sábado, 20 de abril de 2019

CUBA LA PEOR CRISIS DESDE LOS AÑOS NOVENTA


 "La crisis de los noventa (el denominado Periodo Especial, la peor desde la gran depresión de los años treinta..."
Por Carmelo Mesa-Lago
 A la espera del cambio de liderazgo previsto para febrero de 2018, la economía cubana resiste cada vez más débil la caída de Venezuela, el huracán ‘Irma’ y las medidas de Donald Trump.
EL PIB de Cuba se redujo un 0,9% en 2016, el primer declive en 24 años después de la crisis de la década de los noventa. A mediados de 2017, las autoridades anunciaron con júbilo que en el primer semestre se había detenido el descenso y que el PIB había aumentado el 1%. Esto fue antes de los dos huracanes que azotaron Cuba en el segundo semestre del año: Irma y Trump. Pero los problemas venían desde antes y Cuba sufre de nuevo otra severa crisis. Aquí analizamos su magnitud, sus causas y posibles alternativas, basados primordialmente en estadísticas cubanas.
La economía y los servicios sociales cubanos alcanzaron su cénit en 1985-89, antes del colapso de la Unión Soviética y Europa del Este, cuando los servicios se colocaban a la cabeza de América Latina y de varios países socialistas. La crisis de los noventa (el denominado Periodo Especial), la peor desde la Gran Depresión de los años treinta, revirtió dichos logros y, en 2016, la mayoría de los indicadores seguían muy por debajo de la cima alcanzada en 1985-89. La inversión relativa al PIB bajó del 25% al 9%; el índice industrial era un 41% inferior, la producción azucarera un 80%, y el níquel un 29%. El salario medio real (ajustado a la inflación) en el sector estatal cayó el 61% y la pensión promedio real el 50%. Aunque el empleo declarado bajó al 2% (el menor en Latinoamérica), sumado al subempleo configuraba el 28,5% de la fuerza de trabajo. La desigualdad en el ingreso creció sustancialmente; por ejemplo, en 2017 el ingreso de un paladar (restaurante privado) era 284 veces el salario medio estatal y el de una mansión alquilada a turistas suponía 424 veces ese salario.

Para 2017 se proyecta un déficit fiscal del 12% del PIB, el mayor desde 1994, el segundo peor año de la crisis. Después de alcanzar el 12% en 2006, la tasa de crecimiento del PIB promedió un 2% anual entre 2009 y 2016, y este año mermó el 0,9%. Es probable caiga de nuevo en 2017. La Comisión Económica para América Latina (Cepal), que usualmente sobrestima el crecimiento cubano, ha reducido su pronóstico al 0,5%, mientras que antes del segundo semestre Cuba Standard vaticinó una caída de al menos el 0,3%. The Economist predice una reducción del PIB del 0, 4%.
 El sector externo sufrió un golpe entre 2010 y 2016. Las exportaciones se contrajeron el 56% (por la caída en la producción interna y en los precios internacionales de azúcar y níquel), mientras que las importaciones lo hicieron el 30% (por el descenso en las exportaciones, la falta de liquidez y el acceso limitado al crédito externo), por lo cual se redujeron los insumos para la industria y la agricultura. El déficit de bienes bajó por el fuerte recorte en las importaciones, pero todavía rondaba los 8.000 millones de dólares. Por el contrario, las exportaciones de servicios (profesionales y turismo) alcanzaron un máximo de 13.000 millones en 2013. Con ello, no solo se compensó el déficit de bienes, sino que se generó un superávit de 2.774 millones. Pero en 2016 se habían reducido un 23%. Como resultado, la balanza de bienes y servicios menguó un 52%. A mediados de 2017, el ministro de Economía, Ricardo Cabrisas, anunció que tanto las exportaciones como las importaciones caerían más este año.
En 2014-15 hubo una condonación de la deuda externa cubana con sus principales acreedores, como el Club de París y Rusia. Cuba solo publica parte de la deuda total y en 2014, el último año con datos disponibles, reportó una deuda de 15.229 millones de dólares (antes de la mayoría de las condonaciones). El analista cubano Emilio Morales estimó a principios de 2017 que el total de la deuda pendiente, después de las condonaciones, era de 9.466 millones (excluyendo Venezuela y Brasil). La Habana se comprometió al reembolso puntual de la deuda subsistente a lo largo de 18 años. En 2016 Cuba pagó 40 millones de dólares al Club de París (de la deuda pendiente de 2.600 millones) y 60 millones en 2017. El gobierno ha reconocido que desde 2015 hay retrasos sustanciales a proveedores. El anunciado declive en las importaciones en 2017 se atribuye oficialmente a la falta de crédito externo provocado por los impagos.
El deterioro económico ha repercutido en los servicios sociales. El gasto social como porcentaje del PIB tuvo su cénit en 2007, y había bajado 8 puntos porcentuales en 2016. En ese periodo, el personal sanitario se redujo un 22% y todos los hospitales rurales fueron cerrados. El número de médicos por 1.000 habitantes siguió creciendo (la mayor proporción en América Latina), pero el 44% de ellos trabajan en el extranjero (60% de los médicos de atención primaria); esto genera pingües utilidades al gobierno cubano, pero reduce el acceso a la atención sanitaria interna. La mortalidad infantil continuó declinando, hasta 4,3 por 1.000 niños nacidos vivos, y es la segunda más baja en el continente, pero la mortalidad materna pasó de 29 a 49 por 100.000 nacimientos. La matrícula en la educación superior cayó el 71% y las escuelas secundarias en el campo fueron clausuradas. Los recortes educativos han afectado especialmente a las zonas rurales, los campesinos y los obreros. La construcción de viviendas se derrumbó el 80%. En vista a la creciente población vulnerable, la asistencia social en lugar de expandirse se redujo un 30%. Cuba es el país más envejecido del continente, lo cual tiene efectos adversos: la fuerza laboral decreció un 9% en 2011-16 y los ancianos suponen casi el 20% de la población, lo que aumenta los gastos de salud y pensiones y hace más difícil su financiación.

