Por Pedro Corzo historiador y periodista
Los que han vivido en
Cuba por años, los que han padecido la realidad de la isla, conocen
perfectamente la habilidad de la dictadura para manipular las visitas de
personalidades internacionales, en particular las de un jefe de Estado, y
presentar esos acontecimientos como el resultado exitoso de su gestión de gobierno.
Se organizan marchas y
desfiles, todo un espectáculo. Los trabajadores son conducidos en los
transportes de las empresas en las que laboran hasta el lugar por donde pase el
ilustre visitante, allí hay que vitorear hasta perder la voz, después, quizás,
haya cerveza y algo que comer, eso sí, los que no son afectos al régimen,
pueden ser detenidos hasta que el agasajado se marche.
Presentes en la memoria
individual y colectiva deben de estar las visitas de los líderes de los países
del bloque socialista, espectáculo que se repite en diferentes escalas,
cuando una figura internacional, religiosa o secular, viaja a la isla
en la actualidad.
El gobierno ha intentado
por décadas convencer a sus vasallos –en la isla no hay ciudadanos– que Cuba es
poco menos que el paraíso en la tierra, condición, según sus informativos,
que motiva a dirigentes de diferentes instancias y entidades,
viajar a la isla para ver y aprender del edén tropical, una fantasía oficial
que ha afectado seriamente la percepción de la realidad de un número
importantes de cubanos que tienen la errada convicción de que la Isla es poco
menos que el ombligo del mundo, pero este es tema de otra columna.
En base a lo anterior se
puede estimar que ocurrirá en Cuba cuando el presidente Barack Obama arribe a
la isla, independientemente de lo que se haya propuesto y pueda hacer, el
mandatario durante su estancia.
Es de esperar que la
parafernalia gubernamental supere con creces el espectáculo que se ofreció
cuando el cacique mayor de la URSS, Leonid I. Brejnev, viajó a Cuba, 1974, a
fin de cuentas, el mandatario estadounidense representa a la nación que la
propaganda gubernamental presentó por décadas, como el enemigo más encarnizado
de la revolución.
Este encuentro no deja de
ser amargo para quienes aprecian a Estados Unidos como el baluarte de la
libertad, pero es más agrio para el clan de los Castro, que trataran de
encubrir el fracaso acumulado, el desencanto de la población y la restauración
de la economía capitalista como si fuera una victoria, cuando en realidad
sus proyectos han sido derrotados en toda la línea y el enemigo que escogieron
sigue siendo la primera potencia mundial.
La propaganda triunfalista será masiva. Abarcadora. Toxica. El
propósito será confundir y manipular a la mayoría de la población con el
objetivo de seguir transmitiendo la versión
que el castrismo es invencible, que el histórico enemigo fue vencido,
y viajó a La Habana para reconocer su derrota.
Por supuesto que habrá quienes crean ese "cuento chino". No
recordaran que fueron educados en el resentimiento hacia Estados Unidos,
que en Cuba, ahora que se publicó en la isla "1984", las
sesiones de odio contra ese país duraban 24 horas y no solo los 15 minutos de
la obra de George Orwell.
Los desmemoriados por oportunismo o convicción, habrán olvidado las
décadas de manifestaciones contra el Tío Sam. El país abarrotado de letreros
"Cuba sí, Yanquis no", mientras eran hundidos en la miseria, entre
otras pesadillas, construyendo millares de kilómetros de túneles para
resistir una agresión militar que solo estaba en la calenturienta imaginación
del Faraón, hoy refugiado en una butaca beige, como dice la periodista
Margarita Rojo.
No obstante habrán quienes reconocerán que la dictadura dinástica se
está agarrando de un clavo ardiente con la esperanza de sobrevivir, sin hacer
concesiones que alteren su naturaleza, cosa que ha logrado hasta el presente,
lo que motiva que muchas personas, incluidos no cubanos, resientan el
restablecimiento de relaciones entre Washington y La Habana, en
particular una visita presidencial, mientras el régimen sigue tratando a los
gobernados como tributarios de un señor feudal.
Las condiciones políticas
y económicas imperantes en Cuba son las peores del hemisferio. La falta de esperanzas
en una vida mejor, se constata con el creciente flujo de emigrantes. El
individuo aprecia que no tiene pan ni libertad.
La dictadura se sostiene
sobre la represión y una constitución que excluye y criminaliza a quienes se
les opone, la dignidad de todos los ciudadanos, incluidos los que respaldan el
gobierno, ha sido mancillada de forma sistemática y permanente por 57 años.
Salir del régimen que
subyuga a Cuba es exclusivo deber de sus hijos, pero también es válido pedir a
la comunidad internacional, particularmente a Estados Unidos, que no oxigene a
un régimen que asfixia a sus gobernados.
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