sábado, 15 de diciembre de 2018

¿CUANTO COSTARA RECONSTRUIR A CUBA?




PATRIA DE MARTI ARTICULO Y ENSAYO

60 Aniversario del castrismo. ¿Cuánto costará reconstruir a Cuba?

Por Roberto Álvarez Quiñones

La pobreza en el mundo disminuye, en Cuba crece
La situación socioeconómica de Cuba es hoy tan desastrosa que en la isla la mayoría se daría por dichosa si por un acto de magia la sociedad cubana volviese a tener el nivel de vida de los años 50 del siglo pasado.
Si se exceptúa a Venezuela, devastada ahora también por el castrismo que impuso Hugo Chávez, es Cuba el único país del hemisferio occidental que es más pobre que a mediados del siglo XX. Quien lo dude puede consultar las estadísticas internacionales.

La revista británica The Economistel 9 de abril de 2017 reveló que en 1981 el 42% de la población mundial era extremadamente pobre (ingreso per cápita menor de $1.9 diarios), pero que en 2015 bajó a 10.7%,y que el número de no pobres aumentó en unos 4,000 millones.
En tanto, el Banco Mundial (BM) destacó que en esos 34 años la cantidad de gente en la pobreza extrema se redujo de 1,958 millones de personas a 700 millones. También el BM informó que en 1990 el 56% de la población en el África Subsahariana vivía por debajo del umbral de la pobreza, y en 2013 era el 41%. Y el Brookings Institution de Washington calcula que en el mundo alguien sale de la pobreza cada 1.2 segundos.

Ello muestra la estafa que significa el comunismo. Tras 60 años “construyendo el socialismo” en Cuba el salario promedio no llega a $1.9 diario, y aunque hay ciertos servicios y alimentos subsidiados la gente es cada vez más pobre y no menos, sobre todo ahora con la crisis en Venezuela, el mecenas de la tiranía cubana.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2017 el salario promedio mensual en Cuba fue de 767 pesos cubanos, es decir, 30.68 dólares. Pero la canasta básica cuesta no menos de 75 dólares (1,800 pesos), según reportó el periodista independiente Ignacio Isla el 8 de octubre de 2018.
Es decir, el salario promedio de los cubanos solo cubre el 42.6% del costo de una canasta básica mínima,  lo cual equivale a una profunda pobreza, capaz de competir con la de Haití o África, en un país cuyo ingreso per cápita en 1958 duplicaba al de España.
¿Cómo se las arregla cada cubano para subsistir? Hay que zambullirse en el mercado negro, el  “trapicheo”, o la “lucha”, como se conoce en el argot popular el malabarismo de los cubanos de a pie para sobrevivir en los márgenes de la legalidad. El puntillazo del terremoto marxista-leninista es que el salario promedio de los haitianos, de 59 dólares, actualmente duplica al de los cubanos. ¿Quién pudo imaginárselo seis décadas atrás?