Las causas
La crisis en Venezuela es el factor principal del deterioro económico en Cuba. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB venezolano se contrajo un 16,5% en 2016, 18 veces más que la caída del PIB cubano, y la inflación fue del 300%. Entre 2008 y 2016, la deuda pública venezolana se duplicó, las reservas internacionales mermaron a un cuarto, el valor de las exportaciones de petróleo bajó a un tercio, la inversión en relación al PIB cayó del 21% al 4% (la mitad que en Cuba), y hubo una fuga sustancial de capital en todo el periodo. Entre 2012 y 2017, la producción de petróleo decreció en 300.000 barriles diarios. Las proyecciones para 2017 son peores; por ejemplo, la inflación se disparará hasta el 1.133%. Hay una grave y creciente escasez de alimentos, medicinas y otros bienes de consumo. El gobierno, además, acaba de anunciar una reestructuración de la deuda externa, abriendo la posibilidades de un default.
En 2010 estimé que la relación económica entre Venezuela y Cuba equivalía al 10% del PIB cubano, y esa dependencia alcanzó un máximo de alrededor el 14% en 2013. Recientes estadísticas oficiales del sector económico externo cubano evidencian la catástrofe. En 2012 el intercambio comercial bilateral fue del 44% del total y se desplomó al 17% en 2016, con una caída del 74% en el periodo (47% solo en 2016). Como resultado, Venezuela, que durante 10 años fue con creces el principal socio comercial de Cuba, se situó en el segundo lugar, por detrás de China, que tiene el 20% del comercio cubano (España continuó en el tercer puesto con un 10%). Un cambio similar ocurrió con la participación venezolana en el déficit comercial cubano. Cuba exportaba muy poco a Venezuela, a la par que importaba un 65% de sus necesidades de petróleo y derivados; el déficit resultante subió al 45% del déficit total en 2011, pero bajó al 12% (una disminución del 73%) en 2016 por el desplome del comercio bilateral.
La situación es peor en la compra de servicios profesionales cubanos, como médicos, enfermeras, maestros, etcétera. Venezuela era el mayor comprador, pero su crisis la redujo drásticamente. El valor de dichos servicios llegó a 9.500 millones de dólares en 2013 –el mayor ingreso de divisas cubano– pero en 2016 mermó un 34%, hasta 6.295 millones. En otros países importadores de servicios profesionales cubanos, como Brasil, Ecuador y Argentina, ha habido cambios de gobierno que han recortado dichas partidas; Angola y Argelia también las han rebajado, mientras que Kenia y Mozambique revocaron acuerdos.
 En el momento álgido de la relación bilateral, Venezuela exportaba a Cuba 105.000 barriles de petróleo diarios; en 2017 el suministro había descendido a la mitad, 55.000 barriles. Según acuerdos entre ambos países, Cuba sufraga la importación de petróleo y sus derivados con la venta de servicios profesionales; en 2012, a Cuba le quedaban 1.700 millones de dólares tras descontar el valor de los envíos petroleros. Pero esto oculta que el precio de los servicios vendidos por Cuba estaba sobrevalorado (un médico cubano recibía un salario siete veces superior al de un médico venezolano), por lo que había un subsidio disfrazado. Además, una cantidad considerable de petróleo crudo se exportaba para ser procesado en la refinería de Cienfuegos, construida con una inversión de Venezuela; el refino se reenviaba a este país y quedaba un remanente que Cuba exportaba con una jugosa ganancia en divisas. Sin embargo, ese suministro se redujo a la mitad en 2016, perjudicando el refinamiento y las exportaciones. Según el exministro de Economía y Planificación José Luis Rodríguez, en 2017 no habrá exportaciones significativas. La situación se agrava porque la producción de petróleo cubana decreció un 22% entre 2003 y 2015. En 2016, Cuba tuvo que realizar compras de petróleo en el mercado internacional por 100 millones de dólares por encima de lo previsto. Todo ello ha dado lugar a un racionamiento eléctrico a las empresas estatales.
