miércoles, 6 de enero de 2016

MEMORIA DE JULIO MATAS

     Por Rolando Morelli
Profunda conmoción ha causado en los círculos literarios y teatrales de Miami, y otras latitudes, la noticia del fallecimiento de Julio Matas, actor, director, dramaturgo, narrador y ensayista, quien fuera no sólo un amigo, sino un referente luminoso del exilio cubano para todos los que le conocieron y trataron en uno u otro momento. No me propongo escribir un obituario más, ni reiterar aquí para consumo del lector de paso, las extraordinarias cualidades de su persona, sino pasar revista someramente a su contribución al haber de la literatura y el teatro en español que se escribe en los Estados Unidos, desde la condición peculiar del cubano exiliado. Recientemente, las Ediciones La gota de agua, que presido, cuya sede se halla en Philadelphia,  dedicó a Julio Matas el tercero de sus Cuadernos Monográficos/ Dossier —una suerte de archivo ligero, a la vez que de prontuario donde se registra la obra y el recorrido creativo de un autor, y  adopta un atractivo formato de revista. Hasta el presente han merecido nuestra atención respectivamente Zoé Valdés y Matías Montes Huidobro. El número en cuestión fue coordinado por el profesor Jorge Febles —co-editor asimismo de la prestigiosa revista ‘Caribe’— y en él se recogen diez trabajos críticos de los cuales nueve fueron encargados expresamente para el número, y otro constituye una reproducción: un artículo-reseña del prestigioso dramaturgo, crítico y académico mexicano Guillermo Schmidhuber, debidamente autorizada por el autor. 

En todos estos trabajos se analiza con criterio exhaustivo y crítico, diferentes aspectos de la  producción del creador Julio Matas, así como otros aspectos de su proteica actividad e inquietudes creadoras, como actor y director igualmente. Se reproducen también un cuento, y un ensayo de su autoría sobre la Electra Garrigó, de Piñera, el que fuera un amigo, y en alguna medida su maestro. Se publican algunos poemas inéditos del autor, quien se diera a conocer en los años mil novecientos cincuenta, muy joven aún, en la capital cubana, como poeta de acendrados versos, si bien luego pareció apartarse del cultivo de esta forma poética. Aparece igualmente en este número de los Cuadernos Monográficos / Dossier la última de las entrevistas concedida por Matas, quien ya entonces se encontraba muy afectado por la dolencia que terminaría con su vida. Dicha entrevista es no sólo importante por esta razón, sino porque en ella, con su acostumbrada sobriedad y buen tino, declara Matas categóricamente, entre otras afirmaciones importantes, lo que de positivo ha representado el exilio para él, una fuente de “libertad creadora” de la que ha podido aprovechar para hacer su obra. Vale la pena resaltar esta actitud del autor, por lo que revela respecto a su integridad y a su entereza. No se trata de que el exilio no haya representado para él como para cualquiera, una herida abierta, una laceración en carne viva, sino de sobreponerse a ésta para no vivir —o morir— “de a poquitos”, nunca mejor dicho en la ocasión. La afirmación del ser y de la libertad, frente a la tragedia del “desarraigo”, asumida por Matas, constituye una conducta ejemplarizante para todos, incluso cuando no fuera el propósito primordial del creador alzarse como referente de nada. Especialmente ejemplar resulta su actitud en los momentos actuales, en que tantos se muestran vacilantes y aún conciliadores con la tiranía que nos empujó al exilio, en primer lugar, validos de añagazas de todo género. Pocas veces se muestra más tajante el entrevistado que en su desaprobación del contubernio entre algunos en el exilio, y los autores enviados de visita desde la isla, en representación oficial u oficiosa de la propaganda del partido único, mientras que la entrada de los autores exiliados y sus obras respectivas sigue viéndose obstaculizada, y supervisada estrechamente por las autoridades de la tiranía, no obstante sus protestas y gestos grandilocuentes de cara a la galería y a los medios internacionales de noticias. Digno hasta el final de sus días, Matas recuerda en la misma entrevista, los días aciagos de las UMAPs, cuya zozobra acabó por empujarlo al exilio y evoca a sus compañeros de profesión, cuyas vidas fueron trituradas por esa maquinaria infernal de los campos de trabajo forzado. No es posible pasar página, como si todo eso hubiera simplemente pasado al olvido o no hubiera supuesto infinitas lágrimas y una tragedia nacional. No es posible hacer concesiones a cambio de “un viajecito” o de que le publiquen a uno una piecesita cualquiera, como si hoy mismo no se estuviera reprimiendo a la luz pública a cualquiera que manifieste su descontento o exprese ideas contrarias a la perpetuación del régimen tiránico. Para un hombre a quien el concepto mismo de “patriotismo” resulta extraño —según declara expresamente en la entrevista aludida, si bien en más de uno de sus poemas parecería “contradecirse”— la conceptualización del patriotismo se hace conducta en su asunción del exilio y de la vida misma.       En tres ocasiones le visité en el asilo donde esperaba la muerte —aunque tal vez se trate de una expresión inadecuada en su caso— cuando el equipo editorial de La gota de agua ya se hallaba empeñado en la producción del número que le dedicamos. La última vez fue a principios de diciembre. En el curso de estas visitas tuve amplia ocasión de departir con él. Seguía siendo el mismo de siempre, pese a su evidente deterioro. Lúcido hasta el final, era consciente de las limitaciones, sobre todo físicas, que le imponía su enfermedad, y ocasionalmente se refería a ellas con una ironía, ligera y refinada. Por mi parte, habría querido volver a entrevistarlo con la idea de añadir más adelante, a la entrevista que le había hecho unos meses antes, el resultado de este nuevo intercambio, pero habría sido abusivo de mi parte pedirle que se sometiera a ella. Me observó en algún momento, que tal vez los medicamentos lo pusieran un poquito eufórico, quizás para explicar lo animado de su estado. Le hice ver que se trataba de mi cercanía. Él lo tomó absolutamente en serio, pese a que ambos reímos. No se trataba, por otra parte, de ningún descontrol ni de un comportamiento fuera de lo usual, pero había en su mirada una chispa que, inopinadamente sin embargo, podía apagarse de repente. Hablamos de todo, de mucho en esas visitas y volvimos sobre el tema de Cuba y el exilio. Con cuánto dolor evocó más de una vez una Cuba que, no sé si lo sabía, ya no existía sino en nosotros. Evocó su infancia, regalándome dulces y tristes confesiones a las que, bien sé que no era propenso. Simplemente, yo acertaba a estar, y coseché esa gracia. La coordinación del número monográfico que le dedicábamos, y en consecuencia la impresión del mismo, se demoraban más de lo que hubiéramos querido, y Julio se impacientaba tanto como nosotros.   —Chico, para cuándo crees que estará listo. Me gustaría verlo antes de... Bueno, lo que tú sabes... ¿no?


