miércoles, 30 de agosto de 2017

LA YIHAD GLOBALIZADA

"La historia recoge los crimenes de la Faccion del Ejercito Rojo aleman...,"
Por Pedro Corzo.



Barcelona como otras muchas ciudades europeas ha sido escenario de la violencia indiscriminada. Personas libres en uso de  su tiempo libre han sido víctimas de un crimen de odio ejecutado por sádicos que disfrutan con el derramamiento de sangre humana  y en incentivar el miedo y la desconfianza. 
 La ola de terror impulsada por el Estado Islámico en varios países europeos, a pesar de las graves pérdidas que ha sufrido en Siria e Irak, demuestra que la entidad sigue siendo una amenaza que demanda una constante labor policial con el fin de prevenir sus crímenes e impedirlos y en el peor de los casos, que sus ejecutores no queden exento de castigo.
 El Estado Islámico ha demostrado una capacidad operativa sin precedentes para realizar sus actos terroristas en diferentes lugares del orbe entre otros factores  porque ha contado con el apoyo de  militantes de diferentes latitudes y además porque ha captado individuos listos para operar por su cuenta a nombre de esa entidad.

 El tipo de terrorismo del EI no tiene precedentes, es muy propio de esta centuria, porque a pesar de que sus propuestas se corresponden con un pasado remoto, no tienen prejuicios para acudir a los recursos más sofisticados para concretar sus depredaciones.
 En el siglo XX hubo muchas muestras de terrorismo político y religiosos. En diferentes países, con distintos argumentos,  se recurrió a la fuerza extrema para causar la muerte de miles de personas.
 La historia recoge los crímenes de la  Facción del Ejército Rojo Alemán, las Brigadas Rojas italianas, el  Ejército Republicano Irlandés en todo este entramado América no fue una excepción los Tupamaros uruguayos, los Montoneros argentinos, el peruano Sendero Luminoso y las facciones colombianas  de las FARC, el ELN y las autodenominadas Autodefensas.
 Tampoco falto el terrorismo de estado como fueron los casos de la voladura del vuelo 103 de Pan Am en Lokerbie, Escocia,  1988, organizado y ejecutado  por el régimen en Libia de Muamar Khadafi, o los atentados patrocinados por los jerarcas coreanos en Birmania durante una visita del presidente surcoreano, 1983, que dejó al menos 20 muertos  o la bomba en un avión de Korean Air que mató a 115 personas con el objetivo de aterrorizar a los viajeros para que no asistieran a las olimpiadas de Seul 88.
En Argentina, inspirados en el terrorismo religioso se produjeron los atentados contra la embajada de Israel en Buenos Aires, 1992, y la voladura de la mutual judía, AMIA, dos años después.   Ambos hechos debieron alertar que el terrorismo islámico había hecho acto de presencia en América Latina, algo que en cierta medida se avizoraba con el primer atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York,  hechos que debieron ser apreciados como una muestra de la amenaza global del terrorismo islámico.
 El 11 de septiembre del 2001 el mundo cambió para siempre. Los ataques de ese día auguraban el presente. La violencia extrema e indiscriminada, inspirada en el extremismo islámico, envolvía una nueva impronta.
 El terrorismo islamita seguía con su carácter devoto pero se había internacionalizado. Sus ejecutores podían ser de diferentes países, porque la organización que gestó el crimen, Al Qaeda, había sido capaz de crear franquicias para cometer asesinatos en su nombre, tarea que el Estado Islámico ha cumplido con macabra eficiencia en los últimos años. 
 El terrorismo se globalizó, incluso el islámico, al extremo que las organizaciones terroristas  intercambian armas, experiencias, recursos y zonas de adiestramiento, como si fuesen estados constituidos que desempeñan sus obligaciones internacionales.
 Ha sido el Medio Oriente el espacio donde con más frecuencia y fuerza se manifiesta el terrorismo musulmán, aunque en los últimos años se ha ido expandiendo al resto del mundo particularmente, Europa, donde incomprensiblemente ha tenido la habilidad de captar  sujetos que supuestamente estaban identificados con los valores culturales de occidente.

 Lo más doloroso del terrorismo son las victimas que ocasiona. El crimen mayor radica en su capacidad de convertir personas socialmente útiles en victimarios y su mayor éxito sería que actuáramos como ellos, enfrentamos un gran reto porque el final no se vislumbra, así que tendremos que defender nuestras convicciones a como dé lugar sin hacer concesiones a los fanáticos que intentan destruir nuestra civilización.

No hay comentarios:

Publicar un comentario