viernes, 25 de marzo de 2016

VIERNES SANTO: EL DIA QUE TEMBLO LA TIERRA

Por, Santiago Cárdenas MD
 No sabemos cuando nació; pero sí que murió el 14 de Nissan. Era viernes. A  la caída del sol comenzaba el sabattoh judío con descanso obligatorio y muy severo, según la Torah, varios  siglos antes.
        Dicen las  escrituras cristianas, llamados evangelios, –escritas aproximadamente unos setenta años después–  que ese día  desde el mediodía las penumbras envolvieron la tierra y aproximadamente a las tres de la tarde  tembló la Tierra; el velo del Templo se rasgó de arriba abajo y muchos de los muertos volvieron a la vida y se manifestaron en diversas partes de Jerusalén.
     Quien murió en ese día y hora  era el Cristo, el Ungido, el  Consagrado. El Mesías esperado desde siglos.
        Dios encarnado en un hombre de  "flesh"  y hueso  como tú y yo. Misterio que nunca entenderemos a plenitud.
     No había iglesias; ni templos ni biblias, ni religión organizada  como la conocemos hoy. Solamente un cadáver  de un crucificado  de treinta y tres años  al que había que enterrar  antes del oscurecer, porque por la noche se lo comerían los perros salvajes y las aves depredadoras          
       Aparecieron un grupo de mujeres estoicas –los hombres  fueron a esconderse–  y un rico con un sepulcro nunca usado. Allí pusieron al galileo, esperando  al  domingo para limpiar el cadáver.
       El desastre total. Completo, absoluto. Para los judíos no existía el "alma". El cuerpo lo era todo. El principio vital  se había  situado desde el cerebro a  los testículos, pasando por el corazón o los intestinos. Este principio  que animaba  al corpse se destruía al corromperse la carne después de la muerte.
        Ignoraban los judíos de la época el dualismo platónico de cuerpo-alma (eterno y etéreo). Esos conocimientos  vinieron siglos después, cuando  se infiltraron sutilmente en la religión cristiana  hasta nuestros días.
       Por eso las apariciones del Señor tres días después fueron el milagro entre los milagros; lo inédito. Lo sensacional. Un cuerpo judío ciento por ciento vuelto a la vida. Desde la tristeza y las penumbras del viernes santo que hoy conmemoramos hasta la luminosidad  de un cuerpo  resucitado  el domingo de resurrección
        Ese es el misterio esencial de la fe. Lo demás es secundario.                                  

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