jueves, 10 de diciembre de 2015

EL OSCAR A JENNIFER JONES Y LA VIRGEN MARIA

Por Santiago Cárdenas
 
Seis  años después de  ser electo Papa, el Cardenal Ferrati, ahora Pio IX proclamo en 1854 el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. En sus propias palabras: basado más en sentimientos  ancestrales de la iglesia universal, como pueblo de Dios, que en evidencias o estudios teológicos.

La iglesia  católica  paso, de un día a otro, de ser una iglesia devocional a una iglesia dogmatica, que no es poca cosa. No se trata desde entonces de una devoción de sacristía, más o menos sentida, hacia la llena de gracia, sino  de la imposición ante la cristiandad de un punto de vista, digamos que “católico” universal, que lo aceptas o lo  aceptas. En peligro te encuentras  de ser  excomulgado y/o  condenado, si lo contradices.

 Pio Nono, ahora beato y siempre controversial, necesitaba  urgentemente  la confirmación de su  declaración, sin paralelo en la historia. La primera prueba  de su certeza le vino como anillo al dedo, tres o cuatro años después. Una adolescente francesa tuvo unas visiones de la Virgen en Lourdes, Francia.  A Jennifer Jones, le debemos la magistral interpretación, de Bernardette  de Subirous, que en 1943, la llevo al Oscar y al estrellato en su primera  actuación en Hollywood. Algo inédito en la historia del cine.

Pero, el papa  decimonónico  necesitaba  ser declarado infalible en sus pronunciamientos acerca de la fe y las costumbres. Eso llego  en forma colegiada  cuando convoco al Concilio Vaticano I.

Solo que un detalle  se interpuso en su camino. Este concilio nunca fue  clausurado oficialmente, dado el estallido de unas  de las tantas  guerras  europeas y la toma de los estados vaticanos por Garibaldi y Víctor Manuel. El Pio y sus sucesores, al perder el poder temporal, se emperraron, y no salieron de las murallas vaticanas, hasta el concordato con el Duce Benito Mussolini el siglo pasado.  Esto  quedo plasmado en La Vía de la Reconciliación, esa ancha avenida  que nos conduce  diaria y directamente a la Basílica de San Pedro en la colina Vaticana

“La canción de Bernardette “, esa magistral obra en blanco y negro, rodada en 1943 que todos los cristianos deberían  ver, nos introducen a una magistral Jennifer que sin sobresaltos se gana el Oscar de ese año.

En la escena paradigmática del film, ella va caminando por una  calle cualquiera entre un grupo de amigos y conocidos Hablando estaban de la bella señora, la gran dama de las apariciones. Entonces, alguien le pregunta:      –“¿Quién es esa dama?”  – “¿Como se llama?” En su ingenuidad de su menarquía, a los  trece  años de edad respondió. La señora me dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Y  todos retroceden y enmudecen  entre  perplejos y  asombrados.



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