Por, René León
historiador y poeta
En el periódico local de Trinidad, sale
publicada la siguiente noticia: Muere un
negro de 103 años de edad. El negro José María Peraza, que nació en
Trinidad en 1744 fallece en 1847. Fue el
Verdugo de Trinidad. Según cuenta la
historia, mato a su mujer a bayonetazos por motivos de celos. Es juzgado por
las autoridades y es condenado a la horca en 1767 o 1768. Pero como verán más
adelante la suerte lo salvo de la horca. Ya tenían preparada la soga.
En Trinidad como una ciudad importante en
esa época contaba ya con unos 4,000 habitantes, y como es natural tenía su
verdugo, que de vez en cuando le caía su trabajito. El que había se muere de
una mala indigestión, algunos dijeron que lo envenenaron. Había otro negro
esperando ser ahorcado por haber matado al mayoral de la finca donde trabajaba.
Solicitan a Santa Clara les mande su verdugo, el cual fallece en el viaje a
Trinidad. José María, se dijo “me salve”. Pide el trabajo de verdugo que le es
dado, y a empezar a ahorcar a “Sansón Melena”. Como es natural le perdonan la
vida, le daban comida y 125 pesetas por cada ahorcado que los
alguaciles se lo tiraban en él tablado. No guardaba su dinero, pues se lo daba
a los necesitados. Se salva de subir al palo. Hay que tener suerte.
Al primero que le pone la soga al cuello,
fue a su compañero de celda. Es nombrado
Ministro ejecutor de la ley.
Tremendo nombramiento. Y a empezar a matar delincuentes. El bandolerismo estaba
en su apogeo. Dicen las malas lenguas que mato hasta un chino que no supo
defenderse con el juez. Nuestro verdugo
llegó a coger gran fama, por su habilidad con la soga. Una de sus tretas era
después de ahorcar al delincuente, bajaba por la soga hasta el cuerpo y le daba
patadas en el pecho, para que no fuera quedar vivo. Un día cuando realizaba
esta maniobra, se rompe la soga y el hombre queda vivo, siendo conmutada la
pena. Los que estaban mirando el ahorcamiento gritaron ¡Milagro!.
Pasaron los años y hubo tiempos que tenía
sus clientes en fila, otros años se lo pasaba bien aburrido.
El periódico local anuncio que por su edad
iba a dejar el oficio. Eso dijo el periódico. Se pone dichoso José María, ya no iba ahorcar a más nadie. Iba ser el primero en
usar en Trinidad el “garrote vil”. Un bandolero muy conocido en los campos de
Trinidad y alrededores cae prisionero, el pardo José María Zabala, fue el primero
en morir al garrote vil. Habían pasado
veinte años de prisión la ley establecía que al cumplir los años se le daba la
libertad.
Se me olvidaba él mandaba a dar un misa por el
alma de los ajusticiados. Como había cambiado José María. Al pasar el tiempo se le dio el trabajo de Mata-perros municipal. Algunas veces se
ponía fatal y los perros lo mordían. Pero su alma no penaba como los
ahorcamientos. Como es natural se le pagaba, no mucho pero algo es algo.
El
Cabildo Trinitario dispuso “activar una orden de Enero de 1626 de ahorcar y
destruir los perros, cabras y ganado de cerda por el daño que hacen a la
ciudad”. Se le complico el trabajo, pero le pusieron un ayudante.
Cuando
los muchachos estaban malcriados, le decían:
“Ahí viene el Mataperros” y los muchachos se tranquilizaban. Vivía en un bohío fuera de ciudad, y se alimentaba de sus sembrados y
algún vecino que le llevaba comida. Vivía de sus recuerdos buenos y malos. Pero
daba lo poco que tenía a otras personas.
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