"Un dia, cuando estaba en Heidelberg. oi hablar en español. Me giré y vi a unos chicos con unas gabardinas raidas..."
Emilio Lledó: «La filosofía se cuestiona en los planes de estudio
porque no quieren que pensemos»
«Sobre la educación» es el último libro en el que el
pensador vuelca sus reflexiones y reivindica la vigencia de una filosofía que
«enseñe a pensar»
LATINEWS/M3.
Dice Emilio
Lledó (Sevilla, 1927) que su último libro, «Sobre la educación» (Taurus),
es una forma de «solidaridad con la vida». Ser profesor es el trabajo más
gratificante que este premio Princesa de Asturias y premio Nacional de las
Letras ha hecho y esta obra es su lúcida forma de devolver, con creces, el
favor. Un alegato en pro de una educación que enseña a pensar a través de la
tan cuestionada filosofía, que no se ciñe exclusivamente al éxito, que es libre
y que se basa en la igualdad.
Ha sido profesor en
Barcelona (donde sus alumnos le escribieron una carta para que no se fuera a su
cátedra en la UNED en Madrid), en Heidelberg, en La Laguna... ¿Qué balance hace
de su carrera? ¿Cuál ha sido su experienca más enriquecedora?
No sé si he sido buen o mal profesor, lo que sé es que he sido feliz
en mi enseñanza. No por nada, sino porque me he sentido muy querido porque, muy
modestamente, encarnaba a un profesor de enseñanza media, un maestro de
escuela. Esa ha sido mi vida. Y me he sentido, al mismo tiempo, muy gratamente
establecido en ella. Me ha gustado lo que he hecho. Porque una de las funciones
más importantes de la vida, al menos para mí, era la enseñanza.
Mi recuerdo más entrañable se remonta a antes incluso de ser profesor.
Un día, cuando estaba en Heidelberg, oí hablar en español. Me giré y vi a unos
chicos con unas gabardinas raídas. Les pregunté y me contestaron que estaban
trabajando en una fábrica de colorantes. Eran parte de las primeras oleadas de
obreros españoles que venían a trabajar a Alemania, la mayoría de ellos
andaluces. Una de mis experiencias más gratificantes es haber enseñado, en una
cafetería, alemán a aquellos chicos a los que nadie había enseñado.
¿Es por eso que «Sobre la educación es una defensa a ultranza de la
educación igualitaria?
Aristóteles ya dijo hace veinticuatro siglos: «Puesto que toda ciudad
tiene un solo fin, es claro que también la educación tiene que ser una y la
misma para todos los ciudadanos». Aunque hay distintos niveles, ricos y pobres,
la educación tiene que ser la misma para todos, «igualitante». Por eso no
acepto que algún político o política diga que los padres tienen libertad par a
escoger el centro educativo de sus hijos. El muchacho pobre y trabajador de un
barrio, ¿puede llevar a sus hijos al colegio de La Moraleja? Por favor.
Olvídese de toda ideología. La escuela alemana es un noventa por ciento pública
y no hay institución privada que pueda competir con esos institutos que yo he
vivido en Heidelberg o en Berlín. Y esa es una función del Estado y no tiene
que ver con totalitarismos. Si el Estado se hace totalitario, también está
falsificando la libertad de pensamiento. Pero la cultura es libertad.
Habla en este libro de nuestro fracaso educativo. ¿Tiene algo que ver
en ello que el enésimo intento de conseguir un pacto educativo se encuentre
actualmente bloqueado?
Veo que no progresa. Eso es terrible. Porque nuestra organización de
enseñanza no responde, bajo mi punto de vista, a una enseñanza moderna,
liberadora, «antiasignaturesca»... Humboldt decía que la Universidad debía
hacer que los alumnos olvidaran que con eso se iban a ganar la vida. Tienen que
estudiar primero. Y luego ganarse la vida. Yo me la he ganado.
También insiste en que uno de los peligros que amenazan a la juventud
es la omnipresencia de lo digital. Un ejemplo real de ello está en el último
escándalo de Facebook y Cambridge Analytics, ¿no cree?
Sí, es repugnante, pero es que estamos en el mundo de la información,
pero también de la deformación.
Usted tuvo en la mano la reformulación de la televisión pública en
España, como presidente del Comité de Sabios que organizó Rodríguez Zapatero.
¿Cómo la encuentra quince años después?
