jueves, 10 de diciembre de 2015

DESOLACIÓN Y RUINAS 50 AÑOS DE CASTRISMO

Desolación y ruinas envuelven San Miguel de los Baños.
Con este título, hace varios meses el Blog 14yMedio publicó un artículo, bajo la firma de REINALDO ESCOBAR sobre el antiguo centro turístico cubano. Comienza describiendo la imagen que proyecta, en la actualidad, lo que queda del edificio del Hotel Balneario:

Una enorme ruina sale al paso entre los matorrales. El edificio de fachada ecléctica era el hotel del Balneario de San Miguel de los Baños. Hoy sólo alberga telarañas, ratas, árboles que crecen entre los muros, y recuerdos, muchos recuerdos. Los más jóvenes ni siquiera saben que en el país hay un sitio así, donde el agua sanadora brota de la propia tierra.
Bendecido por la naturaleza con abundantes manantiales medicinales, San Miguel de los Baños pasó, en menos de un siglo, de la prosperidad al abandono. Algunos vecinos creen que se trata de una maldición…  Y están en los cierto, ha sido la maldición del castrismo la que llevó a este, –en otro tiempo paradisiaco– lugar al estado en que hoy se encuentra.

Lo cierto es que aquel majestuoso edificio que deslumbraba a cuanto viajero lo visitaba y que era centro del complejo arquitectónico y orgullo de los pobladores, es hoy un inmueble desolado e inhabitable, a pesar de su utilidad pública, de sus valores culturales y de su historia. También es cierto.
Y prosigue: La leyenda cuenta que un esclavo llamado Miguel, escapado de su dotación, fue quien descubrió los valores curativos de aquellas aguas. Y a continuación se refiere a los valores curativos de las aguas: …sólo a finales del siglo XIX se  confirmó científicamente que contenían un 60% de minerales, entre ellos azufre en estado coloidal. Los manantiales fueron reconocidos también por sus características alcalinas y bicarbonatadas, capaces de aliviar ciertos padecimientos de las vías digestivas y urinarias, además de otros problemas de salud: anemia, gastralgia, dispepsia, diabetes, urticaria, clorosis, nefritis e incluso neurastenia.
Y continua la historia. Un adinerado abogado santiaguero, –tengo entendido que era pinareño, pero no es relevante, uno u otro sitio– Manuel Abril Ochoa, llegó a San Miguel de los Baños en 1906 para comprobar si en aquellos manantiales estaba la solución a sus problemas digestivos. Todo indica que la encontró porque tomó la decisión de establecerse allí y construir el lujoso balneario… No solamente lo decidió, sino que prometió no salir nunca mas de los límites del pueblo, y lo cumplió. Recuerdo como se hacía llevar en su automóvil hasta donde se reconocía como limites de San Miguel, y se regresaba, sin salir del área.
El Hotel Balneario se inauguró en el mes de agosto de 1929 y fue la vivienda del “doctor Abril”, hasta que el hotel y el resto de las instalaciones de los manantiales fueran intervenidos por el régimen castrista.
Aquí comienzan la “inexactitudes” que me confunde en cuanto a su intención. El señor; Reinaldo Escobar, continúa su artículo así:
En su infinita buena fe, o ingenuidad, el doctor Abril dispuso que tras su muerte las instalaciones fueran cedidas al Ministerio de Industrias, que en enero de 1962 estaba bajo el mandato de Che Guevara. Totalmente incierto. El doctor Abril, luego de la intervención del hotel fue alojado en una casa ubicada en un sector llamado “Reparto Blanca Nieve”, donde a las pocas semana tuvo un accidente y fue conducido al hospital provincial en Matanzas, –saliendo por primera vez desde su llegada al lugar a principio del siglo XX –…donde murió. Otra barbaridad histórica, es afirmar que Guevara se hizo fabricar el Hotel Villaverde. Este hotel fue construido en los años cuarenta, y sus propietarios era el matrimonio formado por Manuel Villaverde y Adelaida Escudiere. El único contacto del criminal comandante con el Villaverde, fue que pasó un fin de semana alojado allí, cuando aún, el hotel,  no había sido intervenido.
El Balneario de San Miguel de los Baños tuvo su época dorada en los setenta. Cubanos de todas las provincias acudían en peregrinación esgrimiendo sus recetas médicas debidamente acuñadas. Allí se gestó una de las primeras iniciativas de lo que hoy se ha dado en llamar Turismo de Salud.  Una tontada. La época dorada del Balneario, terminó a principio de los años sesenta, poco tiempo después de las intervenciones. San Miguel nunca volvió a ser lo que era antes del 1959, cuando, después de la playa de Varadero, era el lugar preferido a nivel nacional para vacacional.
Prosigue el señor Escobar:
Ajenos a los sismos políticos, los manantiales siguieron brotando con generosidad, pero los burócratas locales en su habitual oportunismo se encargaron de desbaratar las instalaciones del balneario. Las utilizaron primero para albergar a damnificados de huracanes, luego como oficina del sector gastronómico y, finalmente, para realizar las fiestas conmemorativas por la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). 
Saquearon todo: las tazas de los inodoros, las baldosas de mármol de las escaleras, las puertas y los marcos de maderas preciosas, las camas con sus colchones, los sillones y sofás, las sillas y mesas del comedor, los fogones de la cocina, los grifos y lavamanos, los azulejos. Sólo se salvaron algunas pesadas bañaderas de hierro esmaltado empotradas en el piso. Nadie sabe a ciencia cierta a dónde fueron a parar todos aquellos despojos del palacio.
Y concluye:
El taxista particular que me saca de San Miguel de los Baños me cuenta otros horrores que sufrió el resto de las instalaciones hoteleras de la otrora próspera villa. Pero habla también de sus esperanzas desde que, hace un año, el Ministerio del Interior ha tomado el control de los manantiales con el proyecto de hacer allí un sanatorio. Me traslada el rumor de que Eusebio Leal, sanador de La Habana Vieja, está tomando cartas en el asunto y que “con esto de la nueva ley de inversiones extranjeras” quizás quieran poner allí –donde ahora hay unidades militares– un campo de  golf.
No todo está perdido: Dice Escobar, y  yo lo creo igual, pero ha costado seis generaciones, hasta ahora, para que la esperanza de que San Miguel resurja con el mismo esplendor de antes, sea una realidad.




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