domingo, 31 de enero de 2016

EUROPA VIOLADA


Por Rosa Townsend

 
Espanto, conmoción y la sensación de que ya nada será igual. De que la vida en libertad y seguridad que los europeos asumíamos garantizada empezó a derrumbarse la madrugada del 1 de enero. Por los asaltos sexuales perpetrados por turbas de hombres, de origen musulmán la mayoría, contra miles de mujeres en ciudades europeas. Sólo en Colonia, Alemania, más de 1,000 depredadores sexuales atacaron durante horas a cientos de alemanas. Y para mayor escarnio las agredieron a los pies de la catedral.

Aunque la magnitud y coordinación de los ataques simultáneos en 13 ciudades tomó por sorpresa a autoridades y a ciudadanos, luego se ha sabido que no eran los primeros. Muy al contrario, son un cáncer que ha ido creciendo –particularmente en 2015– bajo el silencio cómplice de políticos, policía y medios de comunicación. Ese es el mayor escándalo, que los principales responsables del bienestar social se hayan atrevido a quebrar el orden legal por llevar la corrección política hasta extremos perniciosos: absolviendo instantáneamente a los transgresores de origen musulmán para no alimentar islamofobia ni dar argumentos a partidos políticos conservadores.



¿Miles de delitos graves han quedado impunes por ocultar deliberadamente la verdad? ¿En Europa? Me parece mentira estar escribiendo esto. Me parece una pesadilla que en Colonia (donde vive parte de mi familia) ya no se pueda pasear tranquilamente por temor a ser víctima del taharrush: la nueva palabra árabe en el vocabulario europeo, que significa “asalto sexual en grupo”, y que es una práctica extendida en países musulmanes. (La reportera de CBS Lara Logan fue atacada con taharrush en El Cairo mientras cubría la “primavera árabe” en 2011).

Y la pasada Nochevieja, gracias a la vergonzosa política europea del avestruz, también se extendió por las ciudades alemanas de Colonia, Hamburgo, Düsseldorf, Bielefeld, Berlín, Frankfurt y Stuttgart; Viena y Salzburgo en Austria; Zurich en Suiza; Helsinki en Finlandia; Kalmar y Malmo en Suecia. Que se sepa. Porque la verdad ha estado tanto tiempo tapada para adaptarla a las fantasías sociopolíticas, que existen dudas sobre las versiones que salen a la luz.

Ahora sabemos por ejemplo que Suecia ha ocultado ese tipo de violaciones masivas en 2014-15. La trama la destapó la semana pasada el periódico Dagens Nyheter, que –en un acto de decencia profesional– publicó la admisión del jefe de la policía de que “no decimos las cosas tal como son para no inflamar la rabia pública contra los refugiados, que le daría ventaja al [conservador] partido demócrata”. Quizá por eso Suecia es ya el país con más violaciones del mundo en proporción a su población, después de Lesotho en África. Todo un récord.

Suecia y Alemania son los más azotados por este tipo de violencia sexual y también los que profesan una política inmigratoria de puertas abiertas. Sólo en 2015 Alemania acogió a más de 1.2 millones de refugiados de Siria, Afganistán, Irak, etc; y Suecia a 163,000 (equivalente al 2% de su población de 8 millones). Un 70% hombres jóvenes.

Cunde por eso el sentir de “generosidad mal correspondida”. Violada. Y cunde la indignación por la impotencia de unos gobiernos incapaces de defender ni a sus ciudadanos ni al estado de derecho. Habrá un antes y un después de los asaltos de Nochevieja, advierten ya numerosas voces. “Se ha acabado el tiempo de la comprensión”, afirma Sigmar Gabriel, vicecanciller de Alemania.

Y empieza el tiempo de cuestionar la política de Angela Merkel, con varias iniciativas en el Bundestag (Parlamento) para limitar la inmigración. Probablemente pagarán justos por pecadores. Es triste. Pero es el precio de la indolencia de unas sociedades emborrachadas de autoengaño. Alemania en particular ha tratado de compensar el sentimiento de culpa histórico con el buenismo irreal.

¿Cómo abordar la delicada situación, en Alemania, Suecia y el resto de Europa? (porque en Gran Bretaña, se ha destapado también un abuso de 1,400 niñas inglesas a manos de paquistaníes).

La solución empieza por afrontar la verdad: la fórmula de multiculturalismo adoptada en Europa ha fracasado. El multiculturalismo se diferencia de la asimilación (melting pot que sí funciona en Estados Unidos) porque promueve la importación de las culturas nativas sin que tengan que asumir la del país de acogida (“cultura” no se refiere a tradiciones gastronómicas, etc., sino al sistema de derechos y deberes en sociedades democráticas). Ese tipo de “multiculturalismo sin asimilación” ha producido ghettos y choques culturales, como al que estamos asistiendo con los asaltos sexuales, que son síntoma de ideologías misóginas arraigadas en muchos países de Oriente Medio.

La solución no es reprimir la libertad de expresión de quienes se atreven a usarla diciendo la verdad. Eso es caer en el totalitarismo. Y Europa ha derramado mucha sangre luchando por las libertades .

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario