Por
Pedro Corzo. historiador y poeta
El
totalitarismo castrista se apresta para el congreso del Partido, sin que se
aprecie disposición por parte de la nomenclatura de hacer cambios fundamentales
en la estructura económica, y menos, reformas jurídicas
sustanciales que permitan avizorar un mejor futuro en relación a los derechos
ciudadanos.
La
fecha está repleta de simbolismo. El 16 de abril de 1961, cincuenta y cinco
aniversario de la proclamación del socialismo en la isla, y víspera del
desembarco de los expedicionarios de la Brigada 2506, operación que financió el
gobierno de Estados Unidos.
El
evento se efectúa en un contexto sin precedentes. Restablecimiento de
relaciones entre Washington y La Habana y la reciente visita de Barack Obama,
un panorama en el que la nomenclatura se congregará para interpretar la
voluntad de los jerarcas de la dictadura más longeva del continente.
Las
condiciones del país se mantienen inalterables. Los ciudadanos continúan
sin disfrutar de sus derechos y las alternativas ideológicas y políticas al
oficialismo siguen penadas por la ley, lo que debe inspirar a los más
optimistas a releer el capítulo V de la constitución que Fidel y Raúl Castro
hicieron a su medida.
El
capítulo de marras establece, "El Partido Comunista de Cuba, martiano y
marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza
dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los
esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el
avance hacia la sociedad comunista", con centellas como está, no es
de esperar que la tribu del Granma, sus descendientes y asociados, confeccionen
su propia acta de defunción.
El apartado
constitucional antes referido, confiere a los líderes del Partido el máximo
poder, condición que determina que los burócratas del gobierno, por elevada que
sea su posición, están sujetos a las decisiones de los principales
dirigentes de la agrupación, en particular a las del Secretario General, y que
conste, que el PCC no desarrolla sus actividades en base a la ideología
que supuestamente la inspira, sino en virtud a los intereses de la clase
gobernante, en particular la de los hermanos Castro, dos militares disfrazados
de políticos.
Históricamente el
secretario General del Partido ocupa la jefatura del Estado y Gobierno, la
única vez que esas funciones estuvieron compartidas fue cuando Fidel Castro
renunció a sus posiciones en el gobierno, 2008, sin dejar la jefatura general
de la agrupación partidaria hasta tres años después.
A partir del 2011 el
poder se centralizó en Raúl Castro, en consecuencia la interrogante del
periodista Amado Gil en relación a la anunciada renuncia de Raúl en el 2018 es
muy válida, ya que su abdicación, recordemos el país está regido
por una dinastía, se produciría dos años después de la designación del
secretario general y de las otras autoridades de la organización.
Los resultados del
congreso del Partido pueden ayudar a interpretar mejor lo que prepara el
régimen para el futuro inmediato.
Si Raúl Castro sigue al timón de la organización, después de este Congreso, continuaría controlando el país, aunque sería la primera vez en casi seis décadas, que uno de los dos principales cofrades de la mafia del Granma, no funge como jefe de Estado.
Si Raúl Castro sigue al timón de la organización, después de este Congreso, continuaría controlando el país, aunque sería la primera vez en casi seis décadas, que uno de los dos principales cofrades de la mafia del Granma, no funge como jefe de Estado.
En caso que deje el
Partido cuando abandone el gobierno, sería una situación novedosa,
pero si el nuevo secretario general es a la vez jefe de Estado y
Gobierno, se mantendría vigente la actual forma de gobierno, aunque con
un nuevo mayoral.
La otra alternativa,
si se concreta la anunciada renuncia, sería que las tres posiciones oficiales
más importantes estarían ocupadas por personas diferentes, lo que repetiría
fielmente el modelo que regía la extinta Unión Soviética, donde un sujeto
controlaba uno de los tres poderes del estado a la vez que regia el
Partido, entidad en la que radicaba el verdadero poder. El artículo V de la Constitución
cubana es copia del VI de la de la URSS.
De concretarse la
renuncia del dictador designado, los que ocupen la dirección del resto de los
poderes públicos, pasarían a disfrutar de una mayor relevancia en la
sociedad insular. El Tribunal Supremo y la Asamblea del Poder Popular, entre
otros.
El partido Comunista
ha sido la careta de la dictadura militar que rige el país desde 1959. El
disfraz perfecto. El Partido y la ideología han sido instrumentos del
castrismo que ha demostrado ser un método eficiente para tomar el gobierno y
conservar el mando, en consecuencia, la suspensión o no de la nueva farsa
partidaria, no será determinante para el futuro del país.
A fin de cuantas, los
verdaderos árbitros y dueño del poder son las Fuerzas Armadas. Sus comandantes,
por el momento, son quienes están en capacidad de definir el futuro.
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