viernes, 25 de marzo de 2016

RECUERDO DEL AYER: FRITAS SANTIAGO

René  León Poeta e historiador
 

  Hablaba mucho con mi amigo Manuel Rivero, antiguo dueño del bar “OK” en la Habana, situado en la calle de Zanja y Belascoaín, hombre trabajador y atento con todos los que iban a comer sus famosos sándwiches cubanos , pero los verdaderos, no los cubanos de aquí en Tampa, que se han americanizado, con lechuga y tomate. Abierto las 24 horas del día, punto fijo de los madrugadores.
      Frente a su negocio en la misma calle, pero en la acera del frente, había un griego que se llamaba Santiago Papadopulos, creo que ese era su apellido: tenía un negocio de vender fritas. Recuerdo cuando pasaba con mi hermano  Julio de regreso del colegio para la casa de mis padres, siempre estaba allí y nos saludaba, algunas veces comíamos sus sabrosas fritas..

     La historia que hoy voy a contar es de la vida real. Vestido de pantalón y camisa blanca y de sombrero uno de esos que usan los cocineros en los restaurantes, atendía a sus clientes. Conocido en la calle de Zanja y Belascoaín, como el “Rey de la Frita”. Hombre trabajador, cumplidor y honesto. Se sentía contento de lo que vendía al público. Cuando los ómnibus pasaban por allí los conductores, le decían que le tuviera preparada una frita para cuando volviera. En aquellos años el transporte pasaba a su hora en las paradas, pues era chequeado por los inspectores. Se viajaba la ciudad de la Habana, por el costo de centavos.
    Santiago fue prosperando y se decide a abrir otras friteras en la ciudad, recuerdo había una en la calle de 23 y 12, y creo otra cerca del Mercado de la Habana. Tenía amigos en todas partes de la ciudad. Cuando alguien le decía que tenía hambre, y no tenía dinero, siempre y cuando él supiera que la persona no era un sinvergüenza o borracho, le preparaba su frita con papitas. Hubo veces que le hicieron ofertas de comprar el negocio de Zanja y Belascoaín, cosa que rehusaba, y siempre decía: “Ahí, di mis primeros pasos”.

     Creo en el año de 1957 hace una oferta por la contrata de las ventas al público dentro del Stadium del Cerro, donde en aquellos años se jugaba la pelota profesional, entre los cuatros equipos. No faltaba un solo día. Pero otros vientos empezaron a soplar en nuestra Cuba, llega la revolución castrista, y sus nuevas leyes; los peloteros cubanos profesionales se empezaron a quedar en los Estados Unidos, y los americanos no volvieron más.
     El año de 1961 sería el último año de la pelota profesional en Cuba. La situación de Santiago era bien mala, el gobierno le había quitado sus propiedades, acusado de colaborar con el gobierno de Batista. Santiago le había dicho a ciertos amigos, que había perdido todo lo levantado con su esfuerzo y honradez de años. Había tomado una decisión.
     El día que se iba a jugar el último juego, espero que se fuera llenando el Studium. Santiago se fue detrás de los palcos y asientos de preferencia, atrás le quedaba el “home plate”. Debajo de la camisa tenía un cuchillo afilado y largo. Con el cuchillo en la mano empezó a gritarle al público para que le pusieran atención. Unos le gritaban que estaba loco, otros que se encontraba borracho. Cuando se callaron, les dijo a ellos con el cuchillo en la mano y puesto frente a su estómago: “Se acabó la pelota y se acabó Santiago”. Se lo enterró en el estómago, muchos corrieron para ayudarlo, pero ya era tarde. La revolución lo había llevado al desastre, el prefirió la muerte a la deshonra.
    Los periódicos no hicieron mención de lo pasado. Así es la vida.
 

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