohíbe expandir sus negocios o invertir capital en
otros sectores de la economía de Cuba.
La
afectación económica y social que ello tiene para la
población se puede resumir con un solo dato: un informe
de un buscador global de datos de comercio internacional (OEC) , revela que
Cuba en 2015 exportó azúcar por 378 millones de dólares, y tabaco por
$213 millones. Por tanto, las divisas que
salen ahora del país por culpa del
estalinismo tropical de Raúl Castro superan el valor
de las exportaciones de azúcar. Y posiblemente esa
fuga de capitales duplica el monto de las exportaciones de
tabaco.
¿Y por
qué se van los capitales? Como el
régimen prohíbe la concentración de riquezas los
emprendedores cubanos sacan sus ganancias del país
hacia a otros países e invierten allí en pequeños
negocios. Depositarlos en los bancos estatales cubanos los haría
vulnerables a cualquier confiscación caprichosa como acostumbran
ocurrir desde 1959 en la isla.
Muchos cuentapropistas
tienen ya algunas sumas respetables de dinero,
y como ya no existe la “tarjeta blanca”
(permiso para salir), viajan ellos mismos al
exterior con todo el dinero físico que pueden en moneda
extranjera, o utilizan “mulas” para sacarlo, o bien
compran propiedades en Cuba que luego venden a extranjeros. Pero
siempre terminan invirtiendo o depositando el dinero fuera
de la isla.
El fondo
de esta descapitalización adicional es que el dictador y
su claque militar perciben cualquier eventual
despegue del sector privado como una amenaza para la
transición neocastrista. Ellos quieren instaurar
un capitalismo de Estado militarizado en el que solo se puedan
enriquecer ellos mismos y nunca el resto de los
cubanos. Castro II y sus militares temen
la competencia de un sector privado fuerte.
Se niegan a que los emprendedores se conviertan en
prósperos empresarios y puedan en el futuro pugnar por mayores
libertades, económicas y también políticas.
¿Y el
pueblo? Cada vez peor.
Ya hace
27 años que Moscú no regala dinero, los subsidios venezolanos se han
reducido, llega mucho menos petróleo gratis, Maduro se tambalea
y la nueva tensión con Estados Unidos contrae el turismo procedente
de ese país y le presenta nuevos retos a Castro. La situación no
tiene otra salida que no sea la de desmantelar el absurdo
régimen de gobernanza que ha regido por mas de medio siglo el
desastre nacional y restaurar las libertades secuestradas a los
cubanos a lo largo de ese tiempo.
Para la
elite de poder cubana seguir apostando al inmovilismo en 2018 es
jugar a la ruleta rusa.
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