Por, Luis Marín Abogado
y politólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela
Quizás uno de los mayores perjuicios
causados por la fiesta democrática del 6D sea esa suerte de santificación
retrospectiva de todas las tropelías cometidas por el régimen en más de dos
décadas pasadas y en particular por el CNE en la mitad de ellas.
Vuelven a elevar el globo de la
democracia imperfecta, pero perfectible, alaban un sistema perverso, celebran
el triunfo de la institucionalidad ya rescatada, ocultan que en Venezuela hay
un régimen comunista totalitario, violatorio de Derechos Humanos, con bendición
no sólo de la oposición oficial sino de la Iglesia, el Departamento de Estado y
hasta Putin ha considerado oportuno llamar al entendimiento entre gobierno y
AN.
Se olvida que si el mecanismo es
fraudulento, tramposo y las elecciones son controladas por el régimen, entonces
lo siguen siendo en todo caso, incluso cuando deciden que lo más conveniente
para ellos es que “gane” la oposición oficial, lo que los eleva de cómplices a
coautores, beneficiarios de un régimen atroz.
Esto resulta casi grotesco en vista de
que fue anticipado por analistas que lo estiman parte de las negociaciones
celebradas en La Habana entre John Kerry y Raúl Castro. Aquel, argumentando a
favor de la expresión libre de los venezolanos; para éste, la cuestión sería
defenestrar a otro miembro del triunvirato que sucedió a Chávez, ya eliminado
Rafael Ramírez, dejando solo en el poder al delfín Maduro, garante de que siga
fluyendo el auxilio para su languideciente tiranía.
Pero nadie puede predecir la reacción del
triunviro ante semejante emboscada, lo que sí es seguro es que no se va a
quedar ahí, esperando a la DEA, junto a un número creciente de narco generales
que supuestamente engrosarían la lista de sancionados por el Departamento del
Tesoro de los EEUU.
Pero todo esto cae en el mundo de la
especulación, poco digerible para el público, extraña a la vida cotidiana que
es donde está el problema de la oposición oficial. Tal vez ofrecieron demasiado
y aunque no les importe no cumplir, tendrán que pagar un precio.
La mayoría de las ofertas electorales de
la oposición oficial ni siquiera son competencia de la AN, desde acabar con las
colas en los mercados, terminar con la escases de productos básicos, rescatar
el valor del salario, reducir la inflación, combatir el acoso del hampa, traer
de vuelta los capitales, hasta liberar a los presos políticos, retornar a los
exiliados y reconciliar al país. En este punto no hubiera sido exagerado
que ofrecieran revivir a los muertos.
Ciertamente, no parece que un período en
la AN alcance para tanta cosa y como se dice de los presidentes, ni que vivan
dos veces les alcanzaría para lograrlo. Por poner un ejemplo grueso que sí es
competencia de la AN, “decretar amnistías”. La amnistía se refiere a hechos, no
a personas y tendrían que dictar casi tantas leyes como de presos se trate, que
de algunos ni siquiera está claro qué hechos les imputan, cuando no resultan
ser rocambolescos y traídos por los cabellos (valga la expresión).
Aún sin instalarse la nueva AN, sin
nombrar una comisión para resolver esta cuadratura del círculo, ya tienen
planteado un conflicto constitucional para su promulgación. Lo mismo puede
esperarse de las demás leyes que elaboren sin consenso del oficialismo.
El país que ha sido apabullado bajo la
avalancha de celebraciones por el 6D reaparecerá como la resaca después de la
juerga, diciendo: “Seguimos aquí y sin nada que celebrar”.
Esta es una gran oportunidad para la
oposición auténtica, para la Resistencia.
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