sábado, 30 de abril de 2016

UNA LEYENDA CUBANA: ORELIA Y GUARANI

Por René  León historiador y poeta


      En los países de la América Hispana abundan las historias de los tiempos de la conquista y de la colonia, que fueron transmitidas de generación a generación oralmente. Otras se han perdido en el decursas de los años. Etimológicamente, leyenda viene del latín “legere” y entre las acepciones de este vocablo, una es “relación de suceso que tienen más de tradicionales o maravillosos que de verdaderos”.
      La historia que voy a contar se remonta  antes de la llegada de los españoles a Cuba, en la zona fértil del Mayabeque. Cuenta la historia que…Orelia era una joven de extraordinaria belleza, graciosa como el guaní, sensible como el moriviví. De tez morena, al igual que sus bellos ojos y cabellos. Labios rojos como la fruta del ateje. Cuerpo cimbreante y bien formado…Guaraní, joven esbelto como la cocuma, ágil como el ciervo. Sus ojos y pelo, negro como el azabache.

    Los dos jóvenes se reunían todos los días en el centro del batey, jugando y compartiendo con sus otros amigos, sin que nada interrumpiera la tranquilidad del lugar. Pero llegaron los hombres barbudos, armados con unos palos que lanzaba fuego por su boca y la tranquilidad fue desapareciendo para aquellos pobres e indefensos indígenas.
    Transcurrían los años y el amor llenó sus corazones y se habían jurado amor eterno frente a sus behiques (dioses). Cuando ya se iban a unir sus vidas, llegó un joven oficial, y pelo brillante como los rayos del sol, que se enamoraría locamente de Orelia. Al padre de ella le ofrecería todo lo que tenía, pero él no aceptó. Ella evitaba tener contacto con él Su nombre era Larino, ella le suplicó a través de los indios que hablaban su lengua y habían venido con los españoles, que la dejara tranquila, que amaba a otro hombre.
    Uno día cuando Guaraní salía de su bohío, Larino le esperaba en una encrucijada cercana y le hundiría la espada en el pecho, arrastrando su cadáver a una cueva cercana. Al siguiente día Orelia esperaba a su amado sentada frente a la entrada del  bohío de su padre. Las horas pasaban. Tarde en la noche llegaría la noticia por boca de su padre, que habían encontrado a Guaraní asesinado en la cueva.
     Orelia lloraría la pérdida de su amado por varios días. La luna se encargaría de ocultar las lágrimas y el sufrimiento de ella. Su cara siempre alegre, mostraba las huellas de su dolor. Al pasar los días cuando ella se dirigía en busca de agua al riachuelo cercano, se encontró a Larino. El trató de abusar de ella, y al negarse la joven, fue asesinada, y llevada a la misma cueva donde fue lanzado el cuerpo de su amado.
      De Larino nada se supo por varios días. Alguien lo encontró muerto en un acantilado cercano con su espada enterrada en el pecho. La muerte de Orelia y Guaraní había sido vengada. La noticia de la muerte de los dos jóvenes voló por la zona del Mayabeque. Todos los conocían, y muchas madres lloraron en sus bohíos por los dos.
       La raza indígena en Cuba desapareció, sólo pudieron sobrevivir unos pocos esparcido en toda Cuba. Ellos preferían suicidarse que trabajar para los españoles. Las enfermedades los fueron diezmando. El recuerdo de lo allí pasado fue transmitido por los mismos españoles.
     Aquella cueva fue conocida como “La Cueva de Orelia y Guaraní”. Muchos atestiguaban al pasar los años , que cuando él viento soplaba ligero y la luna alumbraba la entrada de la cueva, se veían a los dos enamorados cogidos de la mano, y en la lejanía se sentía el canto del sinsonte, y una voz que gritaba bien fuerte “Oorrreeelliiaaa, Guuuuaaaaarrraaaaannníííí”.
                                                                       

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