miércoles, 30 de marzo de 2016

LA ROSA BLANCA


Luis Marin, politoólogo y abogado venezolano


Cuando Barack Obama comenzó su esperado discurso en La Habana diciendo “cultivo una rosa blanca”, la primera impresión fue que estaba pisando en falso. Ella es para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardos ni ortigas cultivo; cultivo “la” rosa blanca (la del amigo).
           Esto lo vivimos (no lo razonamos) quienes crecimos recitando el poema de memoria: hay que cultivar amor, para quien lo merece; sin cultivar odio, rencor, resentimiento por y para otros.
           La de Obama quizás sea reminiscencia de una de las ideas cristianas más controvertidas y difíciles de cumplir en la práctica, que es hacer “esta ofrenda de paz y amistad tanto a sus amigos como a sus enemigos”, ilustrada en el gesto de volver la otra mejilla.
             Esta podría ser otra de las razones nunca confesadas que llevó a la separación de la Iglesia y el Estado, porque no calza con el lenguaje político ni jurídico donde el imperativo es “darle a cada uno lo suyo”, lo que le corresponde. Si se trata a los enemigos igual que a los amigos, se comete una doble injusticia: con estos, que serían defraudados y con aquellos, que no serían castigados.
          Otro gran fracaso de la religión es cuando manda abandonar todos los bienes y darlos a los pobres para seguir el camino espiritual, lo que pocos santos toman al pie de la letra. La solución la ofrecen los mismos profetas cuando aclaran, para poder ser tomados en serio, que “mi reino no es de este mundo”; al contrario, este mundo material en que vivimos está regido por las necesidades de la carne.
          Parece bien que las Iglesias se ocupen de los asuntos espirituales y los Estados de “este mundo”, porque luce sensato mantenerlos claramente separados y delimitados, por experiencia histórica, porque siempre que se mezclan el resultado es catastrófico.
No en balde en los EEUU se prefiere hablar de la Administración, esto es, adjudicación de recursos para fines previamente establecidos, no necesariamente por el Presidente que ocupa una oficina por un período determinado; donde en Latinoamérica se habla del Gobierno, con énfasis en la orientación política del Estado.
          Estaría muy mal que el Presidente, como administrador, dilapidara los recursos de los contribuyentes regalándoselos a los pobres; cosa que no se critica lo suficiente en Latinoamérica, donde nadie se atreve a censurar ni siquiera la llamada solidaridad internacional de los dirigentes socialistas, es más, casi nadie advierte que no se puede hacer caridad con bienes ajenos, que es lo que hacen quienes nunca regalan lo que es de ellos sino lo de los demás y los bienes públicos, que aparentemente no tienen dolientes, aunque la ruina la pagamos todos.
             Igualmente erróneo es hacerles las barbas a los ayatolas iraníes en detrimento de Israel, el único aliado consecuente y confiable que tiene EEUU en todo el Medioriente; como ir a recogerles las babas a los seniles hermanos Castro, desairando a quienes han perdido vidas y bienes creyendo en los valores que “hicieron grande a Estados Unidos”.
            Para decirlo gráficamente, tratando de no ser ofensivo ni caricaturesco: Si Obama quiere reconciliarse con sus enemigos, ¿por qué no invita a la Casa Blanca a los Grandes Dragones del Ku Klus Klan? Podrían hacer una estupenda barbacoa en sus jardines, cantando canciones confederadas del sur de Misisipi, bajo la luz de una cruz encendida.
           Sabemos que no puede hacerlo, porque con eso hiere los sentimientos de millones de afroamericanos, como se les dice ahora, que fueron y son víctimas del KKK.
           ¿No merecen idéntico respeto las víctimas de los hermanos Castro y secuaces

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