domingo, 28 de febrero de 2016

RAUL, EL PACIFICADOR

Por Pedro Corzo periodista e historiador

 Es muy difícil comprender el papel de pacificador en diferendos internacionales que pretende interpretar el dictador Raúl Castro, rol en el que cuenta con el respaldo de gobiernos y dignatarios extranjeros, cuando los ciudadanos de la isla viven bajo un clima de represión, inseguridad y miedo.
       Recurrir a Cuba como sede para encuentros de paz y conciliación de partes en disputa es una profunda ironía,  porque el gobierno le niega con violencia y encarcelamiento a sus opositores, el derecho a expresarse, manifestarse libremente,  y organizarse en partidos políticos que puedan convertirse en alternativas de poder.
          No obstante  hay que reconocer que el gobierno de los hermanos Fidel y Raúl Castro han creado un ambiente muy especial para que encuentros internacionales que demandan extrema discreción, puedan realizarse en la isla en un marco de seguridad que quizás solo pueda ser superado por Corea del Norte.
              En el mundo exterior se conoce la circunspección de los funcionarios cubanos, también que el país cuenta con un excelente servicio de inteligencia que muta a diplomático o publicista, según las necesidades y conveniencia.
            Otro punto de atracción para los negociadores de conflicto es el control que ejerce el gobierno sobre la prensa nacional y extranjera al interior de la isla.
              Los medios están censurados y los periodistas nacionales y extranjeros están sometidos a una fiscalización extrema que  incluye el contenido de las informaciones que trasmiten, pero también, el acceso a los recursos técnicos que hacen posible la divulgación de los debates y posibles acuerdos.
              Las entradas y salidas del país están estrictamente controladas, condición que significa un sin número de limitaciones para los que rechazan el encuentro de partes en conflicto.
               En lo que respecta a los habitantes de la isla el control es aún más estricto. La curiosidad en la isla puede ser considerado un delito, al extremo,  que el  ciudadano está habituado a no preguntar el por qué un área está cercada y qué ha motivado un despliegue policial. Tampoco se acerca a la residencia de los funcionarios y evita acercarse a las embajadas.
           Al individuo se le ha inoculado por décadas la idea  de que lo que no está expresamente permitido está prohibido. La inseguridad es un sentimiento compartido en toda la sociedad, al igual que la desconfianza  y la desinformación.
               El temor a las autoridades está ampliamente extendido, el sujeto no sabe cuándo un funcionario policial va a recurrir a la sacrosanta acusación de que “Ud. está atentando contra la seguridad del estado”, lo que puede acarrear prisión, con el riesgo de que al carcelero se le olvide donde dejó la llave.
        El miedo está en todas partes, en cada esquina y rincón del país. La incertidumbre es una certeza que angustia. El sujeto es capaz de reprimir sus pensamientos para evitar la indiscreción de la palabra.
        La primera evidencia de que Cuba podía ser un remanso de paz para los extranjeros, no para los nacionales, fue la decisión del   gobierno de Colombia de dialogar en La Habana con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, un viejo aliado de la dictadura que recibió por años el respaldo militar y logístico del régimen de la isla.
                   Por supuesto que sorprendió que el presidente Juan Manuel Santos no considerara que su delegación podía ser espiada, tomando como referencia las estrechas relaciones entre el anfitrión y su contraparte, pero es posible que los encuentros fueran simplemente la crónica de un entendimiento previamente acordado.
              Posteriormente, en el 2014, se celebró en La Habana la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac,  todos los mandatarios que participaron habían sido elegidos en comicios secretos y plurales, pero ninguno puso reparos a que la cita fuera presidido por un dictador dinástico,  que había heredado el gobierno por designación de su hermano, sin que la voluntad popular hubiera podido manifestarse al respecto.
               Por último, la cita en la capital cubana entre el papa Francisco y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, aparte de atentar contra la memoria de los numerosos jóvenes que murieron frente al paredón gritando “Viva Cristo Rey”, el honor de los que se encuentran en prisión y la golpiza que reciben religiosamente las Damas de Blanco todos los fines de semana, permite considerar que La Habana puede convertirse en una seria rival de la ciudad de Ginebra en Suiza, en eso de servir a los usos de la diplomacia a favor de la Pax a lo cubano. 

     

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