El régimen de Raúl
Castro hace unos días reveló que el sector privado en la Isla emplea
ya a 1,3 millones de trabajadores y que de 4,47 millones de personas
ocupadas en el país más de tres millones trabajan en empleos estatales.
O sea, hoy los
trabajadores no atados al Estado ya representan el 29% de la fuerza de
trabajo activa de la Isla. La fisonomía laboral del país se ha movido en
la dirección correcta, pese a los absurdos obstáculos, prohibiciones
legales, exorbitantes impuestos y multas, represión física y cárcel.
El maltratado sector
privado cubano consiste en casi 600.000 personas con licencias para
trabajar por cuenta propia, que emplean a otros 700.000
trabajadores.
Lo que debiera hacer el
Gobierno de Díaz-Canel es hacer un estudio de cuánto más
eficientes y productivos son esos trabajadores privados con respecto a
los del sector estatal, e incluir en dicho estudio a los campesinos en
comparación con los trabajadores agrícolas estatales. Y luego presentar
los resultados, con propuestas para más libertad económica, en reuniones
del Buró Político, del Consejo de Ministros y del Consejo de Estado.
Eso solo sería una
nueva perestroika. Claro, como los máximos jerarcas del régimen son
contrarrevolucionarios y retrógrados, pedirían la destitución del nuevo
presidente y su encarcelamiento. Así de simple. Recordemos que la alergia
de la gerontocracia castrista al libre mercado llega al ridículo de
negarse a llamar al sector privado por su nombre, y lo denomina "no
estatal".
Pero este ejercicio
mental comparativo (mercado-Estado) no es inútil. Sirve para calibrar
cuán patológicamente misántropos son el dictador, su Junta Militar y toda
la nomenklatura dirigente.
Privados producen el 90%
de los alimentos
Ellos saben que los
campesinos, cooperativistas y quienes trabajan por cuenta propia en
usufructo en tierras estatales arrendadas, y no la copia de los sovjoses
estatales de la URSS, son los que producen casi el 90 % de lo que consume
la población. Así lo ha reporta la Oficina Nacional de Estadísticas
(ONEI).
Solo los campesinos,
según la ANAP, producen el 70% de la leche, el 85% de la carne de
cerdo y el 68% de las viandas del país. Y cosechan el 92% del tabaco, uno
de los cuatro rubros principales de exportación.
Por otra parte, un
informe de Mundubat, entidad no gubernamental de ayuda al Desarrollo
(ONGD) con sede en el País Vasco y vinculada a instituciones cubanas, dio
a conocer algo asombroso: el 57% de los alimentos producidos en Cuba se
pierde antes de llegar al consumidor. El 30% se pierde en la cosecha y
pos cosecha, y el otro 27% en la distribución a los mercados.
Pese a tan abrumadora
superioridad productiva y eficiencia del trabajador privado sobre el
estatal, la elite gobernante se niega a permitir la libertad económica
que sacaría a los cubanos de la triste pobreza en que vive.
Además, de acuerdo con
cifras de 2017 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
en Cuba hay otros 2,1 millones de personas en edad laboral que no tienen
empleo. Claro, no lo pueden tener porque el sector privado es muy pequeño
para absorberlos, y el estatal está saturado de nóminas infladas y los
trabajadores sobran pues tienen poco que hacer, o nada.
De manera que la tasa
de desempleo en Cuba (casi un 30%) supera la de países del
África subsahariana con alta desocupación, como Mauritania (31%) Gambia
(29,8%), Sudáfrica (27,3%) o Costa de Marfil (23%).
Un rasgo que expresa cómo
ciertas cosas van cambiando pese a todo, es que, golpeados por los bajos
salarios, insuficientes para sostener una familia, muchos trabajadores
estatales abandonan sus centros laborales. Prefieren "resolver"
en el mercado negro.
