sábado, 2 de febrero de 2019

ENTRE LA ANARQUIA Y LA TIRANIA


"Hoy, según algunos indicadores, mas del 50 por ciento de la población mundial vive en naciones democráticas..."

Por José Azel.

La democracia puede definirse de muchas maneras descriptivas, como el gobierno por el pueblo, el gobierno de la mayoría, la creencia en la libertad y la igualdad, y más. Pero me parece conceptualmente útil reflexionar sobre la democracia como una forma de gobierno entre la violencia de la anarquía y la violencia de la tiranía.
El psicólogo cognitivo Steven Pinker lo expresa de esta manera: “Uno puede pensar que la democracia es una forma de gobierno que teje la aguja, ejerciendo la fuerza suficiente para evitar que las personas se ataquen entre sí sin atacar a la gente misma. "Un buen gobierno democrático permite a las personas perseguir sus vidas con seguridad, protegidas de la violencia de la anarquía, y en libertad, protegidas de la violencia de la tiranía".

De ello se deduce que, al no tener un gobernante, y disfrutar de las libertades individuales máximas sería preferible si pudiéramos evitar la violencia de la anarquía. Pero la historia humana muestra que el caos es más letal que la tiranía, y por eso hemos inventado una forma de gobierno "que enrosca la aguja" entre la violencia de la anarquía y la violencia de la tiranía.
Hoy, según algunos indicadores, más del 50 por ciento de la población mundial vive en naciones democráticas. En la práctica, sin embargo, algunas de esas naciones pueden ser más autocráticas que democráticas. También encontramos algunas autocracias del tipo de Singapur y algunas democracias represivas, como Pakistán. El sobrenombre de dictador benevolente se ha utilizado para describir a líderes autoritarios que ejercían un poder político absoluto como Josip Tito (Yugoslavia), Mustafa Kemal Atatürk (Turquía), Lee Kuan Yew (Singapur) y otros.
También se puede hacer una distinción práctica entre aquellas democracias que no van más allá de limitar el poder del gobierno sobre sus ciudadanos, y aquellas que se comprometen más activamente a llevar a cabo la voluntad de la mayoría de los ciudadanos. Por ejemplo, el sistema político estadounidense es más populista que los sistemas políticos de otras democracias occidentales más aristocráticas o elitistas.
A pesar de sus diferenciasHOY, la democracia es, como lo describe Winston Churchill de manera exquisita en un discurso ante la Cámara de los Comunes: “Se han probado muchas formas de gobierno, y se intentarán en este mundo de pecado y desgracia. Nadie pretende que la democracia sea perfecta o sabia. De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han probado de vez en cuando”.
Sin embargo, la tiranía todavía tiene sus defensores, particularmente entre los declinistas que expresan sus opiniones político-económicas sin preocuparse por la evidencia. Y por aquellos, complacientes en su esperanza de que no se requiera mucho esfuerzo de trabajo de ellos porque un tirano paternalista con un plan maestro mejorará sus vidas, como en China, Cuba, Irán, Corea del Norte o Vietnam.
El economista Paul Romer hace una distinción instructiva entre optimismo complaciente y optimismo condicional. Él compara el complacen optimismo con el de un niño que espera regalos en la mañana de Navidad. Aparte del comportamiento obediente, no se requiere mucho del niño. Mientras que el optimismo condicional es el sentimiento de un niño que "quiere una casa del árbol y se da cuenta de que si obtiene algo de madera y clavos y persuade a otros niños para que lo ayuden, puede construir uno". La democracia requiere optimismo condicional y la tiranía exige un optimismo complaciente.
Tal vez el aspecto más incomprendido y criticado de los gobiernos democráticos son sus procesos electorales, como señala Pinker: "Los científicos políticos están repetidamente asombrados por la falta de sentido y la incoherencia de las creencias políticas de la gente, y por la tenue conexión de sus preferencias con sus votos... "Un considerable grado de apatía e ignorancia parece ser parte de muchos procesos democráticos.
El filósofo austriaco-británico Karl Popper, considerado en general como uno de los más grandes filósofos del siglo XX, ofreció una manera simplista y brillante de pensar sobre la gobernabilidad democrática. En general, pensamos que la democracia y su proceso electoral son una forma de gobierno que responde a la pregunta: ¿Quién debería gobernar? Popper ofreció, en cambio, que deberíamos pensar en la democracia como un sistema de gobierno que ofrece una solución al problema de cómo deshacerse de los malos líderes sin derramamiento de sangre.
Reemplazar a los malos líderes sin violencia es la forma en que la democracia filtra la aguja entre la violencia de la anarquía y la violencia de la tiranía.




No hay comentarios:

Publicar un comentario