El malvivir de la ‘plebe’;  mecanismo ideal para mantenerse el poder
Aunque cueste trabajo creerlo, los jerarcas castristas  militares y civiles se sienten más seguros si los cubanos de a pie, o sea, la “plebe”,  son pobres y no ricos como ellos, los patricios. Duermen más tranquilos si la gente malvive, depende para casi todo del Estado,  y el día –y las neuronas- se les van imaginando como “resolver” sus necesidades apremiantes.
Es decir, la pobreza del “populacho” es clave para el control social y político. Ello explica la longevidad record del castrismo. La principal herramienta de control social es la cartilla de racionamiento (“Libreta de Abastecimiento”).
Más desempleo que en los países pobres de África
El dato más falso que reporta la ONEI es la tasa de desempleo. Dice que no llega al 3%. Pero al ser elegida Cuba como miembro del Consejo de Administración de la OIT para el período 2017-2020 La Habana admitió que de 7.0 millones de personas en edad laboral, 4.9 millones trabajan y los otros 2.1 millones no tienen empleo. Eso arroja un índice de paro de un 30%, uno de los más altos del mundo, superior al de países de África tan pobres como Gambia (29.8%), Sudáfrica (27.3%), Costa de Marfil (23%) o Gabón (18%)
Hay en Cuba más de dos millones de personas en edad laboral —en su mayoría jóvenes— sin empleo que deambulan por las calles “inventando” para sobrevivir. Ese es el típico  “hombre nuevo” del comunismo cubano. Entre el desempleo, la discriminación por motivos ideológicos e incluso raciales y la migración, se despilfarra el más valioso capital que posee una nación: el humano.
De la punta del progreso, a la cola
Según datos de la ONU, Cuba en 1958 estaba en el bloque de vanguardia latinoamericana en nivel de vida, con un PIB per cápita de $356, casi igual al de Italia y similar al de Chile ($360). No es difícil suponer que sin el castrismo Cuba podría ser hoy una de las naciones más avanzadas de América, con su economía ensamblada con la de EE.UU, como lo están Canadá y México.
Estadísticas de la CEPAL y la FAO indican que en los años 50 la isla se autoabastecía de alimentos, y además los exportaba. El consumo de carne de res per cápita superaba los 50 kilogramos, uno de los más altos del mundo y tercero de Latinoamérica luego de Uruguay y Argentina. Era autosuficiente en producción de leche, frutas tropicales, café y tabaco, carne de cerdo, pollo, viandas, hortalizas, huevos. Era el primer país latinoamericano en consumo de pescado y tercero en calorías con 2,682 diarias.
En 1958 el país tenía el octavo lugar del mundo con mayor salario promedio en el sector industrial con $6.00 diarios, por encima de Gran Bretaña ($5.75), Alemania Occidental  ($4.13) y Francia ($3.26). La lista la encabezaban EE.UU ($16.80) y Canadá ($11.73). Son cifras todas registradas por la OIT.
Estadísticas del antiguo Ministerio de Hacienda indican que Cuba exportaba más bienes que los que importaba y tenía superávit en su balanza comercial. Era el país latinoamericano con menor mortalidad infantil y el que dedicaba mayor porcentaje del gasto público a la educación, con el 23 %. (Costa Rica, 20%; Argentina, 19.6%, y  México. 14.7%). En 1953, Francia, Gran Bretaña,  Holanda y Finlandia, contaban proporcionalmente con menos médicos y dentistas que Cuba.
Con un vehículo cada 40 habitantes, el país ocupó el segundo lugar latinoamericano en número de automóviles. Era líder en televisores, con 28 habitantes por receptor (tercer lugar mundial), y registró la mayor longitud de vías férreas en Latinoamérica, con un kilómetro de vía por cada 8 kilómetros cuadrados.
Ni autopista ni ferrocarril nacional moderno en 60 años
Y vale recordar que Cuba fue el primer país de América Latina que tuvo ferrocarril, en 1837, 11 años antes que España. Hoy los ferrocarriles dan pena. El dinero que dio el Kremlin en los años 70 para construir una doble vía ferroviaria a lo largo de la isla Fidel lo gastó en las intervenciones militares en Angola, Namibia, Etiopía y las guerrillas en Centro y Suramérica.
El colmo, hoy la única carretera que  va de Pinar del Río a Santiago de Cuba  es la Carretera Central construida hace 87 años por el entonces presidente Gerardo Machado, de 1,139 kilómetros. La Autopista Nacional, comenzada en 1973, sólo tiene 597 kilómetros terminados, menos de la mitad.

