viernes, 15 de junio de 2018

VENEZUELA Y LA CARTA DEMOCRATICA INTERAMERICANA


"Desde luego que seria acertado la expulsión de Venezuela, pero esa sanción no pondra fin a los sufrimientos de los venezolanos..."

 Por Jorge Riopedre

Por una votación de 19 a favor, 4 en contra, y 11 abstenciones, los ministros de relaciones exteriores del hemisferio han acordado declarar ilegítimo el proceso electoral que prolonga en el poder al régimen dictatorial venezolano encabezado por Nicolás Maduro. Una próxima asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA), tendrá que decidir si expulsa a Venezuela de ese organismo por haber violado el Artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana.
La OEA todavía no cuenta con los 24 votos necesarios para sancionar a Venezuela por haber incurrido en la ruptura del orden democrático, algo que con toda seguridad La Habana ya había previsto. No obstante, es un signo alentador el considerable apoyo regional a la iniciativa de Estados Unidos, aun cuando la Carta Democrática sólo contempla sanciones a modo de regaño, no un cambio de régimen.

Mi generación ya vio esa película. Yo tenía dieciocho años en 1962 cuando a bombo y platillo la Organización de Estados Americanos “suspendió” a Cuba por su política incompatible con los principios democráticos hemisféricos. Fue un magnífico ejemplo de solidaridad frente a la Tarpeya cubana que abrió las puertas al régimen totalitario soviético. A esto siguió el llamado a las armas del presidente John F. Kennedy; cientos, quizá dos o tres mil cubanos de mi generación se alistaron en el ejército norteamericano, pero todo fue en vano.
En junio de 2009, reunidos en Honduras, la Asamblea de la OEA acordó derogar la suspensión de Cuba dictada en 1962, como si la isla se hubiera convertido, por arte de magia, en un modelo democrático. Ahora la dictadura castrista ya puede participar en la Cumbre de las Américas sin que nadie se ruborice por la franca violación de la cláusula democrática de ese foro hemisférico.
Desde luego que sería acertada la expulsión de Venezuela, pero esa sanción no pondrá fin a los sufrimientos de los venezolanos, como tampoco trajo cambio alguno a los cubanos la suspensión de Cuba. ¿Quieren realmente los ministros de relaciones exteriores del hemisferio hacer algo sustantivo? Exijan a Venezuela la evacuación inmediata de las tropas cubanas apostadas en ese país. Esas tropas cubanas constituyen el seguro de vida de Nicolás Maduro.
Los cancilleres de las Américas debaten aplicar la Carta Democrática a Venezuela con evidente desconocimiento de la historia. Yo estaba presente cuando Hugo Chávez libró con éxito la batalla semántica en la Cumbre de las Américas en Quebec en 2001, para que las democracias americanas accedieran a incluir en la declaración final, junto al compromiso formal del hemisferio con la democracia representativa, el calificativo “participativo”.
Los veteranos de estas lides enseguida se dieron cuenta de la trampa. Américo Martín dijo que cuando se le pone apellido a la democracia es para “negar la democracia como un todo”, mientras que Carlos Alberto Montaner advirtió que los caudillos modernos se han apoderado del adjetivo participativo “para justificar su forma particular de opresión”.
¿Cuándo se percataron los cancilleres de que en Venezuela había una dictadura?
¿Por qué los cancilleres evaden enfrentarse a Cuba, la verdadera causa de esta tragedia? Si no lo saben les voy a dar un indicio: los ministros que les precedieron toleraron que Cuba estableciera una cabeza de playa en América del Sur y cedieron ante Chávez en Quebec en 2001, dándole vía libre a lo que ustedes intentan solucionar hoy con una Carta Democrática Interamericana sin garras y sin dientes. Ojalá que no sea demasiado tarde.


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