sábado, 23 de febrero de 2019

EDITORIAL ENFOQUE 3 MAGAZINE


"Aqui se jugaba a ser mas o menos liberal o conservador, y el concepto socialista, maltrecho y mentiroso..."

El más reciente discurso de Trump, abre una interrogante, en nuestro caso, sorpresivo, y altamente novedoso... Nosotros, no habíamos escuchado, desde que vivimos en este país, –bastante más de la mitad de mi vida– declaraciones tan marcadamente ideológicas en boca del presidente, y en mi caso, ni siquiera en otros miembros de alto nivel en cualquiera de las administraciones, ya haya ésta sido demócrata o republicana. Los discursos presidenciales, siempre han estado sólidamente sujetos  dentro de lo llamado, “políticamente correcto”.
Se referían a temas sociales, económicos enmarcados dentro de los valores de la política “americana”, tradicional, que se va corrigiendo cíclicamente, sin separarse mucho, de la ruta establecida  y en la que se ha vivido desde su fundación.

El concepto de socialista, que ahora se pone, principalmente, de moda, entre algunos nuevos aspirantes; a puestos políticos, mayoritariamente emigrantes de primera y segunda generación, – y casualmente militantes del partido demócrata– era algo de lo que “ningún” americanos “normal” se preocupaba. Con la excepción de grupúsculos auto  titulados: comunistas, libertarios  etc.…,  que no pasaban de ser Clubes  de melancólicos pensadores, venido a poco.
Aquí se jugaba a ser más o menos liberal o conservador, y el concepto socialista, maltrecho y mentiroso, como ha sido; alimentado con demagogia era algo que se concebía, únicamente,  a la sombra de dictaduras totalitarias, retrogradas, populista, pero nunca se consideraba como algo de lo que había que preocuparse más allá de las muestras del “snob”, de algún que otro artista, plástico o histriónico, que chocaban estrepitosamente en la imagen de la ahora desarmada Unión soviética; o China Popular, Corea del norte y algún que otro “satélite”, como actualmente lo es Venezuela o Nicaragua.
Soñar con lo que llaman socialismo, en la adolescencia, es lógico, comprensible y hasta saludable, pero creer en ello al llegar a los treinta, demuestra una falta de cerebro radical e inexplicable.



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