Saldo de la ‘revolución’
El saldo de la “revolución” es haber hecho añicos todo lo alcanzado por Cuba desde su independencia. Castro convirtió en propiedad estatal las industrias, el comercio, los medios de comunicación, banca, transporte,  y casi el 80% de las tierras cultivables. Se desplomó la producción de todo. No hubo hambrunas porque Moscú comenzó a subsidiar a la dictadura por su importancia geopolítica en la Guerra Fría.
Hoy, con el doble de población, Cuba produce la mitad de leche que en 1958 (960 millones de litros). De casi siete millones de cabezas de ganado vacuno en 1958 (una vaca por habitante), hay ahora 3.6 millones de vacunos (tres habitantes por vaca). Antes importaba el 29% de los alimentos, ahora importa el 80%.
En materia socioeconómica Cuba está en saldo negativo, varios puntos por debajo de cero. Habrá primero que reconstruir el país.
Literariamente hablando la isla hará un “Viaje a la Semilla” como el narrado en el cuento homónimo del escritor cubano Alejo Carpentier, que comienza con la muerte del personaje y termina con el retorno de éste al vientre materno. Cuba tendrá que volver a nacer.
De la democracia de baja intensidad a la dictadura totalitaria
Pudiera alegarse con razón que aun teniendo los estándares de vida más destacados de América Latina la sociedad cubana padecía en 1958 –en menor grado que las demás naciones de la región, pero sin haberlas todavía superado- desigualdades en el acceso a ese bienestar en expansión.
También podría decirse que las instituciones democráticas cubanas aun no eran lo suficientemente solidas como para contener el oportunismo de políticos corruptos, militares ambiciosos y ciudadanos apasionados por la cultura revolucionaria de la violencia como via expedita para alcanzar cambios.
Pero el liderazgo de los Castro sustituyó una dictadura de siete años para imponer por seis décadas un régimen de terror comunista, sin derechos políticos y civiles, con cifras de asesinados, ejecutados, torturados, encarcelados, exiliados –e incluso desterrados, que antes no existían-  superiores a las generadas por la suma de las dos dictaduras previas (Machado y Batista) que ocasionalmente surgieron durante el periodo republicano en los 56 años previos.
El Partido Comunista tampoco tiene el poder
Pero incluso la dictadura de nuevo tipo que vino a ser implantada tiene una naturaleza privada. Cabe preguntarse algo elemental: ¿Si la Constitución proclama que el Partido Comunista es la máxima expresión del poder? No tiene éste fuerza para destituir a Raúl Castro como Primer Secretario y emprender cambios profundos, digamos parecidos al “Doi Moi” (renovación) de Vietnam? ¿Qué fuerza obliga a un pueblo a esperar a que muera el tirano para que ello ocurra?
El PCC tiene de jure poder, pero no “de facto”. Lo máximo en Cuba no es el PCC sino un grupito de militares que de hecho conforman una Junta Militar. Encabezada por Raúl Castro y sus familiares y acólitos más cercanos, esa creme de la creme militar es la que toma las decisiones, pese a que no tiene corporeidad institucional. Es “invisible” y opera por encima de la ley, la Constitución, el Partido-Estado, el gobierno, el Parlamento, el  bien y el mal. La narrativa acerca del triunfo de una revolución “socialista” en Cuba es un mito que vela la esencia privada del régimen dictatorial que se implanto a partir e 1959.
Miles de millones de dólares sólo para empezar
La tarea inicial que tendrá el primer gobierno del postcastrismo será hacer un inventario del cataclismo nacional.
Habrá que reconstruir, ampliar y modernizar la devastada infraestructura nacional: autopistas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, terminales para cruceros, sistemas de telecomunicaciones, alcantarillados, puentes, carreteras,  avenidas, calles, correos, hospitales, edificios públicos, plantas de generación de electricidad, y de combustibles, alumbrado público.
Surgirán empresas privadas reales que contribuirán al bienestar nacional aportando disimiles productos y servicios, nuevos medios de comunicación, escuelas, universidades, salas de cine y teatro, gasolineras, farmacias, centros comerciales, hoteles, compañías de seguros,  redes de servicios sociales de todo tipo. Algo crucial será la reconstrucción y rehabilitación de los acueductos. En los 2,194 kilómetros de las maltrechas redes de abasto de La Habana se pierde hasta el 70% del agua bombeada, según informó el periódico Granma.
Es difícil calcular en la actualidad el monto de tamaña reconstrucción y tarea imposible con la existencia de la doble moneda. Por solo poner un ejemplo para tener idea de la magnitud de la inversión. Hay que construir un millón de viviendas nuevas, suponiendo un costo mínimo de 30,000 dólares cada una estamos hablando de $30,000 millones solo en los inmuebles. A eso hay que agregar la infraestructura correspondiente que conlleva esa urbanización: calles, agua, electricidad, parques, escuelas, centros comerciales, y muchas otras facilidades.
¿Es posible un Renacentismo cubano?
Ese despegue descomunal no será estatal sino privado. En los siglos XV y XVI la vanguardia del Renacimiento europeo decidió nutrirse de la olvidada cultura-civilización greco-romana (destruida por las invasiones bárbaras),  para sacar al mundo del atraso medieval y construir la modernidad.
Igualmente Cuba tendrá su Renacimiento. Eso solo sucederá con la liberación de las fuerzas productivas en un Estado de derecho. Fueron los “cuentapropistas” europeos de los siglos XVI al XVIII quienes dieron a luz el sector privado y la libre empresa moderna. Y sacaron a Europa de la larga noche feudal-medieval de 1,000 años. Como en Cuba desapareció la libre empresa también habrá que crearla de nuevo. Pero en este caso funcionando en paralelo las inversiones del microempresario con las de capital mediano y grande.
No hay Pymes en Cuba
Hay unos 500,000 cuentapropistas que emplean al 12% de la fuera de trabajo nacional, según la ONEI. Pero en servicios primarios no profesionales, ni industriales o tecnológicos, pues no existen en Cuba los llamados pymes (pequeños negocios y empresas medianas) que son las que dinamizan la economía en todo el mundo y generan más empleos que las demás.
Más del 90% de las empresas a nivel planetario son pymessegún el Consejo Internacional para la Pequeña Empresa de la ONU. Generan entre el 60% y el 70% del empleo en todo el mundo y el 50% del PIB de toda la Tierra.  Y según informó el Fondo Monetario Internacional (FMI) el 14 de octubre de 2018, los países emergentes, los que más pymes tienen,  generan hoy el 60% el PIB mundial. O sea, producen más que el Primer Mundo.

