miércoles, 2 de agosto de 2017

LA REPRESION BAJO EL TOTALITARISMO CASTRISTA

"EL TOTALITARISMO CASTRISTA HA SOBREVIVIDO POR SU CAPACIDAD REPRESIVA..."

 
Por Pedro Corzo.
La represión en Cuba no responde a los patrones de una dictadura militar o de cualquier otro tipo de régimen de fuerza, salvo a la de aquellos que se sustentan sobre una ideología sectaria y excluyente como el Marxismo, destacando que el régimen cubano tuvo la singularidad que el totalitarismo insular se apoyó en las habilidades histriónicas y el carisma de Fidel Castro y la rápida internacionalización del conflicto nacional, enmarcado de inmediato en el contexto de la Guerra Fría.
 La represión en la isla no responde a una sola ejecutoria o estrategia policial. Son varias las formulas de contención a las que recurre el régimen y a la que el sujeto está sometido desde su temprana infancia con la singularidad de que el individuo debe estar contantemente demostrando su inocencia porque el crimen mental de George Orwell existe y porque es una sociedad en la que lo que está expresamente autorizado está prohibido. Veamos:

Inducida o Adoctrinamiento Masivo: La población, incluido los sectores que tienen reparos al régimen, es conducido a creer que el gobierno cuenta con un amplísimo respaldo popular y que sus disposiciones en cualquier orden de las cosas son las correctas, puesto que es sometido a una  intensa propaganda oficial en los medios de difusión y también en los espacios públicos.
El discurso del régimen es de un absoluto triunfalismo, invencibilidad y omnipresencia, cargado de gran paternalismo y promesas de una vida sin restricciones y oportunidades.
A las seguridades que brinda, contrapone las amenazas del exterior  que pueden desatar en el país un apocalipsis que solo puede evitarse si se mantiene una incondicionalidad generalizada a favor de lo establecido, en consecuencia todos deben espiarse para evitar que una pieza quebrada desate el final del que nadie sobrevivirá.
Esta modalidad represiva produce en el sujeto una sensación de aplastamiento e invalidez moral que lo masifica y salvo excepciones actúa como la rata seducida por el flautista.
Otra singularidad de la represión totalitaria es que trasciende las fronteras nacionales. Un cubano aun cuando resida definitiva o temporalmente en el exterior continua padeciendo la inseguridad y los temores que le fueron inducidos en la isla. Esto se aprecia particularmente con aquellas personas que visitan la isla.

Intangible: Tanto en los centros laborales, educativos o en asociaciones de la sociedad civil que mutaron de inmediato a organismo de masas, se siente presión para que se muestre apoyo al régimen sino se quiere, en el mejor de los casos, ser excluido, discriminado y apartado y si las circunstancias lo demandan expulsado del centro laboral o de la entidad social.
El control del aparato educativo ha sido fundamental, porque el infante y el adolescente son fáciles presas  de las propuestas que siempre están siendo renovadas aunque la columna fundamental prevalece.
El niño crece bajo el paternalismo del estado y en un clima de garrote y zanahoria,  pues en relación a su conducta, más que por su talento o habilidades, recibirá gratificaciones o castigos de diferentes especies.
Las asambleas laborales, los sindicatos y los organismos de masas creados por el nuevo orden, son parte de un entramado de engranajes que oprimen al individuo hasta dejarlo solo con el aliento necesario para convertirse en masa.
La presión es tan colosal que ni aun en la propia casa el individuo puede aislarse. Independiente a su militancia en uno o más organismos de masa, está el Comité de Defensa de la Revolución, una entidad que aunque venida a menos como el resto de los aparatos oficialistas como la Federación de Mujeres Cubanas,  Unión de Pioneros de Cuba y la Central de Trabajadores de Cuba, cumplió un rol muy importante en la domesticación del ciudadano por la inseguridad y la represión que eran capaz de generar.
La suma de estas dos modalidades represivas son las que conducen al individuo a servir incondicionalmente los intereses del sistema y las que hacen asuman a plenitud conciencia de su indefensión ante el poder y perder la confianza y la esperanza de poder influenciar en un proceso de cambio, los que logran vencer esa parálisis moral son sujetos del último recurso del estado en el ámbito represivo, el policial.
En lo que a la acción política atañe estas dos formulas son las que han impedido por décadas las gestación y desarrollo de manifestaciones populares contrarias al régimen y en particular a promover una propuesta política alternativa a la oficial, han sido los elementos claves que han impedido a los opositores organizarse con efectividad en todo el país, en esto juego un rol importante el control de la actividad económica por parte del estado.

