El director acompañado de Adam Dehoy, su redactor en jefe, había citado a don Sindulfo para almorzar en Rancho Luna, un poco por la añoranza de los años en que desde allí, había transmitido un programa radial de muy buena sintonía, y además porque el presupuesto del periódico no le permitía otros gastos.
Cuando llegaron se encontraron a
don Sindulfo acomodado en una mesa, con una
copa vacía frente a él.
–Don Sindulfo, –dijo el director–
siento haberme retrasado, pero como todos decimos, es por culpa del tránsito en las calles de Miami. Ya sabes usted,.. Ya
sabe… los tranques…
– No, yo no lo sé, yo no tengo ese problema, recuerde
que yo viajo en bicicleta.
– ¡Oh...! es cierto…
– Aunque reconozco, –prosiguió
don Sindulfo– que yo también he cometido
un error con haber llegado antes.
– ¿Por qué...?
–Bueno... los trapecistas, por
ejemplo, fallan igual cuando llegan antes o cuando llegan después, en los dos
casos no pueden agarrar el trapecio… y eso es peligroso
– ¡Visto así!
– No y visto como usted quiera
director. – Ripostó don Sindulfo– Mire
lo que ocurrió con Marco Rubio.
Llegó muy temprano a su aspiración presidencial, lo mismo le puedo decir de Jef Bush, se demoró demasiado en lanzar su
candidatura. Fíjese que en ambos casos, uno por llegar antes y el otro por
hacerlo tarde, tuvieron el mismo
resultado.
– Bueno, no fue solo por eso, pero su razonamiento luce lógico. O sea, hay
que llegar en el momento indicado, ni antes, ni después.
– Si señor… Vamos a ver qué ocurre con el presidente Obama que llegará mañana a La Habana. ¿Estará llegando a tiempo o se ha apresurado demasiado?
– Si señor… Vamos a ver qué ocurre con el presidente Obama que llegará mañana a La Habana. ¿Estará llegando a tiempo o se ha apresurado demasiado?
–Eso lo sabremos por lo que
ocurra después, –aclaró el director– que nos dirá si su visita produce el
resultado que esperamos todos…
–¡¡ Perdón!! Perdón. –Aclaró don
Sindulfo– Todos son mucha gente, y no todos esperamos lo mismo.
–Puede ocurrir que se produzca lo que esperan Raúl Castro
y quizás el propio presidente Obama y que esto no sea lo que
esperan Biscet, Antúnez y otros
opositores que realmente lo que quieren, es sacudirse el castrismo.
– ¿De quién? ¿De él?....
– ¡Si, del mismo!
– ¿Usted se refiere al mismo,
al que me refiero yo y otros muchos…
–¿¡…?! Me confunde usted don Sindulfo. Dejemos eso.
– No, no debemos dejarlo.
Recuerde que me jugué, al menos la
libertad, sino hasta la vida, cuando ingresé, por orden suya, en la oficina
de Raúl Castro...
– Sí, lo recuerdo. Usted se coló disfrazado de jarrón chino. Y descubrió
que el presidente Obama se retrataría
con Fidel… ¡Nunca lo hubieran descubierto!
– Pero ahora dicen que…, que no
se retratará con Fidel,
– ¿Y usted lo cree? –Preguntó
interesado el director–
– Lo que yo creo no es
interesante, lo importante, para ellos, es que
la foto quede como algo privado. A Obama no le conviene que se sepa.
– Creo que sus asesores le
recordaran de cuando Fidel descubrió una conversación
privada con el presidente Fox, de
México. –Apuntó el director–
–Sí. Lo recuerdo. Ese ha sido el
estilo del gobierno castrista. Espiar y
chantajear.
–Bueno, vamos al motivo por lo
que le citado hoy. Quiero que viaje a Cuba para que esté allí mientras dure la
visita del presidente Obama.
– ¡¿Usted está loco señor director!? –Exclamo don Sindulfo, mientras
daba un salto en la silla–
–Sé que es arriesgado, pero usted
lo puede lograr. Pasaría inadvertido si
se disfraza de portafolio del ex-secretario
de comercio, Carlos Gutiérrez, que
seguro va a estar allí, o como un disco
de Gloria Stefan…
– ¿¡Usted se refiere a un disco
vertebrar?!
– Claro que no, me refiero a un CD de música.
–¡¡Ah!!
– Don Sindulfo, usted a veces
luce como que tomara todo a broma...
– Para nada señor director; el de
la broma es usted cuando me pide que me
cuele nuevamente en La Habana, y mas con Obama visitando a Raúl…
–Bueno no debemos calificarlo
como una visita a Raúl… Es un asunto de Estado.
– ¡No! Si ya le digo... El que
bromea es usted. Esto a todas, luces que
es una visita turística, fíjese que el presidente, –dicen–; va a llevar
hasta a la suegra, y que yo sepa, la suegra
no pertenece al Departamento de Estado
ni es del cuerpo diplomático…
– ¡Es cierto! Lleva el mismo séquito de cuando viaja de vacaciones a Hawái. Tal vez se confunden
con Jagüey…
con Jagüey…
– ¿Jagüey?
– ¡Sí!
Jagüey Grande.
Pero dígame... ¿va usted a entrar en La Habana o no?
–Sindulfo acomodó su habitual
bufanda alrededor del cuello, carraspeo, miró la copa vacía ante él, hizo una
rara mueca y le dijo–
– Este… Creo que es mejor que ni usted lo sepa, ya se enterará…. Es por
seguridad, ¡ya sabe!
– ¿¡Espero que no esté usted
dudando de mi discreción?! –Preguntó visiblemente enojado el director–
– No es
eso, pero…
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