sábado, 27 de enero de 2018

UN TRANVIA LLAMADO RECUERDOS

" Te contare algunas cosas de aquellos tiempos..."

Recuerdos del Ayer (TOMADO DE PENSAMIENTO)


(De la vida Real)

Venía por la calle un señor de edad; alto, delgado, vestido humildemente, con un sombrero que el tiempo, el sol y el agua lo habían vuelto de un color gris. Lo acompañaba un niño de unos ocho años, que vestía un diminuto pantalón.
Se detuvieron frente a un viejo edificio abandonado, de grandes puertas que daban a un patio interior, donde reinaba un gran silencio. Formaba éste un pequeño oasis tranquilidad y abandono, donde los años se complacen de destruirlo todo. Quedaban restos de magnificencias de años pasados en algunas partes del patio. Al final de éste, un viejo tranvía sostenido por burros, se erguía. Había sido en tiempos pasados donde se reparaban los tranvías en la calle de Carlos Tercero. Ya sólo era un lugar donde se veían amasijos de hierros por todas partes.
- Hijo, ese tranvía que ves allá lejos, es un recuerdo de tiempos pasados. Eran lentos, pero seguros. A principio de este siglo, allá por el año de 1910, se desplazaban por las calles de la Habana, primero arrastrados por caballos o mulos o mulas. Los conductores, cuando los animales no iban más rápido, la emprendían a palo y latigazos con el infeliz animal.
- Abuelo, ¿ya no se ven más?

- Hijo los años pasan y se inventan o construyen cosas nuevas. Fíjate en mí. Ya estoy viejo y no puedo trabajar y sólo vivo de recuerdos. Tu ahora eres pequeño, pero dentro de unos años, trabajarás y serás todo un hombre…Te contaré algunas cosas de aquellos tiempos. Los tranvías iban por las calles repiqueteando, el timbre y recogiendo pasajeros y dejando otros. Algunas veces se formaba dentro de ellos peleas por nada. Se prohibía fumar, muchos trataron de burlar las ordenanzas, entonces venía el cobrador y les llamaba la atención; otras veces el que estaba al lado le decía, que se bajara del tranvía.
-Los tranvías pasaban por los barrios de la ciudad que tenían las calles que estaban habilitadas para su recorrido. Recuerdo que por los muelles de Santa Clara, recogían a los marineros y estibadores que iban para sus casas, después de terminar el trabajo. Los policías del tránsito se metían debajo de un paragua grande de color verde que los protegía del sol, desde ahí dirigían el tráfico. La mayoría de las veces se formaba un embrollo enorme, entre los autos, tranvías y carros de mulas que repartían carbón.
- En uno de esos tranvías fue donde conocí a tu abuela. Han pasado más de cuarenta años, y me parece que fue ayer. Ella iba con su tía, que era peor que un sargento de la guardia rural. Le pisé el pie a tu abuela, le pedí perdón, y ahí mismo quedamos enamorados. La tía me dijo animal y no sé cuántas cosas más. Que si era ciego, lo que más me molesto, fue que no la pisé a ella.
        - Te diré que dentro del tranvía trataban los vendedores de baratijas vender sus mercancías. El cobrador se lo prohibía. Algunas veces un borracho subía y empezaba a molestar a los pasajeros, entonces el conductor paraba y llamaba a algún policía en la calle. ¡Vamos, borrachín descara’o, camina pa’lante! Le daba un empujón, y lo cogía por el cuello de la camisa y se lo llevaba. En esa plataforma que ves en el tranvía iban las personas que no cabían en él. Sólo se permitían dos personas.
- Una vez el gallego José María, ese que tú ves sentado en la casa grande de la esquina de donde nosotros vivimos, iba en un tranvía, creo que un L.4 delante de él entró una mulata muy bonita, con un cuerpo muy bien formado. El gallego pellizco a la mujer. Ella le dio un carterazo por un ojo, que hizo a  José María no esperar que el tranvía parase, se tiró y se puso a correr.
- Abuelo. ¿Tú crees que los tranvías vuelvan otra vez algún día? Sería bonito viajar en uno de ellos.
- Hijo, creo que eso no lo podrás ver, porque tú ves ese que está ahí en el patio, mañana van a demoler todo esto, junto con el tranvía. Van a construir un edificio de apartamentos. Eso es adelanto y progreso. Lo viejo pasó de moda, sólo lo moderno avanza, pero también pasará de moda y volverán quizás las costumbres de antes.
Ya estaba el sol muy alto. Desde el primer piso de una casa vecina se oía el llanto de un niño. El anciano y el muchacho se alejaban caminando poco a poco. El señor volvió la cabeza para mirar aquella grandeza del ayer, por última vez. Cayó en una profunda melancolía. En su pensamiento a lo lejos oía el repiquetear del timbre de los tranvías.
- Abuelo, ¿en qué piensas?
- Hijo, en un Tranvía Llamado Recuerdos.


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