Frente a su negocio en la misma calle,
pero en la acera del frente, había un griego que se llamaba Santiago
Papadopulos, creo que ese era su apellido: tenía un negocio de vender fritas.
Recuerdo cuando pasaba con mi hermano
Julio de regreso del colegio para la casa de mis padres, siempre estaba
allí y nos saludaba, algunas veces comíamos sus sabrosas fritas..
La historia que hoy voy a contar es de la vida real. Vestido de pantalón y camisa blanca y de sombrero uno de esos que usan los cocineros en los restaurantes, atendía a sus clientes. Conocido en la calle de Zanja y Belascoaín, como el “Rey de la Frita”. Hombre trabajador, cumplidor y honesto. Se sentía contento de lo que vendía al público. Cuando los ómnibus pasaban por allí los conductores, le decían que le tuviera preparada una frita para cuando volviera. En aquellos años el transporte pasaba a su hora en las paradas, pues era chequeado por los inspectores. Se viajaba la ciudad de la Habana, por el costo de centavos.
Santiago fue prosperando y se decide a abrir
otras friteras en la ciudad, recuerdo había una en la calle de 23 y 12, y creo
otra cerca del Mercado de la Habana. Tenía amigos en todas partes de la ciudad.
Cuando alguien le decía que tenía hambre, y no tenía dinero, siempre y cuando
él supiera que la persona no era un sinvergüenza o borracho, le preparaba su
frita con papitas. Hubo veces que le hicieron ofertas de comprar el negocio de
Zanja y Belascoaín, cosa que rehusaba, y siempre decía: “Ahí, di mis primeros
pasos”.
Creo en el año de 1957 hace una
oferta por la contrata de las ventas al público dentro del Stadium del Cerro,
donde en aquellos años se jugaba la pelota profesional, entre los cuatros
equipos. No faltaba un solo día. Pero otros vientos empezaron a soplar en
nuestra Cuba, llega la revolución castrista, y sus nuevas leyes; los peloteros
cubanos profesionales se empezaron a quedar en los Estados Unidos, y los
americanos no volvieron más.
El año de 1961 sería el último año de la
pelota profesional en Cuba. La situación de Santiago era bien mala, el gobierno
le había quitado sus propiedades, acusado de colaborar con el gobierno de
Batista. Santiago le había dicho a ciertos amigos, que había perdido todo lo
levantado con su esfuerzo y honradez de años. Había tomado una decisión.
El día que se iba a jugar el último juego,
espero que se fuera llenando el Studium. Santiago se fue detrás de los palcos y
asientos de preferencia, atrás le quedaba el “home plate”. Debajo de la camisa
tenía un cuchillo afilado y largo. Con el cuchillo en la mano empezó a gritarle
al público para que le pusieran atención. Unos le gritaban que estaba loco,
otros que se encontraba borracho. Cuando se callaron, les dijo a ellos con el
cuchillo en la mano y puesto frente a su estómago: “Se acabó la pelota y se
acabó Santiago”. Se lo enterró en el estómago, muchos corrieron para ayudarlo,
pero ya era tarde. La revolución lo había llevado al desastre, el prefirió la
muerte a la deshonra.
Los periódicos no hicieron mención de lo
pasado. Así es la vida.
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