Tangible: La acción policial es un punto clave del arsenal gubernamental que no termina en ningún momento puesto que  el sistema carcelario está conformado para seguir reprimiendo aun cuando el individuo esté encarcelado. Aun tras las rejas la población penal, aunque en menor grado, está sometida a  las otras formulas represivas ya descritas.
Un aspecto a destacar es que aunque la represión esta institucionalizada y sistematizada, la sanción por un hecho político contrario al régimen puede variar por las circunstancias que rodean al hecho, más que por las características del individuo. 
El aparato del estado invierte en un arcoíris de recursos para la contención ciudadana. El espionaje es generalizado, la exclusión por motivos de conciencia, religiosos o de otro orden, es un recurso habitual, la falta de militancia a favor del régimen puede ser interpretada como oposición en cuyo caso la cárcel es la alternativa más recurrida.
Actuar contra el gobierno si se es arrestado implica prisión sin excluir la pena de muerte.
Desde la toma del poder todos los recursos del régimen estuvieron orientados a masificar la opinión pública y mostrar a toda la población identificada con el nuevo proyecto, a la vez que inducia la convicción en el ciudadano de que era infructuosa cualquier gestión contraria a lo establecido dando lugar esto a la desesperanza, falta de confianza y un sentimiento de indefensión ante la autoridad, percepción de una nueva realidad en la que la educación y el control de los medios de difusión jugaron un rol muy importante, a la que hay que sumar la condición del estado como único empleador.
 El totalitarismo cubano ha sobrevivido por su capacidad represiva, y aunque otros factores han influido favorablemente a su permanencia, evidentemente la condena o la corrección, según el caso, ocupa un sitial preeminente en el vasto arsenal de recursos que le ha permitido mantener el poder por casi seis décadas.
La represión no ha podido extinguir a los opositores aunque sin dudas los ha controlado eficientemente, al extremo que nunca ha sido, a pesar del arrojo de quienes en su momento han ejercido el derecho a actuar en base a sus convencimientos, un peligro a la estabilidad del régimen.
El régimen esta apuntalado en un sistema represor que  péndula de la brutalidad extrema a la sofisticación más exquisita. Es constante, relativamente uniforme en sus acciones y reacciones, enmarcada en un proyecto general en el que los victimarios intiman, maltratan y hasta ejecutan a sus víctimas con métodos iguales en cualquier dependencia oficial.
Las situaciones coyunturales o casos muy específicos son reprimidos en base a otros patrones y aunque la improvisación en la aplicación de la metodología es factible, los encargados de aplicarla en esos sumarios son los sicarios de mayor relevancia, como se apreció en procesos como el golpe de estado al presidente Manuel Urrutia, en la detención del comandante Huber Matos, en el Congreso de la CTC, en la Micro fracción y el del general Arnaldo Ochoa en los que los hermanos Castro jugaron directamente el papel clave en la acusación.
Las fuerzas represivas del castrismo, sin distinción de cuerpo o agencia, es fría y calculadora porque procura evaluar previamente los perjuicios que se puedan derivar de sus acciones. La represión ha sido siempre institucional. Su aplicación en tiempo y profundidad depende del alto gobierno, no de un funcionario que en base a su humor, carácter y prejuicios toma las decisiones, aunque no hay regla sin excepción, en consecuencia se podría considerar que la acción represora en Cuba es profiláctica, corta lo que haya que cortar sin ir más allá de lo que demandan las circunstancias.
Cierto que los resultados pueden variar, la represión no es una ciencia exacta como las matemáticas, pero con la planificación y coordinación en su implementación, se pueden disminuir daños colaterales que puedan afectar los cimientos del poder.
La represión ha tenido a su disposición incontables recursos para imponer el control. Violencia extrema, cárcel, paredón, y el abuso en cualquiera de sus formas, pero siempre lo ha hecho enmarcado en la mayor discreción, y cuando esto no ha sido posible, ha recurrido a las turbas enfebrecidas para encubrir sus depredaciones.
Desde las persecuciones a los llamados antisociales, homosexuales, prostitutas y proxenetas, los actos de repudio que se remontan al verano de 1960, el trabajo forzado de las Brigadas Johnson y Jacqueline, las brutales cacerías a las personas que se disponían a salir por el puerto del Mariel, los acosos y golpizas sistemáticos contra los disidentes y opositores,  los arrestos de la Primavera Negra y las vilezas contra las Damas de Blanco, conforman un apretado resumen, con muchas omisiones, del prontuario del maldad del castrismo que siempre ha procurado extirpar todo lo que pueda afectar su supervivencia.
Esta labor deleznable que cumplen efectivos de los cuerpos policiales y de seguridad en numerosas ocasiones vestido de civil, procuran aparentar que cuentan con el respaldo de la población para lo que movilizan a miembros de organismos de masas  quienes son los que protagonizan la algarabía, vejaciones y malos tratos contra quienes están siendo arrestados o limitados en sus movimientos. Todo este entramado forma parte del montaje de que es el pueblo enfurecido el que demanda las acciones de las autoridades.
Este cuadro de pueblo irritado  contra los opositores, le ha permitido al régimen disfrutar por años de una falsa imagen de popularidad, que le ha sido muy útil para esconder todas las brutalidades bajo la alfombra del totalitarismo.
La represión uniformada ha sido la mayor parte de las veces encubierta, muy discreta, salvo en los momentos en que consideran deben dar un ejemplo masivo de poder y capacidad de represión como fueron, entre otros, los apresamientos durante la expedición de la Brigada 2506, la ola represiva de la Primavera del 2003, incluido el fusilamientos de tres jóvenes.
El sicario, el esbirro, viste de civil. Los autos policiales circulan usualmente como vehículos regulares y los arrestos no son informados por los medios salvo que formen parte de una campaña que tiene el fin de generar una intimidación masiva, o enviar un mensaje al exterior de que el régimen proyecta algo de proporciones que trascenderán las fronteras.
No obstante,  la represión fue y será por siempre la primera y  última cara del sistema.
Hasta en sus vitrinas preferidas, Salud, Educación y Deporte, está presente la represión. La discriminación y el sectarismo son formas encubiertas  de contención de la cual ni las elites pueden escaparse.
El régimen ha mostrado en todos estos años solo dos cartas de triunfo. La lealtad de las Fuerzas Armadas y su capacidad represiva en la que también han participado generales y doctores. Estos son sus sostenes principales, en consecuencia no hay que dudar que en sus postrimerías, sea como consecuencia de un proceso de Sucesión-Transición o por una Ruptura, intente callar el clamor de los sin derechos con una ferocidad sin precedentes.  Sobran evidencias de la crueldad y vesania del totalitarismo, también, de la firmeza y el compromiso de los que están decididos  de una vez por todas pagar el precio de ser libres.






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