viernes, 11 de agosto de 2017

LA SALUD NO ES UN DERECHO

"Los resultados saltan a la vista, Un sistema de salud cubano en bancarrota..."





Por Santiago Cárdenas  MD
Fue Fidel Castro quien vulgarizó y difuminó por  todo el orbe en los sesentas el concepto de derechos. Derechos a profusión: al deporte, la vivienda, la educación, la alimentación, la recreación y un largo etcétera. Por supuesto: la joya de la corona  es el derecho a la salud. Y esa consigna "pegó", especialmente en Latinoamérica, donde masas irredentas  y holgazanes de ocasión, vieron sus sueños  cumplidos y ¡gratuitamente! o a costos subsidiados.
Los resultados saltan a la vista. Un sistema de salud cubano  en bancarrota con dos estándares de atención (ricos y pobres); una riada de esclavos sanitarios abusados en las misiones internacionalistas. O sea: La impotencia médica. Además, la penetración en la conciencia cultural de los Estados Unidos de América de programas colectivistas como el Obama y el Trump Care.

Es muy difícil encontrar hoy día alguna persona (incluso entre los contrarrevolucionarios más distinguidos y  cultos) que  defienda  la consulta privada,  que es el capitalismo, la libertad y el éxito en la medicina, desde Hipócrates. La medicina  grecoromana, la judeocristiana, viable y exitosa, se basa en una sana relación médico-paciente y en un contrato emocional y  crematístico entre dos personas libres. Todo lo demás: seguros, supervisores, coordinadores, planes o programas  de salud  se llama interferencia. Interferencia que  es defendida a capa y espada por mercaderes,  ingenuos, fellow travelers, compasivos de colorete  e izquierdistas de todo tipo, a pesar de las evidencias en contra de la socialización.
La llamada contra ilustración  del siglo XIX se hizo patente  desde 1848 cuando la publicación del Manifiesto Comunista. Entonces, en un corto período de un siglo se subvirtieron los valores  de John Locke y Adam Smith, que dieron origen a las dos grandes revoluciones burguesas de la época, que se basaban en la libertad, la responsabilidad individual y la economía del mercado. La borrachera colectivista y la subversión socialista fueron exitosas. Se hizo  visible en 1948  un siglo después cuando se incluyó a la salud como  otro derecho  del ser humano, a la par  que los verdaderos  derechos inalienables: la libertad, la vida  y la búsqueda de la felicidad.  Solamente  esos tres son precisamente los que proclama  nuestra  Declaración de Independencia.
La salud no es un derecho; sino una necesidad, una aspiración de cada ser humano por la cual cada individuo tiene que trabajar y bien duro desde que nace, sin la sombrilla protectora y ridícula de  gobiernos  y estados nodrizas.
 Soy pesimista: destetar a  mentes torcidas influenciadas por la eficaz  propaganda  marxista va a resultar difícil.


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