lunes, 20 de agosto de 2018

¿QUIEN ES EL PRESIDENTE DE SUIZA?


"Hay mucho mas en este sistema único de gobierno suizo, pero lo que quiero destacar es que Suiza es una sociedad multicultural..."

Por José Azel.

A lo largo de los años, les he preguntado a mis estudiantes universitarios: ¿Quién es el presidente de Suiza? Nadie ha respondido alguna vez; es una pregunta capciosa. A diferencia de la mayoría de los países, la Confederación Suiza no tiene un presidente o primer ministro que actúe como jefe de estado o gobierno. En Suiza, el poder ejecutivo no recae en un solo individuo, sino en un Consejo Federal de siete miembros.
Cada miembro del Consejo tiene el mismo poder, y cada uno es operacionalmente responsable para un ministerio. Según la antigüedad, los siete miembros del Consejo rotan anualmente para servir como Presidente de la Confederación y presidir las reuniones del Consejo. Es esta asignación temporal que podemos llamar figurativamente Presidente de Suiza, aunque él o ella es solo un primus inter pares (el primero entre iguales).

El presidente es principalmente responsable de los deberes de representación pero sin ninguna autoridad sobre los otros consejeros, y debe continuar dirigiendo su departamento. Los jefes de estado visitantes son recibidos por el Consejo completo, y los siete miembros firman los tratados. Curiosamente, aunque Suiza está clasificada como una democracia semidirecta (frente a una democracia representativa), los miembros del Consejo no son elegidos directamente por el pueblo, sino por las cámaras del parlamento en sesión conjunta.
Hay mucho más en este sistema único de gobierno suizo, pero lo que quiero destacar es que Suiza es una sociedad multicultural con cuatro grupos étnicos diferentes: alemán 65%, francés, 18%, italiano 10%, romanche 1% y 6% formado por otras varias etnias. Y aunque los alemanes constituyen una mayoría dominante y pueden ganar todas las elecciones, el país maneja un sistema federal que otorga a cada grupo étnico el poder de administrar sus asuntos locales con una autonomía significativa y en el idioma que elijan.
Además, los suizos han adoptado una "fórmula mágica 2-2-2-1" de representación en el Consejo Federal con dos escaños para los demócratas cristianos, dos para los socialdemócratas, dos para los radicales y uno para el Partido Popular. A pesar de lo excéntrico que pueda parecernos este sistema, funciona para los suizos.
En los Estados Unidos, durante la Convención Constitucional y el proceso de ratificación, los Padres Fundadores se enfrentaron a un conjunto de cuestiones totalmente diferente en el diseño de una república federal. En ese momento, la sociedad estadounidense era étnicamente homogénea. Como notó John Jay en Federalist No. 2, Estados Unidos era "un pueblo unido, un pueblo descendiente de los mismos antepasados, el mismo idioma, profesando la misma religión".
Pero, el problema de las "facciones", como lo expresó James Madison en Federalist No. 10, es similar a las facciones étnicas que conforman la Confederación Suiza. Madison definió las facciones como "una cantidad de ciudadanos, ya sean minorías o mayorías..., que están unidos y actúan por algún impulso común de pasión, o de interés, contrario a los derechos de otros ciudadanos..."
En ambos casos, la pregunta era, y es, cómo protegerse de facciones, o grupos de ciudadanos, cuyo interés desafía los derechos de otros ciudadanos. Para Madison, las facciones eran inevitables debido a la naturaleza misma del hombre. Según él lo vio, siempre que tengamos opiniones diferentes y poseamos diferentes recursos financieros, seguiremos formando alianzas con personas de ideas afines. La solución de Madison no fue buscar cambiar las causas de las facciones, como intentan hacer los igualitaristas, sino controlar su efecto. Cualquier intento de eliminar las causas de la facción, argumentó Madison, destruiría la libertad que es esencial para la vida política.
Los Estados Unidos y Suiza son sociedades de enorme éxito que se ubican cerca de la cima en la mayoría de los parámetros del desempeño nacional, como las libertades civiles, la transparencia gubernamental, la riqueza o la calidad de vida. Y sin embargo, cada país abordó las cuestiones de gobernabilidad y facciones de maneras dramáticamente diferentes. Esto plantea una pregunta fundamental sobre qué elementos de sus respectivos sistemas se deben acreditar para su éxito.
Es posible que no sepamos quién es el Presidente de Suiza, y puede que no importe. La presidencia de un país no es una empresa metafísica. En esta historia de dos sistemas, el denominador común es que ambas sociedades han buscado maximizar las libertades individuales. Y eso, es la fuente de su éxito.



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