Yo, que no tenía televisión y sigo sin tenerla. La tuve, pero hace
años y no la he necesitado hasta ahora. En esa mesa que tengo ahí llena de
libros me sentaba a trabajar en cosas de televisión horas y días enteros. Pasé
un año así. Soy el hombre que más sabe de televisión de España, aunque ya lo he
olvidado. Además, en contra de lo que se ha dicho, trabajamos gratis, no sólo
yo sino todos los miembros de la comisión. No quisimos cobrar ni un céntimo del
erario público. Y entregamos tres o cuatro volúmenes bien gordos y no sirvió
para nada. Pero, eso sí, tuvimos que soportar unas críticas... Sobre todo yo
como presidente.
¿Por qué lo aceptó entonces?
Lo acepté porque creo que es fundamental una televisión enriquecedora,
que además entretenga porque no es incompatible. Una televisión así puede
iluminar críticamente a la gente y una televisión estupidizadora puede estupidizar
a un pueblo. Por esa razón dije que sí, porque sé la trascendencia que tienen
los medios de comunicación en la vida cotidiana. Me hace gracia que hoy en día
se diga «es que los profesores...». Los profesores representan un porcentaje
muy pequeño en la enseñanza, la mayoría son los medios de comunicación. La
educadora del mundo contemporáneo es la televisión, puede ser para bien y puede
ser también para mal, pero es así.
¿Por qué cree que la filosofía está tan cuestionada en los planes de
estudio? ¿Por qué se quiere aparcar?
Voy a ser muy radical: porque no quieren que pensemos. La filosofía no
es una cosa extraña; siempre fue una actitud crítica frente a la vida, frente a
la realidad. Y todos los filósofos, desde los presocráticos a los más modernos,
han tenido una actitud crítica para entender lo que es el mundo, lo que es el
bien, lo que es la justicia, lo que es la sociabilidad, lo que es la lucha por
la igualdad, lo que es la educación... Todo ese mundo ha surgido de planteamientos filosóficos.
La filosofía es liberadora. Crea cultura, crea solidaridad, crea
filantropía. Qué término tan bonito, amor a los demás, creado por Aristóteles,
ahora en este país de separatismos en los que vivimos que me producen
espanto... Aristóteles también dice que los conceptos fundamentales como el
bien o la justicia deben expandirse por todo el mundo. Que tienen que
globalizarse. Imagínese. Siglos antes de la globalización, promulgaba que
tenían que globalizarse cosas no sólo económicas. Y es que la globalización tiene
que ser una globalización de la cultura, de la justicia, de la verdad, de la
lucha por la igualdad.
Apunta en «Sobre la educación» que una de las claves para revalorizar
su estudio es que se trata de enseñar filosofía, no historia de la filosofía...
Exacto, se trata de, a través de la historia de la filosofía, pensar
sobre lo que pensó esa gente. Revivirlo hoy. El profesor tiene que hacer que
ese pensamiento bulla. Los presocráticos querían saber cuál era el origen de la
realidad frente a los mitos. La maravillosa mitología griega había creado un
cúmulo de belleza («La Ilíada», «La Odisea»...), pero ellos, además de ese
mundo estimulante, querían saber de qué estaba hecha la realidad. Fíjese
Heráclito, que dijo que uno no puede bañarse dos veces en el mismo río... Qué
bella imagen. Pero, al mismo tiempo, también dijo que los ciudadanos tienen que
luchar por las leyes como si fueran sus murallas.
Y, en ese sentido, ¿cómo interpreta que la protesta en las calles esté
protagonizada ahora por los jubilados?
Debe ser porque tiene que haber un fondo de injusticia. A mí me parece
que esa protesta tiene que arrancar de algún fundamento real. Yo no me siento
maltratado. No me sobra dinero, ni me importa, pero no tengo problemas. Eso sí,
¡si fuera jubilado alemán tendría una jubilación tres veces mayor!
Afirma que la filosofía puede organizar la esperanza. ¿Considera que
todavía tenemos margen?
Confío en que sí. En caso contrario sería la pérdida de la posibilidad
de progresar. La reflexión, el pensamiento, la filosofía es un símbolo de
progreso, de libertad, de futuro. Por eso mismo es tan importante la memoria
histórica. Los seres humanos somos memoria. Y hay que saber lo que ha pasado
para conocer, para mejorar en el futuro.
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