Los cuentapropistas ‘reinventarán’ el país
En Cuba los pymes están prohibidos, pero los cuentapropistas son su embrión. Serán los cubanos emprendedores, hoy hostigados por la dictadura, quienes con la participación de la banca internacional y nacional, e inversionistas extranjeros y cubanoamericanos, se convertirán en empresarios y levantarán a Cuba de sus cenizas.
Serán los cuentapropistas quienes “reinventarán” a la mayor de las Antillas porque son los que cuentan con un “know how” mínimo para hacerlo. Y ello será la reivindicación de sus padres y abuelos, quienes fueron calificados por Fidel Castro como “holgazanes” el 13 de marzo de 1968, cuando suprimió los 57,280 pequeños negocios que aún subsistían y prohibió el cuentapropismo.
De hecho, el peso de los emprendedores cubanos en la reconstrucción de Cuba ya se ha demostrado. La firma consultora Havana Consulting Group reveló que en 2017 los emprendedores privados sacaron de Cuba $2,390 millones para invertirlo o gastarlo en otros países. De haber existido condiciones favorables en el país, ese capital no habría ido en busca de otros horizontes.
Por supuesto, muchas de las obras de infraestructura correrán a cargo del nuevo Estado en concertación con capitales inversionistas privados cubanos y extranjeros.
Una prioridad será la vivienda, pues hay un déficit de un millón de ellas, y todo lo relacionado con ellas. Las casas y apartamentos requieren urbanización de repartos con servicio eléctrico, agua, escuelas, farmacias, calles, centros comerciales y de entretenimiento, espacios públicos y parques. Entre nuevos inmuebles y la infraestructura necesaria estamos hablando de miles de millones de dólares.
El capital humano y el capital social: las “remesas de conocimiento”
La importancia del capital humano  —cúmulo de conocimientos, habilidades y experiencias que permiten crear y desarrollar una labor productiva— se hizo evidente en el caso de los primeros exiliados cubanos a quienes se les habían confiscado todas sus propiedades y cuentas bancarias antes de su partida. Llegaron —literalmente— sin un centavo a los países de acogida, pero recompusieron gradualmente su capital económico basándose en una hábil combinación del capital humano y social con el que ya contaban al arribar.
En una Cuba futura, ese capital humano, todo ese caudal de relaciones, conocimientos y experiencias acumulados por los dos millones de cubanos que viven fuera de la Isla será un componente primordial para la reconstrucción del país.
¿Cuánto costará la reconstrucción de Cuba?
Es difícil calcularlo con exactitud.  Pero sí están claras dos cosas: 1) que a más tiempo de castrismo, más ardua y costosa será la reconstrucción de Cuba; y 2) que el protagonista de ese renacer y crecer no será el Estado, sino la  liberal “mano invisible” de Adam Smith.
Al final la moraleja brota fácilmente si parodiamos de Fuenteovejuna —recreado por Lope de Vega— la respuesta del pueblo andaluz al juez cuando preguntó quién mató al Comendador: “¿Quién reconstruirá a Cuba? El sector privado, señor.”

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