sábado, 5 de enero de 2019

MARIA MOLINER BIBLIOTECARIA , FILOLOGA Y LEXICOGRAFA


" Pues bien, esta señora fue la autora de una de las obras que mas prestigio tiene como fuente de consulta: el Diccionario de Uso del español..."


Roberto Soto Santana
    
María Moliner (1900-1981), una bibliotecaria, filóloga y lexicógrafa española que, lamentablemente y por ser mujer, fue discriminada por muchos intelectuales hombres que envidiaban su talento, y hasta fue rechazada en los años setenta del pasado siglo la propuesta que tres distinguidos miembros de la Real Academia Española presentaron de asignarle un sillón en esa institución –por la oposición de la mayoría de los demás académicos, que en ese momento eran todos hombres-. Como sucede con tantas personas meritorias, en cuanto murieron todos, los amigos de corazón y los enemigos gratuitos, se apresuraron a reconocer sus méritos.
            Pues bien, esta señora fue la autora de una de las obras que más prestigio tiene como fuente de consulta: el “Diccionario de Uso del español” –que tras quince años de preparación dio a la luz en dos tomos con un total de tres mil páginas y más de noventa mil entradas o apartados-. Yo tengo en las estanterías de mi biblioteca la más reciente edición del Diccionario de la Real Academia Española (es decir, la de la Lengua) y no tenía pero había visto algunas páginas del Diccionario que escribió, ella sola, esta estudiosa del idioma –quien, además, era modestísima, a pesar de que lo que había compilado sigue teniendo gran valor a los treintisiete años de su fallecimiento-. A tal punto, que los lingüistas hablan del “Diccionario de María Moliner” como el no va más del estudio de cada palabra de la lengua española, de la que ofrece no solo la etimología y sus distintos significados sino ejemplos de su uso en frases y hasta la conjugación correcta de los verbos; es un libro francamente monumental, que fue preparando –en las horas “libres” que tenía cada noche, tras atender a su marido e hijos y trabajar como bibliotecaria de la Escuela de Ingenieros Industriales sita en Madrid, de la que llegó a ser Directora- mediante fichas de cartón escritas a mano por ella sola, sin colaboradores, y notas hechas en una máquina de escribir portátil de los años cuarenta, ocupándose a la hora de su publicación en imprenta de revisar ella misma las pruebas a fin de corregirlas. En fin, que no podía hacerlo de otra manera porque no existían los ordenadores en su época, y sin embargo ella tomaba notas de tal manera que cuando preparaba el contenido de la entrada de una palabra, ponía cuáles otras palabras estaban relacionadas a fin de que el lector o el estudioso pudiese ir a otras partes de la obra e ilustrarse complementariamente.
            Pues bien, hoy me he excedido y he encargado por Internet a la librería ESPASA CALPE de Madrid –que es la que vende la obra el mejor precio- que me envíe un ejemplar por mensajería: esa librería ofrece el aliciente de no cobrar gastos de envío cuando se trata de promocionar determinadas obras que no sean las que devora el lector de novelas de moda y las dedicadas a la Política e incluso al Arte. La demanda en el mercado no es muy grande para los Diccionarios –sobre todo, para un mamotreto como el “Diccionario de María Moliner”, aunque su título siempre haya sido el de “Diccionario de uso del español”-. El caso es que hoy mismo he recibido un mensaje de correo electrónico de esa librería, anunciándose que mañana me lo traerá en mano una empresa de mensajería, sin costo adicional alguno (no porque yo sea un cliente especial, sino porque esa es la política comercial de esa librería madrileña en relación con esta clase de obras de contenidos especializados). ¿Es indispensable que compre esos dos gruesos tomos, por motivos de trabajo u otro inevitable? Realmente, no. Pero no hacerme con esta obra me privaría de uno de los pocos gustos que para mi verdaderamente existen. Así es que me he dicho, “¡adelante con los faroles!”

Roberto Soto Santana
Miembro de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)


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