Según informes oficiales, los huracanes que han golpeado la isla han provocado pérdidas por valor de 24.000 millones de dólares en los últimos 16 años. Irma ha sido uno de los peores que se recuerdan, pero en una actitud diferente a la habitual, el gobierno cubano aún no ha ofrecido una estimación global de las pérdidas. Irma atravesó la costa norte de Cuba, donde se concentra la mayor parte de la infraestructura turística, minera (petróleo, gas, níquel), termoeléctrica y muchas plantaciones azucareras y otros cultivos. Arrasó 430.000 hectáreas de caña y el 40% de los molinos azucareros. Afectó a cinco de las siete plantas hidroeléctricas, dejando a millones de cubanos sin electricidad. Destruyó un aeropuerto que recibe 485.000 turistas anuales y varios cayos que son centros turísticos. Devastó miles de hectáreas sembradas de plátanos, maíz, yuca y cítricos. Acabó con decenas de miles de aves de corral, y afectó a 158.000 viviendas. Aunque el gobierno ha anunciado que reparará los hoteles y centros turísticos antes de que comience la temporada alta, es probable que haya una bajada especialmente en diciembre.
El turismo es el elemento positivo clave de la economía cubana. El número de visitantes aumentó notablemente después de 2014 con la política de Barack Obama para auspiciar los viajes de estadounidenses. Mientras que entre 2011 y 2014 la llegada de turistas aumentó un promedio anual del 4,4%, en 2015-16 saltó al 16% (EEUU pasó del puesto 11 al tres como emisor de turismo a Cuba), con un máximo de cuatro millones. En el primer semestre de 2017 hubo otro salto del 23%. Además, los viajes de los cubanos en el exterior, estancados en 2010-15, crecieron un 9% en 2016. Los ingresos por turismo igualmente ascendieron, aunque a un ritmo menor; de un promedio del 1,6% anual en 2010-14, al 10% en 2015-16 (sobrepasando los 3.000 millones de dólares), en parte porque los estadounidenses gastan más que otros turistas.
En su sistemático desmontaje de las políticas de Obama, y para complacer a congresistas cubano-americanos, Trump decretó en junio de 2017 eliminar la categoría más popular de viajes a Cuba (“de pueblo a pueblo”). Ahora se requiere que los viajeros vayan en grupos controlados y acompañados de un responsable de ejecutar la ley. Asimismo, se prohíbe a los estadounidenses alojarse en hoteles gestionados por militares –la gran mayoría– así como hacer negocios con ellos. En septiembre, amparándose en los extraños ataques acústicos a 21 diplomáticos, Trump retiró a todo el personal no esencial de la embajada de EEUU en La Habana, expulsó a 15 diplomáticos cubanos en EEUU, alertó a los estadounidenses que podrían ser afectados por dichos ataques, y que no podría protegerlos –hasta ahora ningún turista ha sido objeto de los ataques–. Estas medidas también pueden dañar la inversión exterior en Cuba, debido a la escasez de personal en ambos países, los nuevos obstáculos que agravan el embargo y la percepción de que ha crecido el riesgo de hacer negocios con Cuba. Sin embargo, a mediados de octubre aún no se habían promulgado las regulaciones de las medidas anunciadas por el presidente.



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