domingo, 4 de diciembre de 2016

CUBA DESPUES DE CASTRO

Susanne Gratius.    Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona

Tantas veces escenificada y pronosticada, finalmente llegó la última hora del comandante Fidel Castro. Con su muerte, el 26 de noviembre de 2016, desaparece el icono de la lucha contra el imperialismo y el capitalismo, pero también se abren nuevos horizontes políticos en Cuba.
Para algunos fue un dictador longevo, un cruel caudillo latinoamericano que llevó Cuba al borde del abismo, para otros un símbolo de la autonomía y emancipación de América Latina contra la hegemonía de Estados Unidos. Fidel dividió la sociedad cubana, pero también la cohesionó. La desaparición del principal líder de la revolución deja un vacío de poder y legitimidad que su hermano Raúl difícilmente puede ocupar.

 Nadie ha dividido tanto como Fidel Castro. Su muerte a los noventa años de edad marca el fin de la revolución cubana que él lideró y condicionó, a partir de 2006 desde la sombra, hasta el final. Retrasó las reformas, defendió el socialismo y desconfió de Estados Unidos hasta el último día. Aunque oficialmente había entregado el poder a su hermano Raúl en 2006, se despidió del escenario político en abril de 2016 con su último discurso ante un Congreso del Partido Comunista.
Fidel representó ante todo la resistencia. Vivió en un estado de guerra permanente contra su enemigo histórico Estados Unidos. Luchó contra todo lo que simbolizó Estados Unidos: la democracia, el libre mercado, la desigualdad y el poder hegemónico.
Su última lucha fue la “batalla de ideas” para preservar y atar su herencia política y que terminó Raúl. Fidel sobrevivió más de sesenta intentos de asesinato, la invasión en la Bahía de los Cochinos, la crisis de los misiles, el embargo, las sanciones extraterritoriales de Estados Unidos y, finalmente, el derrumbe de la Unión Soviética que había subsidiado la revolución cubana y que provocó el colapso de la economía cubana hasta que Fidel pudo construir una nueva alianza económica ideológica con Venezuela.
 Por varias razones, su muerte puede acelerar la apertura política y económica de la isla. Primero, podrían salir a la luz las divisiones internas en la cúpula política que hasta ahora habían sido subordinadas a la unidad en torno al liderazgo histórico de Fidel. Segundo, con la desaparición de su icono, los Fidelistas pierden toda capacidad de influencia y poder político en un régimen que se apoya cada vez más en las Fuerzas Armadas Revolucionarias lideradas por Raúl. Tercero, se desinfla el régimen del “miedo” por una represión arbitraria selectiva que representó Fidel y que siguió intimidando a gran parte de la sociedad civil. Cuarto, su muerte facilita la anunciada retirada de Raúl Castro en 2018 y la instauración de la generación post-revolucionaria en el poder. Quinto, su desaparición podría provocar una catarsis colectiva y poner fin a la ilusión de la unidad política que garantizó sobre todo la presencia de Fidel Castro. Sexto, el abandono del poder por parte de Raúl y sus coetáneos, sea voluntaria o forzada, ya sólo es una cuestión de tiempo.
 Fidel salió del escenario político unos meses antes del ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Es una constelación paradójica: la salida de Fidel promete cambios en Cuba, pero un posible retorno de Donald Trump a la política de la Guerra Fría puede frenar la apertura ya que podría volver a ofrecer la imagen del enemigo externo que justifica la unidad interna.
 Si Donald Trump hace lo que prometió a los duros del exilio en La Florida y lo que dice el programa electoral de los Republicanos, las relaciones con Cuba volverán al Reaganismo de los años ochenta: Radio Martí y otra propaganda anti-castrista, enfriar las relaciones diplomáticas y apoyar la oposición cubana dentro y fuera de la isla – el viejo blueprint de la promoción de la democracia que no ha funcionado, pero sirve para ganar el apoyo político interno que Trump va a necesitar. La muerte de Fidel llegó en un momento de grandes incertidumbres para el futuro del régimen: la crisis existencial de una desgastada y corrupta revolución Bolivariana en Venezuela cuestiona la supervivencia económica por el intercambio entre recursos humanos y petróleo (que Cuba revende en el mercado internacional). La victoria electoral del populista de derechas Donald Trump podría poner fin a la restauración de relaciones con Estados Unidos que prometió más recursos económicos, y la posible entrega de poder de Raúl Castro abrirá una nueva y desconocida fase en la vida política de la isla.
 Sin duda, Fidel ocupará un lugar en la historia de Cuba y del mundo. Su legado póstumo será tan controvertido como su larga vida: algunos le absolverán, otros no.

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