Manuel
Corona nace en Caibarien, en la provincia de Las Villas, en el año de 1880. De
pequeño le llama la atención la música y en especial la guitarra. Un amigo del
padre lo enseña y, lo deja practicar con una vieja guitarra que tenía. Es desde
ahí que empieza a conocer y cogerle cariño al instrumento que lo acompañaría
por el resto de su vida. Su familia se muda para la capital, en el área de La
Habana Vieja. A los once años, ya era torcedor de tabaco, del dinero que ganaba
daba dinero a su madre, y lo poco que le quedaba lo iba guardando para comprar
su primera guitarra, que le vendía un viejo trovador que trabajaba en la
fábrica de tabacos “La Eminencia”. Así empieza a combinar el oficio de
torcedor, con el guitarrista. Cada día aprende más, y otros trovadores le van
enseñando los secretos de la música y del instrumento. Cuando terminaba su
trabajo en la fábrica, se iba a los cafés más concurridos de la ciudad y se
ponía a tocar sólo como trovador, o salía a dar serenatas a las jóvenes.
Al
terminar la guerra de independencia en Cuba, se dedica completamente a la
música dejando el trabajo de torcedor de tabaco. La Habana se había vuelto una
ciudad bulliciosa e importante, los soldados americanos en los cafés le pedían
que tocara canciones de moda. Decide irse para Santiago de Cuba a principios de
1902. Iba acompañado de una buena voz y tocaba la guitarra como si fuera un
profesional. Hace a mistad con los mejores trovadores del momento, entre ellos,
José (Pepe) Sánchez, considerado como el precursor de la trova y creador del
bolero cubano. Sánchez lo introduce a otros trovadores, y así empieza su
agitada vida, dedicada a componer las canciones de aquellos años, que
seguiremos recordando los cubanos del ayer y de hoy y de siempre. Autor de
canciones, guarachas, habaneras, rumbas, romanzas y sones. Pero donde se
distingue es en los temas de amor, la patria y la mujer. Títulos como
“Longina”, “Mercedes”, “Santa Cecilia”, “Aurora”, “La Alfonsa” Y “Rosa la
Negra”. Todas ellas dedicadas a las mujeres que él conoció y amó. Pero en
realidad según los historiadores de la música en Cuba, su único amor lo fue
Mercedes y Eulogia Real (Yoya). Las otras sólo despertaron su inspiración. Con
sus canciones daría a conocer a otros cantantes de aquellos años, entre ellos a
la joven María Teresa Vera, como ella declararía a la prensa.
Nunca
estudió música. Su inspiración le venía de muy adentro de él. No escribía las
canciones, el trasmitía su inspiración a los otros trovadores, que también
hacían sus aportaciones, con las letras o la música. Trabajaban unidos, sin
ningún interés, sólo para dar a conocer una nueva canción. Se dice que compuso
más de doscientas canciones, y ninguna de ellas las registró. Nunca cobró
derecho de autor. Era la concepción de aquellos trovadores cubanos de una Cuba
que se va perdiendo en el tiempo, de que sus composiciones eran para todo el
pueblo. Al igual que muchos compositores de nuestra América Hispana.
Mercedes, la que a mi alma
Era pobre,
nunca disfrutó de dinero, vivía de lo que podía ganar en las fiestas privadas,
o en algunos pequeños clubes donde era llamado a tocar. Se le veía por los
restaurantes cerca de los Ferrocarriles de La Habana, o cerca del Teatro Martí,
o en la Manzana de Gómez.
Manuel
Corona, Sindo Garay, Pepe Sánchez, trovadores que le dieron fama a la música en
Cuba, murieron pobres. Su riqueza estribaba en su música, en su guitarra, en su
sentimiento. El 9 de enero de 1950, un lunes, lo encontraron muerto en su
miserable cuarto de la Playa de Marianao. Pobre, olvidado por muchos. Así,
murieron muchos de aquellos trovadores. Cuando sus amigos s enteraron, en
algunas estaciones de radio de La Habana, como un homenaje tardío, pusieron las
canciones más recordadas. Moría una de las glorias de nuestra música popular.
MERCEDES
consuela sin cesar,
que siempre me has querido
con férvida pasión.
Que sólo por mi vives,
que siempre me querrás,
con todo lo que siente
tu amante corazón.
Por ella canto y lloro,
por ella siento amor,
por ti, Mercedes querida,
se extingue ni dolor,
No me desprecies nunca
Pedazo de mi vida,
Para vivir tranquilos
queriéndonos los dos.
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