Pobreza, arma para
mantener el poder
Todo esto lleva de la
mano a una reflexión patética. Los jerarcas de la cúpula dictatorial se
sienten más seguros si todos los demás coterráneos son pobres, y no ricos
y poderosos como ellos. Duermen más tranquilos si los ciudadanos dependen
del Estado para todo y el día se les va "resolviendo" sus
necesidades básicas.
Por inhumano que parezca,
uno de los factores que explican la longevidad cuasi infinita en el
tiempo de la dictadura castrista ha sido ese: el manejo de la pobreza
profunda para mantener el control social y político.
La gente dedica sus
energías y tiempo a la "lucha diaria" para sobrevivir
cotidianamente. Reclamar derechos no es cosa prioritaria del día a día.
Por eso Cuba es hoy el único país de Occidente cuyo pueblo vive peor que
a mediados del siglo XX.
Cuba es también la única
nación en que la ley prohíbe a sus ciudadanos invertir dinero en su
propio país, y que no reconoce a los negocios privados, sino que concede
licencias personales para ejercer algunos oficios. Y no aprovecha
el know-how de los profesionales universitarios, les prohíbe
ofrecer sus servicios por cuenta propia.
Vale la pena imaginarse
el desarrollo que podría tener hoy Cuba si todos los trabajadores y
profesionales —no solo el 29%— laborasen en el sector privado.
Probablemente el Producto Interno Bruto (PIB) del país sería
cinco o seis veces superior, tal vez de unos 200.000 millones de dólares,
con un per cápita equiparable al de algunos países del Primer Mundo.
Pero tal como va la
devastación chavista de Venezuela y la consecuente dependencia económica
de Cuba del cash que recibe desde EEUU (vía remesas, paquetes y
viajes), y con una nueva política de Washington hacia La Habana que lejos
de hacer graciosas concesiones a la dictadura a cambio de nada se supone
irá tomando otras medidas para presionar al régimen, más temprano que
tarde habrá que abrirle más espacio al cuentapropismo y al sector privado
en general.
La crisis podría forzar
ciertas medidas
Todo indica que la crisis
estructural y crónica de la economía castrista irá empeorando. Parece
inevitable, dadas las circunstancias. Será realmente difícil esperar
hasta 2021, o a que el dictador muera, o se invalide por enfermedad, para
que se le hagan ciertas grietas a los Lineamientos del PCC y
darle más libertad económica al cuentapropismo.
Por otra parte es
oportuno destacar que durante los 12 años del raulismo, el principal
cambio ocurrido en Cuba no fue el de las llamadas reformas —que no
hicieron crecer el PIB—, sino el cambio de mentalidad en buena parte de
la población.
Los cubanos, en su
inmensa mayoría, están convencidos del futuro capitalista del país. Saben
que es inexorable. Qué tipo de capitalismo y cómo será instaurado es otra
historia. Los propios administradores de empresas y establecimientos
estatales ya se ven a sí mismos como futuros propietarios, e incluso se
entrenan para ello. Es práctica común que le entreguen al Estado ingresos
basados en una contabilidad falseada, y luego vendan por su cuenta y
obtengan utilidades con "su" parte del negocio.
Esa es una de las fuentes
del mercado negro, el que de veras alimenta, viste, calza y
transporta a los cubanos de a pie. No es posible imaginarse la vida en
Cuba sin ese mercado, embrión (ya no tan clandestino), de la economía de
mercado que de una forma u otra se reinstalará en la Isla.
Forzosamente los
cuentapropistas de hoy serán los capitalistas de mañana, junto con los
empresarios privados que surjan, los inversionistas extranjeros, y el
apoyo del know how de la diáspora cubana. Serán ellos quienes levantarán
a Cuba de sus cenizas. Reconstruirán la devastada economía.
Y se confirmará la
vigencia de la genial definición de socialismo que corría sotto voce entre los polacos
en los años 80, con solo el cambio sugerente de la primera palabra:
"Castrismo, ese largo y tortuoso camino que va del capitalismo al
capitalismo".
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