sábado, 12 de diciembre de 2015

LUIS FELIPE RODRÍGUEZ: POETA TELÚRICO

Por: J. A. Albertini.


Se labra mucho el oro. El alma apenas
José Martí
Del poema. A los espacios

Luís Felipe Rodríguez, escritor cubano nacido en la ciudad de Manzanillo, provincia de Oriente, en julio de 1888, representa en la literatura nacional de principios del siglo XX y primera mitad, el reclamo del campesino y el obrero de la república inaugurada el 20 de mayo de 1902. 





Luís Felipe denuncia en sus cuentos y relatos la marginación y olvido que sufren muchos veteranos de las dos guerras emancipadoras en beneficio, principalmente, de una burocracia gubernamental que surge del otrora partido autonomista y el cansancio acomodaticio de algunos generales gloriosos. ¿Acaso el mayor general Calixto García Iñiguez no había muerto en los albores de la república?

Impuesta la Enmienda Platt y víctima del páramo intelectual que padecía Cuba, Luís Felipe se aísla en un mundo creativo y comienza a hilvanar una literatura que,  en gran medida, está  permeada por el pensamiento del escritor uruguayo José Enrique Rodó y su obra Ariel.

Así, de su pluma brotan páginas  de gran contenido social entre las que se cuentan las de la novela: Como opinaba Damián Paredes; personaje que mora en un pueblo ficticio que el autor bautiza con el nombre de Tontópolis, y en el que se producen tensiones humanas, económicas y sociales que al lector actual, salvando la distancia, lo transporta, en ocasiones, al surrealismo cinematográfico de Luís Buñuel: Porque sólo la verdad nos pondrá la camisa de fuerza; en cierto momento dice Alfredo; lugareño idiota y amigo de Damián Paredes.

Después vendrá La pascua de la tierra natal, libro que destila cubanía campesina y donde, una vez más, se manifiesta el culto religioso que Luís Felipe siente por la tierra nativa. Juanito Altuna, uno de los protagonistas de este volumen de cuentos y relatos afirma: La maternidad es la verdadera aristocracia de la tierra y la fuente profunda de todo noble y verdadero linaje humano.

En años sucesivos Luís Felipe Rodríguez produce las novelas: Relatos de Marcos Antilla, La tragedia del cañaveral y La conjura de la ciénaga; obra ésta que ampliada y bajo el nombre de Ciénaga, en el año 1937, recibe el Premio Nacional de Literatura.

A través de sus personajes, sobre todo Marcos Antilla, el lector transita por guardarrayas polvorientas o enlodadas; escucha el sonido de las carretas cargadas de caña de azúcar, la respiración jadeante de las yuntas de bueyes y las interjecciones de los carreteros. Luego se pernocta en el barracón cercano al central azucarero, en el que los cortadores cubanos, jamaicanos, puertorriqueños, haitianos, dominicanos y de otras nacionalidades, se apiñan en camastros que apestan a sudor añejo y sueñan con un futuro mejor, en tanto el viento trae el susurro de los cañaverales aledaños y el perenne olor del guarapo que convertido en azúcar se rinde a la melaza.

Luís Felipe no pierde oportunidad de patentizar su pasión telúrica y comprometer al lector. En el cuento Cuando madure el tabaco, el guajiro Lico Céspedes comenta contemplando un campo de labranza: Si; por el amor de estas tierras alguien tiene el deber de quedarse en ellas para fomentarlas y hacerlas producir, con el sudor de la vida, la vida de todos.

En lo personal la vida del escritor estuvo llena de dificultades económicas, envidias e incomprensiones. No fueron pocos los intelectuales de su época que lo tildaron de ser un simple autodidacta cuyo estilo narrativo estaba influenciado por Eca de Quiroz, Anatole France y Jacinto Benavente. No obstante, la esencia de la obra de Luís Felipe, en la actualidad, trasciende cualquier matiz ajeno para brindarnos páginas que rezuman aroma criollo. De su mano gustamos el rico lechón asado en puya; encendemos un tabaco torcido a mano y no quemamos el gaznate con el cubanísimo ron Bacardí.

Luí Felipe Rodríguez fue un hombre de su tiempo que en instantes de pesimismo creativo puso en boca de uno de sus personajes la siguiente reflexión: El hombre será siempre un hijo de las circunstancias y el esclavo de lo que lo rodea.

Sin embargo, al dedicarle La pascua de la tierra natal al político cubano José Manuel Cortina, imbuido de su misión testimonial, escribe: Si yo fuera agricultor le daría al suelo la fecundidad de un grano; pero sólo puedo darle un libro a modo de grano. Cada uno puede servirle al suelo como puede y con lo que tiene; ello es mejor que no sembrar nada y participar de la cosecha de los grandes y pequeños agricultores.

Un 5 de agosto de 1947, en el capitalino hospital Calixto García, pobre y solo, muere Luís Felipe Rodríguez. Quizá en el momento de la transición de la vida a la muerte su lecho fue rodeado por los vecinos de Tontópolis, Hormiga loca y la Ciénaga.


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