sábado, 12 de marzo de 2016

"UN DIA DE VIENTO"

–Mística en esencia y aleccionadora por designio–

Por: Manuel C. Díaz   
No hay dudas de que la obra literaria de José Antonio Albertini se ha ido consolidando a través de los años. Todo comenzó con la publicación de El entierro del enterrador cuando, utilizando arriesgados ejercicios de innovación narrativa, incorporó por primera vez elementos esotéricos en una línea argumental realista. En aquella novela, empleando dos planos intemporales de narración, Albertini se apoderaba de la memoria colectiva de los habitantes de un pueblo imaginario para desdibujar las fronteras entre realidad y fantasía. Pero no era sólo en esa dualidad de formas donde se manifestaba la innovación, sino también en la incorporación de espíritus en calidad de protagonistas; como si no existieran diferencias entre la vida y la muerte. En su novela siguiente, Allá donde los Ángeles vuelan, la experimentación estilística continuaba a través de la utilización de símbolos que aparecían metafóricamente representados de diferentes formas. Por ejemplo: un alcalde que pretendía controlar la mente de sus ciudadanos, varios funcionarios estatales con títulos "orwelianos", Ángeles que adquirían simuladas apariencias corpóreas y fronteras fluviales que separaban la dicha de la desesperanza. Y todo encapsulado en una trama que encerraba, sin mencionarlas, las claves de la tragedia cubana.
     Es obvio que las novelas de Albertini han estado signadas, desde el principio, por la innovación estilística. Y su nuevo libro, Un día de viento, no es la excepción. Aquí también aparece ese tono místico, un poco entre lo fantasmagórico y lo onírico, que siempre le ha permitido transitar con comodidad por esos minados caminos literarios donde la realidad se confunde con la magia. La narración comienza casi de una manera tradicional describiendo el escenario: "Como entonces, un viento tibio y desordenado imperó en aquel mes de marzo. Golpeaba la tierra seca y esta desprendía olas de polvo que arremetían contra todo. Era tiempo de primavera pero el agua se recluía, a la caída de las tardes, en nubes grises y escurridizas. La sequía, legada por el invierno, se aferraba: desteñía el verde de las plantas y hendía la superficie de los caminos".

      Por su tono inicial, detallado y descriptivo pero a la vez metafórico, podría pensarse que lo que sigue es una novela de costumbre o una saga familiar. Pero es ese "Como entonces" (que seguirá apareciendo a lo largo de la novela como para retrotraernos en el tiempo), lo que enseguida nos alerta de que la trama no será narrada de una manera convencional. Ya en la primera escena cuando uno de los personajes principales, Salvador, visita el cementerio de su pueblo, se hace evidente que no está allí por urgencias nostálgicas, sino para reconstruir el pasado implícito en ese repetitivo "como entonces". Pero no a través de los recuerdos, sino viviéndolo todo otra vez. En efecto, lo que a partir de ese momento ocurre en la novela será una repetición de los sucesos que antecedieron la muerte de Salvador. Y la de sus compañeros: Pedro Faro, Antonio Pío, Xiomara y Gualberto; que han regresado desde el más allá para recuperar sus huesos, dispersos en innumerables tumbas anónimas, para que al fin reposen dignamente.
        Un día de viento quizás sea la más ambiciosa y compleja de todas las novelas de Albertini. Y es que son varias las historias que se entremezclan en su trama; una trama que no avanza de una manera lineal sino a través de saltos en un tiempo tridimensional que podría definirse de esta manera: pasado-pasado, pasado-reconstruido y presente-imaginado. Quizás por eso utilizó la tercera persona omnisciente como punto de vista narrativo para poder contar lo que de otra forma hubiese sido imposible. Porque no sólo se trata de documentar el regreso de las ánimas, sino también las consecuencias de reconstruir sus últimos momentos en la Tierra. Y para hacerlo, debió armonizar forma y contenido y relatarlos cronológicamente desde las primeras muertes por fusilamiento hasta las últimas. Una premisa atrevida si se tiene en cuenta que es necesario describir situaciones que se balancean entre la realidad y la fantasía. Sin embargo, Albertini lo logra. Y es que Albertini trabaja sus escenas con una gran meticulosidad descriptiva, como lo hace en la que Salvador llega en una lancha artillada a la costa norte de la provincia de Las Villas para llevarle armas a los alzados del Escambray: "Sobre el mar sereno, la luna macula el firmamento. La noche es densa. La lancha rápida, artillada con una ametralladora Browning calibre 30, se aproxima a un punto determinado de la costa. Los tres hombres que la tripulan visten de negro; portan pistolas y carabinas automáticas. La embarcación se inmoviliza. Al cesar el ruido de los motores fuera de borda, el golpe sordo del agua contra los flancos de la lancha se hace audible. Hay quietud y sopla la misma brisa cálida de entonces". Pero no sólo eso, sino que también sabe darle profundidad sicológica a sus personajes a través de la exploración de su condición humana, exaltando tanto sus defectos como sus virtudes.
     En una de las escenas finales, las ánimas de los que van a ser fusilados se enfrentan a las ánimas de sus victimarios. Los primeros vuelven a demostrar su valor frente a la muerte gritando "Viva Cristo Rey"; los segundos, vuelven a demostrar su sevicia dando tiros de gracia. La última escena es, en esencia, simbólica; pero a la misma vez esperanzadora. Albertini la comienzas así: "Y partiendo del entonces, tumbas individuales o colectivas, ocultas o de olvido aparente, conteniendo osamentas completas o huesos dispersos, fueron localizadas a todo lo largo y ancho de la isla, dando inicio a un proceso de exhumación y entierros apropiados que devolvió a cada una de las victimas al seno de la tierra propia". Y la concluye, casi lapidariamente, de esta forma: "Y partiendo del entonces, todas las ánimas, buenas o malas, asistieron a sus respectivos enterramientos"
     Un día de viento es una novela muy bien escrita a la que no le faltan ni le sobran palabras. Una novela que se resiste a las clasificaciones: mística en esencia y aleccionadora por designio. Un escalón más en la carrera de este dedicado escritor cubano que no se cansa de imaginar, a través de la literatura, cómo será la patria nueva.
Nota: Tomado de "Círculo: Revista de Cultura". Volumen XLIII. 2014.

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