Después de explicarle lo que ocurría me dijo con picardía:  — ¿Será que es mucho lo que tienen que decir de mí, o que no se encuentra quien escriba nada sobre mi obra?        Le aseguré que no se trataba de lo segundo, en todo caso de lo primero. Ambos nos reímos y seguimos hablando de otras cosas. Antes de despedirnos durante esta visita, le prometí que vería muy pronto las pruebas de galera. Yo mismo albergaba la esperanza de que si no vivía hasta la salida del número impreso, por lo menos alcanzara a ver el número que se le dedicaba en su fase previa. Albergaba, tal vez con un poco de vanidad, esta esperanza.      Cuando, en efecto, estuvieron listas las galeras, hice un viaje desde Philadelphia, a mediados de noviembre (2015) para presentarle al menos éstas y observar su reacción. Se alegró muchísimo con mi visita, y observó con mucho interés las pruebas. Para mi sorpresa se percató a primera vista de algunas de las erratas que aparecían en las páginas, y recordó de repente el nombre de la actriz que aparecía con él en una de las fotos.         —Ésa es Ana Viña. —Indicó—. Hay que ponerlo ahí. —Luego sonrió satisfecho y confesó estarlo. En repetidas ocasiones me expresó su gratitud por el dossier que le dedicábamos, y me encargó asimismo darles las gracias en su nombre a todos los colaboradores del número. A principios de diciembre, cuando ya disponíamos del material impreso le hicimos llegar el primer ejemplar a través de Luis González-Cruz. Habíamos convenido Luis y yo, en traerlo más adelante, al lanzamiento oficial que se anunciaba en el marco del Congreso Internacional “Vínculos, continuidad y resistencia: tres rasgos de la cultura cubana”, que sesionó durante los días 5, 6 y 7 en la Casa Bacardí, y estuvo dedicado a conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Reinaldo Arenas. A pesar de que la movilidad de Julio era cada vez más precaria, nos alentaba contar con su presencia en el momento del lanzamiento, pero no pudo ser. El propio González Cruz me comunicó poco antes la absoluta imposibilidad del traslado hasta el lugar del congreso. Supo Julio, sin embargo, de la presentación del número. Luego se hizo el silencio. Un silencio presagioso, que culminó con su fallecimiento poco antes de terminar el año 2015.  Al amigo, al creador de talentos múltiples, al cubano íntegro, al hombre fino, al exiliado sin vacilaciones, seguramente se le recordará a través de su obra y de la memoria que nos deja. ¡Descanse en paz su alma buena!

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