Luis
Marín abogado y politólogo venezolano
Sería interminable relatar los vaivenes
de amor y odio que han signado las relaciones de ambos países en estos largos
seis años, hasta arribar a este cierre técnico de la frontera, previa expulsión
indiscriminada de humildes colombianos; pero el hilo conductor estuvo claro
desde el principio: la relación con el régimen venecubano es un engranaje
esencial en las negociaciones de La Habana que JMS convirtió en la piedra
angular de su segundo mandato.
Nunca más se habló de los campamentos de
las FARC en la frontera, apenas un reportaje de la televisión española se
atrevió a mostrar el modus vivendi establecido entre una
soldadesca descalza del lado venezolano con los muy bien equipados guerrilleros
que deambulan con absoluto dominio del terreno.
Los venezolanos observan con la mayor
impotencia como los otrora cobradores de vacuna han pasado a monopolizar la
propiedad de las fincas, no sólo en la frontera sino al centro del país,
mediante métodos que serían cómicos sino fueran trágicos, como cuando le
ofrecen a un hacendado una suma razonable por sus tierras y éste responde que
muy bien, pero el problema es que su finca no está en venta.
“Qué vaina -replica el oferente-.
Entonces tendremos que comprarle a la viuda.”
Cuando esporádicamente la violencia
salpica a la opinión pública, indefectiblemente el gobierno acusa a los
paramilitares, pero nunca admite que haya guerrilla en la frontera, que se pone
en evidencia por episodios como el reciente en que se denunció del lado
colombiano que las columnas guerrilleras que tomaron la población de El Conejo,
en la Guajira, para hacer “pedagogía de paz” fuertemente armados, provenían de
Venezuela escoltados por efectivos venezolanos, algunos vistiendo prendas
militares venezolanas.
Los líderes negociadores de las FARC se
desplazaron en lujosas camionetas blindadas, decenas de ellas matriculadas en
Venezuela, específicamente en el Estado Carabobo, bien lejos de la frontera,
pero con un gran vinculo sentimental con el canciller Rodrigo Granda,
inolvidable, porque cuando fue capturado en diciembre de 2004 por el comando
antiextorsión y secuestro, resultó ser vecino de Francisco Ameliach, entonces
presidente de la Asamblea Nacional y hoy gobernador de ese Estado.
Su esposa, Yamile Restrepo y su hija
Diana siguieron en el país, de hecho, la revista Semana publicó que regentan la
empresa Inversiones Granda-Restrepo & Cía., S.C.S., dedicada a la
explotación y comercio de oro, un negocio sanguinario en Venezuela.
El caso es que las FARC son aquí un
importantísimo actor político y económico, pero actúan como una banca de
segundo piso, completamente fuera de la vista del público y no van a ceder en
nada, sea lo que sea que se firme en La Habana.
Son
como la policía y el ejército cubano de ocupación, el poder sin aspavientos.
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