miércoles, 30 de agosto de 2017

DE LA VIDA EL AMOR Y LA MEMORIA (Reseña)

"...Albertini entrega temas de significación no solo para si mismo..."

Por Waldo González.
Siempre en el entonces: dos noveletas y ocho cuentos —publicado por Alexandria Library Publishing House en febrero pasado— es el título más reciente del narrador e historiador cubano José A. Albertini, quien aquí aborda diez «historias de amor y memorias que cabalgan en corceles nocturnos», tal escribiera el autor, con acento poético, en la dedicatoria del ejemplar enviado a este crítico.
Tanto en las dos novelas como en los ocho relatos, Albertini entrega temas de significación no solo para sí mismo, sino también para los lectores cubanos e hispanoamericanos, gracias a la lograda combinación de realismo y ficción, poesía y testimonio.
Tal consigue el también miembro del Pen Club de Escritores Cubanos del Exilio y de la Academia de Historia de Cuba en el Exilio tras haber atravesado la intensidad marcada a fuego por la Isla, donde viviría hermosos instantes en su infancia, como asimismo en su juventud sufriría las peores situaciones (sobre todo, las mazmorras castristas) que, en lúcido ensamblaje, ahora regresan, batidas por el oleaje de la memoria, en sugerentes relatos testimoniales, surgidos ‘en los impredecibles pero siempre caminos coincidentes de la existencia’.
El volumen deviene un haz de hermosas páginas trazadas desde la praxis real y la ficción, teñidas de poiesis, decisivo componente que las ennoblece y les otorga un genuino vuelo, gracias igualmente a la arrasadora nostalgia que bucea en un fiero mar de evocaciones. En consecuencia, sus amadas Cuba («La Isla Prodigiosa», tal la llama en «Matrimonio invernal») y Santa Clara, su ciudad natal, aparecen y reaparecen una y otra vez en sus textos, corroborando su cubanía.
De tal suerte, sus novelas y relatos, al nutrirse de la realidad que lo circundara durante su juventud y madurez, valiéndose de elementos ficcionales, ofrecen al lector páginas pensadas y elaboradas con acierto sobre esa materia indeleble que llamamos —así como jugando— la vida.
Otro rasgo que favorece su escritura es su hondo conocimiento de la historia cubana, brindado por su inveterada afición al decursar sociopolítico de la Isla, como a hondas lecturas de prosa y poesía, rasgos consecuentes en este libro de Albertini, según se advierte en las no pocas citas de versos de poetas que le sirven de epígrafes en sus textos.
Y tal es su gusto por la poesía, la narrativa y el arte, que en tres de sus relatos homenajea a figuras que, de algún modo, han tocado su sensibilidad: la gran poetisa Dulce María Loynaz («Horizontes de mar y cielo»), al narrador Ernest Hemingway («A las puertas de la noche») y a la cantautora Ela O’Farrill —«una congoja de la memoria descontenta que rebota en nosotros y en la carencia presente de sueños reales»— en «La vida es un adiós», respectivamente.
Mas, resulta el amor el motivo central que enlaza estas historias de vida, pasión y verdad, sin que por ello el acendrado realismo subraye su prosa, porque ese tono poético aludido por mí líneas atrás les otorga el necesario lirismo. De tal suerte, su hermoso texto «Matrimonio invernal», deviene un canto a la alianza de una pareja que, aun en la cercana muerte, siguen amándose.
Asimismo, «Transitar sin adioses» configura una hermosa alegoría del extenso e intenso viaje en esta larga tarea de aprender a morir (título que revela la honda lectura e influjo del icónico cuento homónimo del relevante narrador y poeta cubano Félix Pita Rodríguez), a partir de versos del texto «Olvido», de la ya fallecida poeta y narradora cubana Rina Lastres, sobre uno de cuyos libros, por cierto, este crítico escribiera tiempo atrás un comentario.
De igual manera, en «El estertor de la memoria» —dedicado al cubano desterrado Pablo Pastrana Bencomo— ya surge el nombre de Celso Trafid Zur, seudónimo del dictador asesino, quien impusiera su loco desgobierno en la Isla desde seis décadas atrás, ‘épocas que indigestaron la memoria y la escupieron en tierra ajena’.
El seudónimo del nefasto personaje reaparecerá en «Un viejo juramento», otro relato de corte testimonial que combina con acierto realidad y ficción.
Cierra el conjunto su segunda y hermosa noveleta que da título al volumen, cuyos hechos reales y ficcionales narrados evidencian la insospechada pero contundente verdad del amor perdurable, que ejemplifican quienes, por haber vivido intensamente su juventud, deciden unir sus existencias.
En «Siempre en el entonces», Albertini aúna narración y fragmentos de cartas enviadas entre sí por una pareja de ancianos, quienes, al leerlas, respiran ‘los olores de antaño que siguen siendo los de siempre’, evocando ‘la nostalgia de lo que fue o pudo haber sido’, pues nunca olvidarían su tronchado pero firme amor que jamás decayera, no obstante la imposibilidad de unirse en matrimonio durante su lejana juventud.
Así, tal le refiere la siempre amorosa Cenia, le sentencia en una de sus cartas a Rodolfo: ‘Las pasiones humanas, buenas o malas, son eternas e inmutables’. Acorde con ello, se escucha la respuesta de él: ‘Las arrugas […], sobre todo las del alma, consiguen avivar en la memoria recuerdos gratos’.
Otro rango del amor en su más amplia acepción: la genuina amistad, se patentiza en la noveleta, al mencionar Albertini —en justo homenaje— a un hombre ejemplar en vida y obra: su ‘compañero de celda, poeta él’, en la prisión del Gulag castrista: Ángel Cuadra, quien le prestara al autor un volumen de varios narradores, entre los que se hallaba uno del icónico personaje Rip Van Winkle, del ya legendario narrador Washington Irving, hecho que lo marcara para siempre y quizás definiera su auténtica vocación literaria.
Pero hay más: en esta noveleta —sin duda, la mejor pieza del conjunto— el narrador ofrece momentos que catalizan su honda y convincente praxis humana, esa que ofrece a quienes han vivido intensamente y poseen la suficiente madurez, justamente por haber experimentado tales instantes.
De ahí que, en no pocas páginas, leamos tales trozos y trazos testimoniales, en tanto corroboran su tránsito por el duro oficio de vivir. Leamos algunos: ‘el exceso de proyectos fraguados desde la utopía ha sido el lastre que ha dañado, desde la conquista, a los habitantes de la Isla, lastimado familias y esterilizado la tierra’; ‘la felicidad, tal como la pensamos, es tan escurridiza como el horizonte’, y ‘para seguir viviendo, cuando lo anhelado se desmorona, se impone buscar paliativos en los senderos menos transitados de lo que llamamos felicidad’.
A no dudarlo, con Siempre en el entonces. Dos noveletas y ocho cuentos J. A. Albertini, valiéndose de su doble tarea de narrador e historiador, continúa su rigurosa creación, cuya valía se corrobora una vez más en éste, su más reciente libro.

Agradecido por la reseña de Waldo y a Armando Añel por la publicación en NEO CLUB.
J. A. Albertini



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