“¡Llegaron los Ingleses!”
La Semana Santa En Trinidad, tenía mucho de parecido a la Sevilla, según el decir de algunos vecinos trinitarios que han visitado esa ciudad en esa festividad religiosa. Los penitentes trinitarios organizados en Cofradías salen vestidos con largas vestimentas de telas burdas y acompañan a la procesión llevando largos cirios en una mano y en la otra un largo bastón guardando el paso y el orden. Los que vestían de colores verdes y morados eran llamados fariseos y llevaban el rostro cubiertos con capuchas negras.
La primera procesión celebrando
la Semana Santa se cree dista de 1534, en que un grupo de vecinos de la
localidad pasearon por los alrededores de un bohío improvisado de iglesia, la
Virgen y un crucifijo. Pero en los archivos de la ciudad consta, que la primera
festividad religiosa se celebró en la Villa de Trinidad en el año de 1716, en
donde participó el propio Fray Gerónimo Valdés, que dejó grandes recuerdos en dicha localidad.
El éxodo desde otras ciudades
que se hacía a Trinidad durante esa semana era enorme, los pocos hoteles no
daban abasto, las pocas casas de pensión se llenaban de reservaciones.
La ciudad estaba sumida en el sopor de los
edificios antiguos. La temperatura es agradable, más bien un poco fría. La
ciudad parece puesta allí para deleite de aquellos que la visitaban. Con sus
calles empedradas de piedras de río, que datan de más de 200 años.
Las procesiones en si son distintas a las españolas, en lo que se refiere al lujo. La religión llegó con los españoles al mismo tiempo que sus costumbres, y sus habitantes trataban de mantenerlas exactas a los viejos tiempos.
De tiempo de la colonia, la Cofradía de Hermanos de San Antonio que eran casi todos morenos y pardos libres, eran los encargados de sacar la procesión. Esa procesión era auspiciada por el Cabildo Congo de Trinidad con la tutela y autorización del clero y comerciantes.
El que visitó a Trinidad en esa fecha le
parecía que se encontraba en otra parte del mundo. No son sus iglesias, o sus
palacios los que nos trasladaba a muchos años atrás. Era todo un pueblo, y
barrios. En la villa fundada por Diego Velázquez no sólo quedan las viejas casas, sino
también, las viejas tradiciones.
Allá por el mes de Abril de 1725, se celebraba la Semana Santa. Todo
iba en calma cuando pasaba, la procesión del Santo Entierro. Se había
aglomerado bastantes vecinos. Se veían rostros tristes, otras personas lloraban
cuando pasaban las imágenes. La imagen del Santo Sepulcro era conducida por el
Cabildo Congo de Trinidad. Un hombre flaco y alto esparcía incienso por la
calle. La imagen fue colocada a la entrada de la iglesia. De pronto sin nadie
esperarlo dos hombres se fajan a puñaladas. Uno sale herido, el otro empieza a
gritar ¡”A la iglesia me acojo! ¡A la iglesia me acojo! Esto significaba que no
le podían hacer nada.Un hombre entendió mal, y empezó a gritar ¡“Los ingleses llegaron!, “Los ingleses”. Se forma el corre entre todos los vecinos, era pavor los que ellos temían por los asaltos de los piratas. El flaco del incienso, se mandó a correr por el camino de los ingenios, los perros que le cayeron atrás no lo pudieron alcanzar.
Pedro el carpintero se subió en una mata de mango. La coja Milagros por un milagro de Dios se le enderezo la pierna e iba corriendo a millón. El mulo de Generoso, rompió la soga que lo amarraba a un poste y cogió rumbo al camino de la loma. El alcalde gordo y cabezón se escondió. Aquello fue el acabose. Como a la hora volvió la calma. Empezaron aparecer las personas más importantes, entre ellos el alcalde queriendo poner orden. Los negros por miedo a los piratas, escogieron el camino a la loma, de que los ingleses los fueran a esclavizar. El hombre del incienso como a una legua de distancia, estaba cogiendo aire y con la lengua afuera de tanto correr. En ese momento venía un campesino montado en su burro para ir a Trinidad y le preguntó al hombre del incienso. “Vecino que le pasa” “Quiere un poco de aguardiente para refrescar la lengua” Aceptó. Le dijo al hombre que los ingleses estaban en Trinidad.
El campesino le dijo al burro. ”Arriba Toribio que no se nos ha perdido nada” El burro se llamaba Toribio. El hombre del incienso al ver que no sonaba ningún tiro, ni se veía ningún fuego, regreso.
Al verlo el alcalde le dijo al hombre que daba pena de que se fuera corriendo dejando al pueblo sin defensa. Suspendido de voluntario. A la coja le cayeron las mujeres a golpe por sinvergüenza. Ella decía que era un milagro. Pedro se bajó de la mata de mango, se había comido como diez mangos. El mulo de Generoso lo encontraron por el camino de la loma, con una mula que necesitaba compañero.
Lo bueno de todo nadie se murió. El Párroco se había perdido. Al fin lo encontraron se había escondido debajo de la mesa donde se encontraba el Santo Sepulcro. Rezó 200 Ave María y 100 Padre Nuestro.
Perdonó a todo el mundo y lo de la coja él decía que había sido un milagro.
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